lunes, 10 de noviembre de 2014

Historia de América Latina (15)

Las reformas borbónicas
Primera Parte: Un nuevo siglo, una nueva dinastía


Felipe V de Borbón, llamado «el Animoso»
(1683-1746), fue rey de España desde el
16 de noviembre de 1700 hasta su muerte.
Retrato de Felipe V, por Louis-Michel van Loo
(c. 1739). Óleo sobre lienzo, 154 × 113 cm.
Durante los siglos XVI y XVII gobernaron España los monarcas de la Casa de Habsburgo ("los Austrias"), el último de estos fue Carlos II "el Hechizado", quien murió sin dejar descendencia; antes de ello cedió los derechos al trono a Felipe V, el Duque de Anjou (Borbón menor), un sobrino nieto del Rey Luis XIV de Borbón (Borbón mayor), el poderoso Rey Sol de Francia. Esto motiva el comienzo de la Guerra de Sucesión en Europa y que finalizó con la Paz de Utrecht en 1713: el reinado de un Borbón en España rompía el equilibrio geopolítico en Europa. Potencias como Inglaterra, Portugal y Austria no se resignaban a que Francia tuviera tanta influencia sobre España y alentaron al Archiduque Carlos de Habsburgo para tomar el poder. La guerra estalló en 1702 y tuvo varios frentes, Francia utilizó todos sus recursos para sostener a Felipe V en el trono español. Después de una década de guerra, la Corona Británica se mostró dispuesta a terminar el enfrentamiento que la agotaba económicamente y que causaba gran descontento en su población por la elevación de impuestos que sufría, por ello firmó en 1711 con Francia los preliminares de Paz, en los que reconocía a Felipe V como Rey de España. El agotamiento de los bandos en conflicto aceleró la firma de la paz definitiva en el Tratado de Utrecht de 1713.



La ilustración: el hombre "iluminado" por la razón

En el siglo XVIII hicieron eclosión nuevas ideas -muchas de ellas gestadas en la centuria anterior- cuyo carácter alteró la vida política, espiritual y económica de la época. Fue llamado "el siglo de las luces": en él se desarrolló un movimiento filosófico-cultural que recibió el nombre de "Iluminismo" o "Ilustración".

Los cultores de este movimiento reflexionaron sobre el hombre y el mundo. Creían en el poder de la razón no sólo para esclarecer al hombre, sino también para reorganizar la sociedad sobre otras bases. Pero pensaban que la razón era la única facultad capaz de iluminar el pensamiento de los hombres a la vez que hacerlos ilustrados.

Otro rasgo de la Ilustración fue su actitud optimista y su fe en el progreso constante. El hombre y su felicidad constituyeron el centro de la meditación. El poeta inglés Pope (1688-1744) expresó en su "Ensayo sobre el hombre", que "el objeto propio de la indagación humana es el hombre mismo". Se pensó que la humanidad, esclarecida por la razón llegaría a tener conciencia de sí misma y, por tanto, advertiría sus errores y aciertos. "El mundo actual -decían los iluministas- es el mejor de los mundos posibles". De ahí la convicción de que la felicidad era un bien que se podía lograr en este mundo y que el hombre tenía derecho a perseguirla y alcanzarla. 

Para la Ilustración todas las doctrinas dogmáticas (a las que se tienen por ciertas o innegables y no sujetas a examen) chocaban contra la razón. Así, las jerarquías, las autoridades, el absolutismo monárquico, la sociedad y hasta la religión misma fueron examinadas críticamente. De ese análisis surgieron nuevas proposiciones tales como la igualdad política, la tolerancia y la religión natural. 

François Marie Arouet (1694 – 1778), más como Voltaire,
fue un escritor, historiador, filósofo y abogado francés
 y uno de los principales representantes de la Ilustración.


La religión, más que una revelación de Dios, fue considerada como una "convicción moral", de ahí el enfrentamiento del Iluminismo con la Iglesia. Algunos pensadores iluministas llegaron, incluso, a formular proposiciones negadoras de Dios (ateísmo). Sin embargo, el movimiento iluminista fue deísta (reconoció la existencia de un Dios creador del Universo, pero sin admitir dogmas ni cultos extremos). Voltaire, uno de los representantes más encumbrados de este movimiento, consideraba a existencia de Dios "como la base indispensable de toda vida humana". Los deístas se autocalificaban "librepensadores", porque chocaban contra la doctrina de la revelación, despojaban los relatos bíblicos de todos sus elementos sobrenaturales e intentaban explicarlos de forma racional. 

