lunes, 1 de diciembre de 2014

Historia de América Latina (17)

Las reformas borbónicas
Tercera Parte: El Virreinato del Perú, de las reformas borbónicas a la rebelión de Túpac Amaru II




La fabulosa Lima

La riqueza encontrada y extraída del territorio del antiguo Imperio inca, además de los yacimientos minerales de Potosí y Charcas, dio la posibilidad de una vida social intensa y llena de ostentosos dispendios. En Lima, la tres veces coronada ciudad, se fue creando un boato, una magnificencia, una opulencia y una vida cortesana de un nivel al que llegaban escasas capitales europeas. La autoridad del virrey, como representante del rey era particularmente importante, ya que este destino suponía un ascenso político y social y la culminación de una carrera en la administración indiana.

Las llegadas a Lima de los nuevos virreyes eran especialmente fastuosas. Para la ocasión, se adoquinaban las calles con barras de plata desde las puertas de la ciudad capital hasta el Palacio del Virrey. A todo lo largo de esta misma vía, se levantaban arcos al estilo del Imperio romano, adornados con pinturas y esculturas. Además, el virrey disponía para su persona de un cuerpo de protección y escolta, la Compañía de Gentileshombres, Lanzas y Arcabuces.

Entrada del Virrey en Lima

Las reformas borbónicas

En el siglo XVIII destacaron las figuras de los virreyes que introdujeron las Reformas Borbónicas, medidas impuestas por la Casa de Borbón, especialmente Manuel de Amat y Junyent, que gobernó entre 1761 y 1776, Manuel de Guirior, entre 1776 y 1780, Agustín de Jáuregui, entre 1780 y 1784 y Teodoro de Croix, entre 1784 y 1790, destinadas a revitalizar la administración virreinal con actuaciones como la incorporación del sistema de intendencias. Con ellos se intentó profesionalizar el gobierno, sustituyendo las inoperantes figuras de los corregidores y los alcaldes mayores, dedicando especial interés a todo lo relacionado con la hacienda.

La reorganización territorial llevada a cabo a lo largo de ese siglo implicó desmembrar dos vastas regiones del virreinato peruano para conformar con ellas otros dos nuevos virreinatos: el Virreinato de Nueva Granada en 1717, restaurado en 1739 tras un periodo de supresión, y luego el Virreinato del Río de la Plata creado en 1776. Estas pérdidas de territorio supusieron la pérdida de protagonismo del Virreinato del Perú como centro económico de España en Sudamérica aunque continuó siendo el bien más valioso de la Corona, debido a su poder político, social y cultural.

La posterior política económica de los Borbones, que permitió el comercio directo entre los puertos españoles y diversos puertos sudamericanos (Maracaibo, Guayaquil, Arica, Valparaíso, etc.), redujo el tráfico comercial a través del puerto del Callao y afectó a las rentas del Virreinato, que tras la separación del Río de la Plata quedó confinado a las rutas comerciales secundarias del Océano Pacífico, mientras que el tráfico comercial más lucrativo (el del Océano Atlántico) quedaba bajo dominio de los puertos de Buenos Aires o Cartagena de Indias, fuera de la influencia del virreinato peruano.

La ciudad de Lima, antaño principal ciudad de Sudamérica y poseedora de una vida cortesana y comercial comparable a la de la propia Madrid, perdió gran parte de su antigua riqueza en la segunda mitad del siglo XVIII, a lo cual se unió la continua merma de los ricos depósitos de plata de Potosí que habían sustentado la economía virreinal durante dos siglos, hasta que todo el territorio del Alto Perú (actual Bolivia) quedó unido al virreinato rioplatense en 1776. Los últimos años del mencionado siglo, si bien generaron una administración más eficiente y un mejor manejo de los recursos del virreinato en beneficio de España, mostraron un serio declive de la riqueza general del virreinato peruano.

