domingo, 2 de noviembre de 2014

La Segunda Guerra Mundial (2da. Parte)


Las razones del desastre
(Segunda Parte)



España, el reñidero de Europa

Los sucesos de España fueron quizás los más dramáticos de este periodo. Se desencadenaron en julio de 1936, pero sus orígenes se remontan a la proclamación de la República, el 14 de abril de 1931, a a abdicación del rey Alfonso XIII y a la intransigencia política con que los españoles de los distintos partidos políticos encararon la modernización de la sociedad ibérica.  

La España de entonces carecía de relevancia internacional. Era una sociedad arcaica, con la mayoría de la población sumida en la pobreza y el analfabetismo. La República, cuyo primer presidente fue Nieto Alcalá Zamora, debió encarar de inmediato la reforma agraria y educativa, pero tropezó con la fuerte resistencia de los grandes terratenientes y del clero, que se reflejó en la debilidad e inestabilidad de los gobiernos que se formaban en cada elección de diputados a las Cortes (parlamento).

En el primer bienio republicano dominaron los partidos de izquierda, cuyos líderes fueron entre otros Manuel Azañae Indalencio Prieto. Luego le tocó el turno a la coalición de centro-derecha hegemonizada por la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas). El gobierno fue encabezado entonces por Alejandro Lerroux. 

La fundación de la Falange Española en 1933 por José Antonio Primo de Rivera, hijo del dictador Miguel Primo de Rivera, ofreció una opción política claramente fascista. Por su parte, las agrupaciones gremiales, como la UGT y la CNT, dominadas respectivamente por socialistas y anarquistas, participaban activamente en la política a través de fuertes paros y masivos mitines. 

El ejército español no estaba dispuesto a resignar fácilmente el papel protagónico que había cumplido en los últimos años, sobre todo a raíz de la guerra con Marruecos. Tampoco los terratenientes miraban con agrado los proyectos de reforma agraria que propiciaban los políticos de izquierda. En cuanto a la Iglesia Católica española, desde el comienzo de la República fue opositora (sobre todo la la laicización de la educación, el matrimonio y registro de personas), al tiempo que desde a izquierda la acusaban de ser el puntal de la monarquía.

Toda esa efervescencia política se complicó con episodios cruentos como la sublevación de los mineros asturianos, cruelmente reprimida por el ejército en 1934. Dos años después, las elecciones generales dieron el triunfo al Frente Popular, formado por socialistas, comunistas, republicanos liberales y autonomistas vascos y catalanes, y apoyados por los anarquistas, que abandonaron el abstencionismo revolucionario. El Frente obtuvo más de cuatro millones de votos, frente a los casi tres millones que obtuvo el Frente Nacional (coalición de derechas).

El nuevo presidente de la República, Manul Azaña, y el jefe del Gobierno, Santiago Casares Quiroga, no pudieron evitar el deterioro de las condiciones políticas y una sucesión de asesinatos políticos de y otro bando, cuyo punto culminante fue el atentado que le costó la vida a José Calvo Sotelo, líder del Frente Nacional en las Cortes, prepararon el clima para que estallara en África Española la sublevación militar, que había sido cuidadosamente preparada desde tiempo atrás.

El 18 de julio el general Francisco Franco se pronunció en las islas Canarias, y el movimiento se extendió a la península. Los rebeldes se autodenominaron "nacionales"; triunfaron en Andalucía, Galicia y Castilla la vieja; mientras que los "republicanos" o "leales", retuvieron el poder en Madrid, Barcelona y Bilbao (los crentos urbanos más grandes del país). Los planes iniciales de los sublevados se frustraron por la actitud del general José Miaja, el teniente coronel Vidente Rojo y de otros oficiales que permanecieron leales a la legalidad; pero también por la enérgica y heroica reacción de los partidarios de izquierda y de los sindiatos, que se armaron en improvisadas milicias que contribuyeron activamente a reprimir el alzamiento, no obstante la indecisión inicial del gobierno republicano. 

Situación el 23 de julio de 1936 tras el fracaso parcial del golpe de Estado. En azul las zonas controladas por los sublevados

Se inició, entonces, una larga guerra civil, singularmente cruel, que concluyó en marzo de 1939 con la victoria del general Franco. Cada bando combatió con saña y heroísmo, y se sintió con derecho a imponer muerte, tortura y saqueo; aunque los "nacionales" fueron los que más veces atacaron a civiles y niños. Hubo episodios especialmente conmovedores como el infame bombardeo de Guernica por la aviación alemana; el asedio del Alcázar de Toledo, defendido por los rebeldes; los ataques sobre Madrid, defendida por republicanos y brigadas internacionales; las batallas del Ebro y de Jarama, que definieron el desenlace de la contienda.