Sin embargo, estas tendencias estaban limitadas en su alcance, pues en general eran patrimonio de las minorías educadas. Minorías que buscaron convertirse en la guía intelectual y moral de los gobiernos de sus reinos y naciones que se estaban convirtiendo en estados nacionales y, por tanto, necesitaban hacer una suerte de ingeniería social.

Con el nombre de despotismo ilustrado se conoce al sistema político adoptado por algunos príncipes europeos ganados por las nuevas ideas. Esta concepción de la política y del estado difiere del absolutismo practicado por los reyes del siglo anterior, cuyo ejemplo más clásico fue Luis XIV (quien dijo "el Estado soy yo"). El en siglo XVIII, el rey seguía siendo un monarca absoluto que, sin  menoscabo de su poder, se proclamaba "primer servidor de la monarquía".

La mayor diferencia entre el viejo y el nuevo absolutismo está pues en la actitud personal del monarca. El déspota ilustrado percibe la monarquía de un modo racional: el estado es una institución creada por los hombres y no impuesta por Dios.

Federico II de Prusia, Catalina II de Rusia, José III de Austria y Carlos III de España son los monarcas que mejor encuadran dentro de esta nueva concepción política. Estos príncipes eran absolutistas, pero influidos por las ideas de la Ilustración intentaron actuar de acuerdo con ella, impulsando el progreso y propiciando reformas políticas y sociales tendentes a mejorar la situación de sus súbditos".  


Las reformas de los Borbones en España

El fuerte incremento de la población colonial durante el siglo XVII creó nuevas necesidades y problemas que los monarcas Habsburgos no pudieron resolver. La lentitud y la corrupción administrativa caracterizaban la administración colonial. Las potencias rivales, Inglaterra y Portugal, se expandían impunemente e inundaban Sudamérica con mercancías de contrabando. A todo esto hay que añadir el excesivo poder que habían adquirido la aristocracia criolla y el clero, quienes se atrevían a desafiar las disposiciones reales que llegaban al Virreinato del Perú. Los reyes Borbones, principalmente Felipe V y Carlos III, emprendieron la colosal tarea de renovar la vieja estructura colonial que habían dejado los Habsburgos.

Fernando VI, llamado «el Prudente» o «el Justo»
fue rey de España desde 1746 hasta 175.





Apoyados por ministros y asesores ilustrados, llevaron adelante las reconocidas Reformas Borbónicas, denominando así al conjunto de grandes cambios económicos, políticos y administrativos para la metrópoli y sus colonias, que impulsaron los reyes Borbones de España durante el siglo XVIII. Estas reformas fueron iniciadas por Felipe V (1700-1746), continuadas por Fernando VI (1746-1759) y desarrolladas principalmente por Carlos III (1759-1788). Los objetivos fueron, básicamente, recuperar la hegemonía comercial y militar de España, y explotar y defender mejor los ingentes recursos coloniales. Los Borbones implementaron nuevas unidades administrativas en América: crearon virreinatos, capitanías (como Venezuela y Chile) y comandancias. En 1784 se suprimieron los corregimientos y se implantó el sistema de intendencias, buscando mayor eficiencia en los gobiernos locales. De esta manera se consiguió mejorar la explotación de las riquezas coloniales y la recaudación tributaria. Los Borbones hicieron grandes esfuerzos por contrarrestar la hegemonía comercial y marítima de potencias rivales como Inglaterra y Holanda, prósperos países impulsados por la Primera Revolución Industrial. El proyecto Borbón contempló la renovación del sistema mercantil para que sus colonias sean proveedoras eficientes de materias primas y consumidoras de las manufacturas españolas.

La Corona apoyó a la burguesía peninsular favoreciendo la industria y protegiendo sus mercados. En este contexto se fue liberalizando el comercio entre los puertos españoles y americanos, lo que se consagró cuando Carlos III dio el decreto de Libre Comercio en 1778. Esta política debía complementarse combatiendo el contrabando y mejorando la recaudación fiscal a favor de la metrópoli española. Esto provocó fuertes tensiones y guerras principalmente contra los poderosos ingleses y lusitanos.