Detalle de una galería de retratos de los soberanos incas del lado izquierdo y los soberanos españoles del lado derecho que fue publicada en 1744 en la obra Relación del Viaje a la América Meridional en la que Jorge Juan y Antonio de Ulloa fueron sus autores.

La rebelión de Túpac Amaru II

La Rebelión de Túpac Amaru II fue un importante levantamiento acontecido entre 1780 y 1782 en el virreinato del Perú, en la región del Cuzco, en reacción a la imposición de las Reformas borbónicas que se extendió luego a todo el sur peruano y el Alto Perú, perteneciente al virreinato del Río de la Plata. Fue iniciada por el curaca José Gabriel Condorcanqui o Túpac Amaru II, quien tuvo como antecedente la rebelión del curaca Tomás Catari, y tras su ajusticiamiento fue secundado por Diego Cristóbal Túpac Amaru, Andrés Túpac Amaru y Julián Apaza o Túpac Catari.


Antecedentes

La Secretaría de Estado de España, en un esfuerzo de reforzar la administración de sus colonias, ha de introducir una serie de cambios sistemáticos, conocidos como las Reformas borbónicas. Como parte de estas reformas, se creó el virreinato del Río de la Plata (1776) escindiendo del virreinato del Perú los territorios de la Real Audiencia de Charcas, que en aquel entonces atravesaba una importante ruta comercial terrestre, uniendo las ciudades de Cuzco, Arequipa, Puno, La Paz y el resto del Altiplano hasta Potosí. La separación administrativa supuso también la transferencia de los beneficios económicos hacia Buenos Aires en detrimento de Lima, ocasionada por la despenalización del contrabando a través del puerto atlántico.

Paralelamente, en los dominios españoles se incrementaron y cobraron con mayor eficiencia impuestos como la alcabala, afectando a los comerciantes del sur del Virreinato peruano y del Alto Perú (hoy Bolivia). Estos comerciantes eran mayormente caciques (curacas) indígenas de real linaje de cultura mestiza. Ellos también se vieron perjudicados por el movimiento arbitrario de autoridades indígenas por parte de la administración virreinal a favor de indios serviles al Estado, en perjuicio de los jefes étnicamente legítimos.

El siglo XVIII representó el tiempo de mayor presión económica sobre el campesinado indígena. Se observa en su máxima expresión el sistema del reparto de mercancías, mediante el cual los corregidores obligaban a los indios a comprar bienes a precios muy elevados. El reparto, el tributo indígena y la mita minera oprimían la economía colonial a fin de satisfacer las demandas de la metrópoli.

En este contexto, el recuerdo de la historia y los símbolos del Imperio incaico dentro de la población indígena surgió como modelo de alternativa frente a un sistema económico que las perjudicaba en muchos sentidos.


Estrategia y organización de Túpac Amaru II

José Gabriel Condorcanqui Noguera,
Marqués de Oropesa llamado igualmente
 José Gabriel Túpac Amaru II. Nació  enSurimana,
 Canas, Virreinato del Perú, 19 de marzo de 1738
Su actividad conspirativa habría comenzado cuando desaparecieron o fueron asesinados el Gobernador de Potosí, Ventura Santelices, y su tío Blas Túpac Amaru, ambos encargados de gestionar ante el Rey Carlos III la abolición de la mita y otras pesadas cargas que sufrían los indígenas. Debe suponerse un largo período de preparación conspirativa previa a la gran sublevación de 1780, debido a la gran extensión territorial que abarcó la misma (el sur del virreinato peruano, todo el altiplano altoperuano y porciones del noroeste argentino).

Areche consideró que la rebelión habría sido preparada con más de cinco años de antelación. Según la confesión de Bartolina Sisa, alias La Virreina, mujer de Túpac Catari, su esposo "hizo tres viajes al pueblo de Tungasuca para tratar y comunicar a Gabriel Túpac Amaru y le oyó decir muchas veces, se estaba premeditando diez años antes la sublevación".

