jueves, 20 de noviembre de 2014

Historia del Arte (16)


El Arte en Palestina durante la antigüedad 
(Segunda Parte)

Los orígenes del pueblo hebreo se remontan a las oleadas de nómadas semitas occidentales documentadas en el Creciente Fértil desde el tercer milenio aC. y más especialmente a los grupos seminómadas que en el segundo milenio se movieron por la región palestina, con ramificaciones circunstanciales hacia Mesopotamia y Egipto. Clanes semitas, precisamente emigrados de este último lugar, junto con otros asentados en Palestina o en proceso de sedentarización acabaron por constituir el Israel histórico de las doce tribus y las diferentes unidades políticas en que cristalizarían los ensayos de afianzamiento. Pero la amenaza de los temibles imperios mesopotámicos acabó por provocar suplantación y dispersión en el reino hebreo del Norte y el fin, con deportación y cautividad, del reino del Sur, lo que supuso no poca disrupción geográfica. 



La arquitectura israelita antigua

Hacia el 1250 C., con la llegada primero de los hebreos y la de los filisteos (los "peleshet" de los Pueblos del Mar) después, el actual territorio de Israel sufrió la desaparición de numerosas ciudades cananeas y a la postre la de su civilización. Los hebreos, guiados por sus "jueces", iniciaron el gobierno del país bajo los planteamientos de una sencilla civilización que naturalmente carecía de sensibilidad artística; sin embargo, pronto aceptaron lo cananeo anterior, aunque dándole una clara impronta fenicia, que se dejó sentir profundamente. 

Saúl (1040-1010 aC.), primer rey del Estado palestino, construyó en Gabaa, la primera capital del reino, un palacio fortificado, identificado por W. F. Albright en Tell el-Ful. Sin embargo, David (1042-972 aC.) prefirió Jerusalén como capital, lugar que fortificó adecuadamente y en el que construyó su propio palacio, aún no localizado. El rey de Tiro le envió, según relata la Biblia, maderas, carpinteros y canteros para su realización. Tampoco nos ha llegado nada de las construcciones de Salomón (970-931 aC.), que conocemos por la Biblia. Según esta fuente, su palacio, cuya edificación duró 13 años, estuvo al lado del Templo de Yahweh, sobre el mismo terraplén. De acuerdo con lo transmitido por el "Libro de los Reyes" (I Rey. VII, 1-12), este edificio palatino contó con cuatro series de elementos: la Casa del bosque del Líbano -nombre tomado por sus 45 columnas de cedro-, a modo de sala hipóstila (55 por 27,50 m; altura); un vestíbulo de espera, precedido de un pórtico con columnas y gradas; el Salón del trono -donde juzgaba desde su trono de marfil-, con paredes recubiertas con planchas de cedro, y, finalmente, los apartamentos privados del rey y de la reina y el harem real. 


La construcción más importante de ese complejo fue, sin embargo, el Templo de Yahweh, levantado con materiales y operarios facilitados por Hiram, rey de Tiro, en la colina nordeste de Jerusalén, ocupada en la actualidad por la Mezquita de Omar, colina de larga tradición teofánica. Dicho templo (36,50 por 11 m; altura) era en realidad un gran santuario, en cuya puerta existían dos columnas huecas de bronce de 9,90 m de altura y 2 de diámetro, llamadas Yakin y Bo´az. La estructura del santuario constaba de tres partes: el vestíbulo o "ulam" (5,50 por 11 por 16,50 m), el santo o "hekal" (22 por 11 por 16,50 m) y el santísimo o "debir", reservado exclusivamente al sumo sacerdote. Por los lados se hallaban adosadas otras dependencias secundarias. 

En su interior se guardaba el Arca de la Alianza, custodiada por dos magníficos querubines de madera revestida de lámina de oro. En el patio anterior del templo se hallaba el altar de los holocaustos (har´el) y el llamado mar de bronce, recipiente con capacidad para 787 hectólitros de agua destinada a las purificaciones rituales. 

Entre las residencias provinciales de esta época de unificación política del país hay que fijarse nuevamente en Meguidó. Allí (nivel IV B) se levantó una construcción que ha recibido el nombre de Palacio, aunque no gobernase en ella ningún rey independiente. La misma, sede de algún gobernador, rodeada por un muro con pilares de piedra de excelente aparejo, entre paños de mampostería, cubría una superficie considerable (23 por 21,50 m). Contaba con un patio central sobre el que se abría un edificio de dos pisos coronados por una torre. Una de sus instalaciones era remarcable: las llamadas cuadras de Salomón (55 por 22,50 m), descubiertas por P. Guy, y capaces de albergar un considerable número de caballos. Meguidó contaba todavía con otra extraordinaria obra de ingeniería: el pozo de agua subterráneo y el subsiguiente túnel hasta el manantial de abastecimiento, para lo cual se hubo de excavar profundas y largas galerías. 


A partir del año 931 aC. se produjo la división del reino palestino en dos dinastías que se repartieron el territorio (Israel y Judá). En el reino de Judá, al sur, la ciudad de Jerusalén apenas sufrió modificaciones. Algunas citas bíblicas aluden a pequeñas reformas en el Palacio de Salomón, pero la realidad es que se ignora todo lo relacionado con las actividades arquitectónicas. En cambio, en el norte, en el reino de Israel, sus reyes tuvieron que improvisar incluso la capital -cuya situación se ignora- estableciéndose, pasados unos años, en Samaria. 