Los conflictos contra los contrabandistas y corsarios británicos, holandeses y portugueses hizo necesario un mayor presupuesto para la armada, el ejército y las milicias. También se construyeron poderosas fortalezas y murallas para defender los principales puertos y ciudades de las colonias. El más importante ejemplo fue la construcción de los castillos del “Real Felipe”, en el Callao. El reformismo borbónico privilegió a los españoles europeos, “los chapetones”, en el acceso a los principales puestos de confianza en el aparato burocrático. Esto fue un duro golpe para la aristocracia criolla, pero el despotismo de los Borbones reprimió duramente todo intento de resistencia. Una de las instituciones afectadas por este despotismo ilustrado español fue la Iglesia Católica: la Corona pretendió afirmar el poder secular sobre el religioso, esto incluía la restricción de los privilegios y exoneraciones fiscales que gozaban las Órdenes Católicas. Fueron los Jesuitas los que más se opusieron al proyecto centralizador de los Borbones, es por ello que fueron expulsados de España y sus colonias en 1767.


Reformas administrativas

Carlos III, llamado «el Político» o «el Mejor Alcalde de Madrid»,
fue duque de Parma (como Carlos I) entre 1731 y 1735,
rey de Nápoles (como Carlos VII) y rey de Sicilia (Carlos V)
de 1734 a 1759 y de España desde 1759 hasta su muerte.






Carlos III continuó con la política iniciada por Felipe V y, sobre todo, por Fernando VI de convertir las colonias americanas en una fuente de riqueza para la metrópoli y de ingresos para la Real Hacienda. Con esa finalidad se culminó la reorganización de la administración americana para hacerla más eficaz y para reforzar el Estado allí:

-    Los borbones implementaron nuevas unidades administrativas en América. Crearon virreinatos, como Nueva Granada y Río de la Plata; capitanías, como Venezuela y Chile; y comandancias como Maynas.

-    Se adoptó también allí la figura del intendente que sustituyó a los antiguos gobernadores, corregidores y alcaldes mayores.

-    Se puso fin a la venta de cargos que eran copados por los criollos, es decir descendientes de españoles nacidos en América y, en su lugar se nombraron funcionarios llegados de la Península.

-    Se creó un ejército permanente para defender las colonias de Gran Bretaña, especialmente, y se permitió que criollos y mestizos se incorporaran al mismo, al no poder reclutarlo exclusivamente con peninsulares.

 -   Se elevaron los impuestos y el Estado amplió su monopolio fiscal a productos como el tabaco, los aguardientes o la pólvora, lo que provocó el descontento entre criollos, mestizos e "indios".


Reformas comerciales y/o fiscales

Lograr el incremento de la recaudación del fisco era uno de los objetivos centrales de las reformas aplicadas. El nombramiento de una burocracia profesional y asalariada junto con un ejército de carrera sumado a la reactivación de los mercados permitió aumentar los ingresos fiscales de forma muy notoria repuntando la economía general de la Corona. Intentaron dar un impulso a la economía española, y fundamentalmente a la agricultura que era el sector más importante, aunque sin alterar el orden social ni la estructura de la propiedad existentes, sólo se hicieron repartos de tierras que pertenecían a los concejos y estaban sin cultivar.

El resurgimiento de la industria de la minería de la plata fue una gran obra borbónica logrando superar la depresión que había sufrido esta actividad en el siglo anterior. Los nuevos descubrimientos, los incentivos fiscales y los créditos fomentaron este cambio.

En el caso de México se llegó a cuadruplicar la producción de plata debido a las inversiones en el campo de las innovaciones tecnológicas. 

Carlos III firma el Decreto de libre comercio
 con América en 1778, por Pedro Pablo Montaña.
Tras la anulación de las dos concesiones comerciales hechas a Gran Bretaña en el Tratado de Utrecht, que estaban siendo utilizadas para incrementar el contrabando, se continuó con la política de revitalizar los intercambios entre América y España, siguiendo las pautas del "pacto colonial", hacer de América un gran centro exportador de materias primas e importador de productos manufacturados de la metrópoli.

Hicieron grandes esfuerzos por contrarrestar la hegemonía comercial y marítima de potencias rivales como Inglaterra y Holanda, prósperos países impulsados por la Primera Revolución Industrial. El proyecto Borbón contempló la renovación del sistema mercantil para que sus colonias sean proveedoras eficientes de materias primas y consumidoras de las manufacturas españolas. La Corona apoyó a la burguesía peninsular favoreciendo la industria y protegiendo sus mercados. En este contexto se fue liberalizando el comercio entre los puertos españoles y americanos, lo que se consagró cuando Carlos III dio el decreto de Libre Comercio en 1778.