Poco después de la sangrienta rebelión en el poblado altoperuano de Pocoata, encabezada por los hermanos Tomás, Dámaso y Nicolás Catari contra el Corregidor Joaquín de Alós, juzgó Túpac Amaru II que había llegado el momento de actuar.


El comienzo de la revuelta

La actividad política y reivindicativa de José Gabriel Túpac Amaru se caracterizó por una exposición gradual de sus propósitos, respondiendo siempre a circunstancias concretas. Al principio interesó a varios prelados y funcionarios en la situación penosa de los indios, entre ellos a los Obispos del Cuzco, Agustín Gorrichátegui y Juan Manuel Moscoso y Peralta, y al Obispo de La Paz, Francisco Gregorio de Campos.

Premeditó un golpe contra Antonio Arriaga, corregidor de Canas y Canchis (Tinta), que atemorizase a los españoles y diera impulso a su movimiento anticolonial. Apresó a Arriaga tras una emboscada, haciéndole firmar una carta falsa a través de la que le fueron remitidos 22.000 pesos, barras de oro, mosquetes y mulas, gracias a los cuales comenzó a dar sustento económico a su alzamiento, aunque conseguiría más abastecimientos al confiscar productos y propiedades de otros corregidores; luego hizo ahorcar públicamente al corregidor el 10 de noviembre de 1780 en la plaza de Tungasuca, arengando a sus tropas sobre los objetivos de su movimiento: abolir las mitas y el reparto de efectos y exterminar a los malos corregidores, estimulándolos para que prestasen ayuda y perseverasen en una empresa destinada a su propia liberación. Desde entonces, asumió el nombre de Túpac Amaru Inca.

Siguiendo las tradiciones culturales incaicas su rebelión estuvo sustentada en una auténtica red de parentesco, pues fue capaz de movilizar en primer término a su propia gente, a sus familiares y allegados de la provincia de Tinta. Por ello, Quispicanchis después de Canas y Canchis (Tinta), fue la provincia más susceptible de ser movilizada, debido a que una rama de la familia Túpac Amaru residía allí.

A los lazos del parentesco habría que sumar actividades económicas afines, por cuanto varios parientes del líder ejercían como él actividades comerciales de arrieraje. Sus manifiestos parecen haber sido distribuidos por el Alto y Bajo Perú por el gremio de arrieros en sus rutas normales, cumpliendo ese gremio un rol muy importante en la organización del movimiento. Existió también la solidaridad de numerosos caciques que suministraron hombres y provisiones. Vale decir que ciertos patrones de comportamiento social andino, como la reciprocidad simétrica tanto como la mita y el tributo como vínculos comunales, y la solidaridad entre caciques, fueron utilizados por Túpac Amaru en la organización de su rebelión.

A medida que se propagaba fuera de la provincia bajoperuana de Tinta la rebelión fue disminuyendo en su fuerza, puesto que en provincias como Calca, Lares, Cotabamba, Abancay se produjo una resistencia importante a Túpac Amaru. Una de las causas fue la resistencia étnica, al ser considerado como un advenedizo e impostor por ser mestizo, razón por la que no había obtenido el decisivo apoyo de los doce ayllus reales (o panacas) del Cuzco.

Otra cuestión es la de que la rebelión tupamarista provocó el recrudecimiento de antiguas rivalidades étnicas, dividiendo a los caciques en leales y rebeldes, lo que también contribuyó a la desintegración y derrota del movimiento. Igualmente, muchos caciques se vieron en la necesidad de defender los notorios privilegios y propiedades que habían alcanzado con los españoles, todo aquello que les significaba riqueza, prestigio y poder.


El ejército tupamarista

El ejército tupamarista poseyó una composición social mixta, alentando de manera especial la participación de sectores criollos y mestizos en la rebelión. Los cargos más elevados fueron ocupados por caciques, mestizos y algunos criollos. Los indígenas de las comunidades no fueron puestos al mando de tropas salvo excepcionalmente, desempeñando generalmente el rol de simples soldados rasos y tropa. Ello se habría debido a la habilidad política y a la amplitud de miras de Túpac Amaru, quien determinó que para el logro de sus objetivos necesitaba especialmente el apoyo de los criollos, al ser quienes poseían manejo de las armas de fuego, cultura e importantes conexiones.