Adolf Hitler y Benito Mussolini auxiliaron con armas y tropas a los franquistas; mientras que Francia, Gran Bretaña y EEUU le retaceaban los auxilios a la democracia y hasta bloquearon a la República para que no recibiera ayuda eficaz. Los republicanos tuvieron que recurrir a Iósif Stalin, que envió armas y asesores militares (que se preocuparon más por imponer el comunismo, combatiendo a los otros bandos del bando leal) que se pagaron con el oro del Banco de España.



Una literatura comprometida

Thomas Mann (1875-1955) 
Un aspecto interesante del decenio 1931-1939 es la intensa politización de los escritores y artistas de esa generación, que tomaron partido e inclusive combatieron por las grandes causas de la época. En efecto, la mayoría de los intelectuales siguieron de cerca los conflictos ideológicos y los acontecimientos políticos, a veces como protagonistas activos.

Las trayectoria del escritor Thomas Mann es un buen ejemplo: debido a la persecución de los judíos por los nazis, fue privado de su ciudadanía y tuvo que exiliarse en. Escribió entonces "¡Atención Europa!", alegato contra los peligros del fascismo, y luego en "Carlota en Waimar", rindió homenaje al humanismo germano, bajo la forma de biografía de  Johann Wolfgang von Goethe.

Los franceses tuvieron varios magníficos exponentes de literatura comprometida, tanto entre los pensadores católicos, como Georges Bernanos, autor de "Diario de un cura rural", que durante la guerra civil española apoyó al franquismo; como en la nueva generación literaria, en la que descolló André Malraux, que participó en las guerras civiles de China y España. En "La condición humana" (1933) evocó algunas de sus experiencias en Oriente, y en "La esperanza", ambientada en España, recordó sus vivencias como piloto de la aviación republicana. 

Chaplin en "El gran dictador"
Los intelectuales británicos también se definieron ideológicamente: Virgina Wolf se volcó decididamente a la defensa de los derechos de la mujer, mientras que su amigo del Grupo Bloomsbury, John Maynard Keynes, formulaba su "Teoría general del empleo, del interés y de la moneda" (1937).

En el cine Jean Renoir, René Clair y orson Welles, entre otros dejaron obras imperecederas. Charles Chaplin en esa época realizó "La quimera del oro", "Tiempos modernos" y "El gran dictador".


Munich y sus consecuencias

Desde 1936 empeoró la situación internacional; matizada ese año por un insólito suceso: la abdicación del rey de Inglaterra Eduardo VIII, cuyo amor por la varias veces divorciada estadounidense Wallis Simson suscitó la oposición del gobierno conservador.

En Estados Unidos, a pesar de tres años de New Deal, la economía estaba lejos aún de la prosperidad de los años 20, y, como en varios países, el rearme resultaba el mejor estímulo para recuperar las exhaustas economías.

Expansionismo nazi


Por esa época, también, la dictadura nazi impulsó una audaz política de anexión de regiones limítrofes pobladas por mayorías lingüísticas germanas para alcanzar los límites de Alemania con que soñaban los arquitectos del Reich de 100 años. En ese año Hitler repudió los acuerdos de Versalles y Locarno; ordenó la reocupación militar de Renania; y comenzó una agresiva injerencia en la política interna de Austria; que dos años después sería unificada con el Reich. Luego fue el turno de los Sudetes (en el oeste de Checoslovaquia), que Hitler logró anexionar tras la Conferencia de Munich (28 de septiembre de 1938), en la que Gran Bretaña y Francia cedieron ante el líder alemán procurando a cualquier costo provocar una guerra. Lego, el primer ministro británico Arthur Neville Chamberlain y el premier francés Édouard Daladier, volverían a pactar, por separado, con Hitler alentándolo a atacar a Stalin. 

De izquierda a derecha: Nevile Chamberlain, Édouar Daladier, Adolf Hitler, Benito Mussolini, y Galeazzo Ciano fotografiados antes de firmar los Acuerdos de Munich.

El Eje Roma-Berlín que se había consolidado gracias a las sucesivas entrevistas entre Hitler y Mussolini, se había "agrandado" con el triunfo de los fascistas en la guerra civil española y con los entendimientos con el Imperio Japonés en Oriente. Viéndose rodeado y ante la impotencia de las democracias occidentales, Stalin recibió en Moscú al canciller alemán Joachim von Ribbentrop, quien firmó el llamado "Pacto de Acero" con su par soviético Viacheslav Mólotov (23 de agosto de 1939). La Alemania nazi y la Unión Soviética no sólo se prometían "no agredirse", sino que se repartían Polonia, convertida en "prenda" de la alianza. Hitler buscaba un pretexto para empezar la guerra por el "espacio vital" de la raza aria alemana, mientras que Stalin trataba de ganar tiempo "soltándole la mano" en el frente occidental al dictador alemán, además de llevar la frontera lo más al oeste posible. 


Documental

Aunque demasiado basado en la figura de Adolf Hitler, este documental ilustra bastante en los orígenes y los movivos del nazismo.





© carlitosber.blogspot.com.ar, Noviembre 2 MMXIV
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