Jeroboam I (931-910 aC.) se instaló en Siquem (Tell Balatah), pero en tal enclave las excavaciones no han localizado lo que pudiera haber sido palacio real; luego pasó a Penu'el (Transjordania) y, finalmente, optó por Tirsah, enclave que fue identificado por R. de Vaux -siguiendo una teoría de W. F. Albright- con Tell el-Fara'ah, cerca de Nablus. Allí se ha descubierto una importante construcción que parece no se acabó de edificar del todo. Esa circunstancia ha hecho pensar en que sus sucesores abandonaron el lugar. Sea como fuere, con Omrí (885-874 aC.) la residencia real se situó en Samaria (I Rey. XVI), lugar en el cual el propio rey adquirió una colina sobre la que levantó un edificio palacial, construido por operarios fenicios, pero siguiendo trazas asirias. Esta ciudad fue también capital con Acab (871-851 aC.) y con Jeroboam II (793-753), quienes ampliaron el palacio, añadiendo en él sus propios aposentos. Acab rodeó el recinto con una muralla con casamatas, levantando en el ángulo sudeste una potente torre-vigía cuadrangular; por el sector occidental, Jeroboam II levantó otra, pero de planta circular, a fin de proteger sus dependencias, situadas en aquel sector. También en Yizre'el existió una residencia real, tal vez Palacio de invierno de los reyes de Israel. 


Durante el exilio y su inmediata etapa posterior (587-332 aC.) no se prodigaron, obviamente, grandes construcciones; sin embargo, se sabe que Samaria fue fortificada, que Jerusalén se convirtió en indiscutible centro religioso, construyéndose en ella en el 535 aC. el segundo Templo de Yahweh, gracias al empuje de Zorobabel, un judío nacido en Babilonia, y que venía a ser copia, en pequeño, del anterior templo salomónico. Asimismo, se reconstruyó una fortaleza en la acrópolis de Lachis, con una superficie de 2630 m2, siguiendo en su arquitectura trazas sirio-hititas e incluso partas. 

Fortaleza de Herodium
Pocos fueron los monumentos palestinos de época helenística (332-68 aC.); de la misma tal vez deban destacarse la Torre Hananeel, el Mausoleo de Tobías y el Templo de Araq el-Emir (Transjordania). Durante el período herodiano (37-4 aC.) se asistió a una gran actividad constructora, según dejan ver los edificios y ambientes urbanos que el idumeo Herodes el Grande levantó en Jerusalén, Samaria, Cesarea y Jericó, además de sus fastuosos palacios construidos en la escarpada Massada y en la fortaleza de Herodium, cerca de Belén. Sobre estas construcciones destacó, sin embargo, el nuevo Templo de Jerusalén (tercer templo) -para los judíos fue siempre el segundo, esto es, "miqdash sheni"-, cuya descripción conocemos por Flavio Josefo y cuya estructura copiaba en líneas generales la del primer templo salomónico. Como es sabido, en el año 70 el templo fue incendiado por Tito, el hijo de Vespasiano, no quedando de la construcción, según había profetizado Jesucristo, "piedra sobre piedra".

Maqueta que reconstruye el "tercer" Templo de Jerusalén

La escultura y la representación humana

Son muy escasos los ejemplares escultóricos del período israelita (estatuillas de terracota de Astarté de Gezer, Gibea y Bet Shemesh), dado que la ley (Dodecálogo siquemita, Biblia) prohibía hacer imágenes talladas representando a seres vivientes para rendirles culto. Sin embargo, se labraron no pocas figuras, pues la Biblia en numerosos pasajes alude a la imagen hecha por Mikah, al "efod" de oro de Gedeón, al becerro de oro del Sinaí, a los toros sagrados de los santuarios de Dan y Betel, a la serpiente Nehushtan o a estatuas de dioses (Baal, Astarté, Molok, Kemos, Milkom); sin olvidar, por ejemplo, los magníficos querubines, esto es, esfinges aladas, de 5,25 m de altura, que realzaban el Arca de la Alianza.

El Arca de la Alianza
Para judíos, como para musulmanes, la figura humana no debe ser representada. En la Biblia ya se señala: "No hará para ti imagen de escultura ni figura alguna". Así, la prohibición ha sido seguida mayoritariamente, especialmente en lo que respecta a la escultura. En cuanto a la pintura, la tendencia es a restringir en todo lo posible la representación de figuras humanas, sobre todo en un contexto religioso. Y esta norma atiende con mayor rigor a las representaciones de Dios y a la veneración de imágenes. La presencia de Dios en una escena bíblica puede indicarse en ocasiones como una mano que desciende del cielo, un motivo que ya aparece desde hace mucho tiempo.

A pesar de esta prescripción existen ejemplos de representación humana. La sinagoga de Dura, una de las más antiguas que han sobrevivido, presenta pinturas murales con motivos humanos. Sin embargo, en algún momento esta práctica debió desaparecer, siendo muy raro que se dé en sinagogas medievales y modernas. Raras son también las ilustraciones de la Biblia y libros de oración, aunque existen excepciones como el Haggadah de Pascua y son muchos los manuscritos medievales y renacentistas iluminados. No obstante, incluso en los casos en los que se toleró la figuración en un contexto religioso, se tiende a eliminar tanto figuras como rostros humanos.

Sinagoga de Dura Europos (Siria). Pinturas al fresco. c. 247 dC.




© carlitosber.blogspot.com.ar, noviembre 20 MMXIV
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FUENTES: 
http://www.artehistoria.jcyl.es/v2/contextos/8473.htm
http://www.artehistoria.jcyl.es/v2/contextos/8473.htm
http://www.artehistoria.jcyl.es/v2/contextos/8458.htm
http://www.artehistoria.jcyl.es/v2/contextos/8459.htm
http://www.artehistoria.jcyl.es/v2/contextos/8461.htm

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