Por eso, fueron considerables los privilegios otorgados a los criollos comprometidos con el movimiento tupamarista, debido a lo cual oficiaron muchas veces de amanuenses y secretarios del caudillo inca, convirtiéndose en sus consejeros y actuando a nivel de la toma de decisiones. De cualquier modo, el grupo criollo no fue el más encumbrado y prominente, tratándose generalmente de pequeños comerciantes, artesanos, o de oficiales provincianos, más cercanos a la condición e intereses de los mestizos. 

Con los europeos hubo algunas excepciones, como la de los españoles Figueroa y Cisneros, quienes tomaron parte de la rebelión por estar casados con criollas acaudaladas; participando también los hermanos Jacinto y Juan de Dios Rodríguez de Herrera, prominentes criollos mineros y hacendados de Oruro, quienes acaudillaron en nombre de Túpac Amaru II la rebelión de la villa; igualmente, según Micaela Bastidas, su esposo habría estado en contacto con los criollos limeños Mariano Barrera y Miguel Montiel, y con el criollo potosino Lucas Aparicio.

Sobre la existencia de un núcleo criollo aliado a Túpac Amaru II en el Cuzco, sólo se sabe que Felipe Miguel Bermúdez integró el gobierno revolucionario del inca. También habrían participado en el movimiento Francisco Molina, hacendado criollo del Collao, quien fue responsable de pagar los salarios a los soldados, reclutar hombres y escribir cartas de convocatorias; Francisco Cisneros, escribano español que redactó cartas y programas, y los escribanos criollos Esteban Escarcela y Mariano Banda.

Por otra parte, Túpac Amaru parece haber tenido sumo cuidado en convocar para conseguir su apoyo no sólo a los criollos, sino igualmente a los caciques y curas. De cualquier modo, estos últimos se demostraron tan ambivalentes como los criollos y los caciques, respecto a la rebelión. Los curas que apoyaron su movimiento estaban vinculados por lazos de compadrazgo con los rebeldes, o se mantenían en estrecho contacto con ellos al ser párrocos de las comunidades rebeladas. El mayor apoyo fue dado por el bajo clero vinculado a las parroquias provinciales, con mayoría de integrantes que hablaban quechua o aymara, lo cual les proporcionaba un mayor acercamiento cultural con la masa indígena.

El Visitador José Antonio de Areche y Benito de la Mata Linares remarcaron la poderosa influencia local alcanzada por el clero en relación a la rebelión tupamarista, hecho notable y demostrable por cuanto las proclamas del líder incaico estaban llenas de citas bíblicas que sólo podían manejar los curas. Por eso, cuando el respaldo de los caciques confluyó con el del clero, se propagó más rápidamente la rebelión. Con todo, la posición de muchos curas fue tan oportunista y de conveniencia como la de muchos criollos, quienes estimularon el estallido de la rebelión, agitando a la masa indígena e impulsándola a luchar contra los corregidores, aduaneros y funcionarios reales españoles, aunque retirando luego apresuradamente su apoyo al comprender que la rebelión fracasaría, fingiendo entonces lealtad a la corona o colaborando efectivamente en la represión.

Después de reprimir la sublevación tupamarista de 1780, se comenzó a evidenciar contra los criollos mala voluntad de parte de la Corona Española, especialmente por la Causa de Oruro, y también por la demanda entablada contra el Dr. Juan José Segovia, nacido en Tacna y el Coronel Ignacio Flores, nacido en Quito, quien había ejercido como Presidente de la Real Audiencia de Charcas y había sido Gobernador Intendente de La Plata (Chuquisaca o Charcas, actual Sucre).


