viernes, 28 de diciembre de 2012

El sexo en la historia (8° Parte)

Los perversos romanos
(Primera Parte)

Escena de entretenimiento sexual en Pompeya, posiblemente decoraba un lupanar

La sociedad romana era muy promiscua y liberal. Un ciudadano podía tener mantener relaciones sexuales fácilmente con su esposa en casa, con un hombre en los baños, con una prostituta en un burdel, o con un esclavo, y sólo ser criticado si no era capaz de mantener cada cosa en su lugar. La moral de la sexualidad romana giraba alrededor de la idea del control. Ser esposa, tenía más que ver con el status social. Nadie exigía a las mujeres casadas que no recibiesen visitas libremente, aunque debían mantener una serie de códigos morales y sociales determinados. En Roma, se creía que el amor disminuía la capacidad de pensamiento racional y era visto como algo ridículo. Un beso en público de un matrimonio resultaba algo indecente. La homosexualidad no era condenada, pero tenía reglas muy precisas.


Un herencia griega: Los romanos heredaron de los griegos el lucrativo negocio de los eunucos, los jóvenes castrados. En Roma se podían encontrar tres clases de eunucos: los castrati, a los que se les había extirpado los órganos sexuales; los spadones, que estaban privados de un solo testículo y podían realizar el acto sexual como "activos"; y los thibiae, que conservaban los genitales aunque inutilizados.

"Piercing" preventivo: Los romanos celosos hacían que se insertara un pasador o una especie de anillo en el prepucio de sus esclavos para impedir que tuvieran relaciones sexuales con su esposa, sus hijas y sus otras esclavas.

Casadas a los 12: El derecho romano determinó los 12 años como la edad a la que una muchacha dada por su padre a un marido se convirtiera oficialmente en "matrona", es decir, esposa honorable con todos los derechos del matrimonio. Aunque los médicos romanos sabían perfectamente que las niñas alcanzaban la pubertad, por lo general, a los 14 años, argumentaban en clave científica que la necesidad de desposarlas antes de esa etapa del desarrollo para facilitar, gracias a una relación sexual precoz, el flujo de las primeras menstruaciones. Médicos como Sorano de Éfeso, que vivió en la época de Trajano y Adriano (98 - 138 dC), creía que las niñas nacían con la vagina obturada. El matrimonio prepuberal de las mujeres fue una práctica que se extendió por todo el Imperio, y hay constancias de que alguna niñas fueron abusadas a edades tan tempranas como los 9 y los 10 años.

Esperá un poquito más, un poquito más...: Los médicos romanos desaconsejaban el coitus interruptus, ya que la retención de la eyaculación al final del coito era considerada muy perniciosa para los riñones y la vejiga del hombre; y porque, como método anticonceptivos, era inútil.

Sexo... ¡y a lavarse!: Las mujeres romanas creían que después de mantener relaciones sexuales, el semen era literalmente absorbido por la matriz. Para impedirlo y evitar el embarazo, muchas mujeres se incorporaban inmeditamente después del clímax y se lavaban presurosamente sus partes íntimas.

Lo juro por mis huevos: Ante el juez, los romanos juraban decir la verdad apretándose los testículos con la mano derecha. De esta costumbre proviene el verbo "testificar".

Tratamiento inadecuado: Los médicos consideraban la matriz femenina como una víscera más y para curar sus males aplicaban purgantes eméticos con el objeto de que la mujer vomitara.

Tres hermanas para un tirano: Julio César Germánico (12-41 dC), más conocido como el emperador Calígula, se acostaba con sus tres hermanas: Livila, Agripina y Drusila. Dos de ellas, incluso, ejercieron la prostitución en el burdel imperial, situado en el ala lateral del palacio.

Ósculos contagiosos: El segundo emperador romano, Tiberio Julio César (42 aC - 37 dC), prohibió que la gente se besase en los labios debido a una gran epidemia de pupas labiales que invadió Roma durante su reinado.

Los romanos y la interrupción del embarazo: Las prácticas abortivas estaban penadas siempre que causaran la muerte de la mujer embarazada. Si el fracaso había sido causado por una intervención quirúrgica o mecánica, como la introducción de sondas metálicas, se consideraba asesinato; y si la muerte de la mujer era causada debido a la ingesta de una pócima, la ley lo consideraba envenenamiento y, por lo tanto, un crímen.

Con las piernas fracturadas: Las rigurosas leyes de Octavio Augusto (23 - 14 aC) castigaban a los esclavos que cometían adulterio con terribles torturan que terminaban con la fractura de las piernas.

Mujeres marcadas: En el año 180 aC, Marco Aurelio reglamentó la prostitución. La mujer que la ejercía debía llevar su licencia stupri, que sería la marca de la indignidad e infamia hasta su muerte. Además de ser vigiladas por los censores públicos, las prostitutas debían pagar a éstos el impuesto vectigal, creado por el emperador Calígula, que equivalía a la octava parte de sus ganancias diarias. 

Exterior de un lupanar situado en Pompeya
El oficio más antiguo bien reglamentado: En la antigua Roma existía un amplio desarrollo de la prostitución. Catón el Viejo dice que "es bueno que los jóvenes poseídos por la lujuria vayan a los burdeles en vez de tener que molestar a las esposas de otros hombres". Las prostitutas eran educadas para la conversación y el placer, debían llevar vestimentas diferentes, teñirse el cabello o llevar pelucas amarillas y eran inscritas en un registro. En el año 1 d.C. el registro contaba con 32.000 prostitutas inscritas. Las prostitutas que estaban registradas en las listas públicas eran conocidas como Meretrices mientras que las Prostibulae ejercían su profesión donde podían, librándose del impuesto. 
Las conocidas como Ambulatarae recibían ese nombre por trabajar en la calle o en el circo mientras que las Lupae trabajaban en los bosques cercanos a la ciudad y las Bustuariae en los cementerios. Las prostitutas de más alta categoría eran conocidas como Delicatae y tenían entre sus clientes a senadores, negociantes o generales. Generalmente la mayoría de las prostitutas se podían encontrar en burdeles llamados lupanares, establecimientos que contaban con licencia municipal. También se encontraban prostitutas cerca de los circos y anfiteatros o aquellos lugares donde el sexo era un complemento de la actividad principal: tabernas, baños o posadas.

Quién veló por ellas: Las mujeres honorables siempre salían de sus casas cubiertas con un velo o un manto que hacía las veces de señal de advertencia ("cuidado, es una dama distinguida a la que no hay que acercarse so pena de graves sanciones"). La mujer que deambulaba con la cabeza al descubierto no contaba con la protección de la ley romana contra posibles agresores, que podían beneficiarse de todas las circunstancias atenuantes. durante la República (509 - 27 aC) los hombres solían divorciarse si su esposa salía a la calle sin su velo.

Prohibido ir de compras: con velo o sin él, las matronas romanas honorables salían tan poco del hogar que incluso para comprar sus prendas de vestir, se mandaba a esclavas de confianza o a mujeres mayores que ya no podían atraer las miradas de los galanes, o, incluso, a niñas muy jóvenes.

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