Los conflictos contra los contrabandistas y corsarios británicos, holandeses y portugueses hizo necesario un mayor presupuesto para la armada, el ejército y las milicias. También se construyeron poderosas fortalezas y murallas para defender los principales puertos y ciudades de las colonias.


Reformas religiosas

La monarquía reivindicó el poder sobre la iglesia enfatizando la necesidad de obediencia absoluta. Era importante que los asuntos eclesiásticos estuvieran bajo el dominio del rey por lo que se eliminaron ciertos fueros clericales y se reforzó el control sobre el pago del diezmo que los cleros debían pagar. Las estructuras de la iglesia se reorganizaron para responder a la política absolutista. La Inquisición también fue materia de ajustes ya que esta institución debía velar por la aplicación de las nuevas medidas y mantener el orden social en las colonias americanas.

Por otro lado, todos los miembros de la Orden Jesuítica que se encontraban en los dominios americanos debieron exiliarse. Esto se produjo en 1767 por orden de Carlos III. Esta medida mostró la fuerte decisión de la corona por controlar la Iglesia. Un factor de peso fue precisamente que los jesuitas siempre habían respondido al Papado y no al rey. Por tal motivo no pagaban el diezmo como las otras órdenes y no respondían al control de las autoridades españolas. Además, los jesuitas habían logrado una fantástica acumulación de bienes y riquezas producto de sus diversas actividades, inversiones y empresas que supieron llevar adelante.


Reformas políticas y militares

Se procuró una burocracia profesional nombrando hombres de carrera tanto militares como civiles, sujetos a la evaluación periódica y a la promoción de cargos. Se estableció una salario fijo en lugar de las acostumbradas bonificaciones o beneficios que cada cual se atribuía. La capacidad profesional de burócratas leales pretendía erradicar a los burócratas que habían comprado cargos. La llegada de soldados y funcionarios a América fue muy contundente.

A nivel provincial estos funcionarios fueron una pieza clave como representantes del nuevo orden que se buscaba imponer. Las intendencias era una institución francesa que fue aplicada en todas las regiones de España y luego en América para achicar las jurisdicciones y aumentar la posibilidad de controlar la recaudación tributaria. En los intendentes recayó la responsabilidad de recaudar impuestos, dirigir los ejércitos y fomentar la economía regional. Los efectos del accionar de los intendentes fueron positivos en el plano económico pero entraron a competir y a interceder en el ámbito de otras autoridades locales y regionales con las cuales no lograban ponerse de acuerdo.

Se planificó la creación de una armada fuerte, con barcos construidos y equipados con manufacturas de España para no seguir dependiendo del abastecimiento de otras potencias como hasta entonces. La inversión destinada a las fuerzas armadas y a los gastos de guerra fueron muy elevados y el ejército pasó a tener una jerarquización mayor.

En los dominios americanos la estrategia militar consistió en proveer una fuerza que controlara las rebeliones y los disturbios populares que eran muy reiterados. Además se buscaba poner freno a los ataques extranjeros y al contrabando. Por tal motivo, los ejércitos en el Virreinato de Nueva España y en el de Perú eran muy numerosos y estaban dirigidos por profesionales de carrera.





© carlitosber.blogspot.com.ar, Noviembre 10 MMXIV
Permitidos su copia, plagio o reproducción sin citar la fuente.

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FUENTES:
LLADÓ, J., GRIECO Y BAVIO, A., LUGONES-SESSARIEGO, A., y ROSSI P. Historia Segundo curso. La Edad Moderna. El surgimiento de la Edad Contemporánea. La Argentina hasta 1831. AZ Editora. Buenos Aires. 1992. pp. 257, 264.
http://es.wikipedia.org/wiki/Felipe_V_de_Espa%C3%B1a
http://es.wikipedia.org/wiki/Carlos_III_de_Espa%C3%B1a
http://es.wikipedia.org/wiki/Reglamento_de_libre_comercio_(1778)
http://contenidosdigitales.ulp.edu.ar/exe/historia2/reformas_borbnicas.html
http://html.rincondelvago.com/reformas-borbonicas.html

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