Rebelión en las cercanías del Cuzco

El 4 de noviembre de 1780 durante o después de una fiesta en Tungasuca, donde Túpac Amaru era cacique, éste y sus partidarios apresaron a Antonio Arriaga, corregidor de Tinta (lugar de nacimiento de Túpac Amaru), y lo mantuvieron cautivo por seis días hasta finalmente ejecutarlo públicamente. Antes de ejecutar a Arriaga, Túpac Amaru lo convenció de que pidiera a algunos españoles que le llevaran dinero para rescatarlo. Túpac Amaru se movilizó por áreas rurales logrando muchos adeptos, principalmente entre los indígenas y mestizos, pero también de algunos criollos mayormente descendientes de españoles. El 17 de noviembre arribó al pueblo de Sangarará, en donde las autoridades españolas del Cuzco y de las áreas cercanas habían colocado una fuerza de 900 hombres. El ejército de Túpac Amaru, que había crecido hasta varios miles de hombres, los derrotó en la batalla de Sangarará al día siguiente, destruyendo la iglesia local en donde se había refugiado un buen número de personas.

El visitador español José Antonio de Areche actuó en respuesta al levantamiento de Túpac Amaru moviendo tropas desde Lima y desde lugares tan lejanos como Cartagena de Indias en la actual Colombia, logrando reunir unos 17.000 hombres, muchos de ellos indios auxiliares más tropas regulares y veteranas. Las tropas de Lima fueron el instrumento de ayuda para repeler los intentos de Túpac Amaru con 10.000 rebeldes de capturar el Cuzco en diciembre y en enero. También tuvieron éxito los realistas en defender La Paz por 12.000 alzados gracias a la valerosa resistencia de José Sebastián de Segurola. Luego de esos fracasos la coalición que seguía a Túpac Amaru comenzó a desintegrarse, empezando por los criollos que lo abandonaron y se unieron a las fuerzas gubernamentales. A finales de febrero de 1781 las autoridades españolas comenzaron a operar con ventaja y Túpac Amaru y su familia fueron capturados el 6 de abril. El 15 de mayo fue sentenciado a muerte, y el 18 de mayo fue forzado a presenciar la ejecución de su esposa y sus dos hijos. Más tarde se le intentó descuartizar vivo atando cada una de sus extremidades a sendos caballos, de manera infructuosa. Finalmente sus verdugos optaron por decapitarlo y posteriormente despedazarlo. Más tarde, el virrey mandó a repartir las partes de Túpac Amaru en los pueblos que apoyaban la rebelión, para intimidar a la población.

El decreto de Areche que siguió a la ejecución de Túpac Amaru II incluyó la prohibición de la lengua quechua, el uso de ropas indígenas, y virtualmente cualquier mención o conmemoración de la cultura incaica y de su historia.


Rebelión en el sur

La prédica de Túpac Amaru se esparció más al sur del Cuzco en la región cercana al lago Titicaca en el Alto Perú, entonces perteneciente al virreinato de Buenos Aires. Allí se produjo otro alzamiento en diciembre de 1780, liderado por Túpac Katari, que fue ayudado por un primo de Túpac Amaru llamado Diego Cristóbal Túpac Amaru. Esta rebelión se benefició con la incorporación de las fuerzas remanentes que habían sobrevivido a la captura de Túpac Amaru. Katari sitió La Paz durante seis meses en 1781 con sus pobremente organizadas fuerzas que alcanzaban el número de 40.000, en su mayoría aymaras, falleciendo 15.000 a 20.000 personas, pero fue capturado y ejecutado en noviembre de 1781. Diego Cristóbal Túpac Amaru continuó hasta marzo de 1782, cuando también fue capturado y ejecutado.





© carlitosber.blogspot.com.ar, Diciembre 1 MMXIV
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FUENTES:
http://es.wikipedia.org/wiki/Virreinato_del_Per%C3%BA
http://es.wikipedia.org/wiki/Rebeli%C3%B3n_de_T%C3%BApac_Amaru_II

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