martes, 25 de diciembre de 2012

Apuntes de la historia

Las diez grandes revoluciones de Egipto, de los faraones a Mubarak

Plaza Tahrir de El Cairo, 8 de julio de 2011
Mientras Egipto se debate entre la implementación de la nueva constitución que el gobierno de Los Hermanos se aprestan a poner en práctica, luego de que la elección que se celebró entre el 15 y el 22 de diciembre pasado ratificó, según el oficialismo, un apoyo popular a la reforma del 64%; y los opositores, en su mayoría por movimientos de izquierda y liberales, cuestionan el resultado por el bajo nivel de participación (que no habría superado el 32% del padrón total) y organiza manifestaciones para exigir la anulación del referéndum, porque consideran que la nueva Carta Magna abre la puerta a una interpretación rigurosa del islam y ofrece pocas garantías liberales.     

Analizamos los violentos conflictos del pasado, del caos que arruinó al al Reino Antiguo al Golpe de Estado de los Oficiales Libres en 1952, Egipto ha vivido en sus 4.300 años numerosas guerras civiles, invasiones y revoluciones. Recordamos los diez momentos álgidos que han sacudido a un país que ahora busca su camino hacia la democracia.



1. UN PAÍS PARTIDO EN DOS TRAS EL REINO ANTIGUO. El Primer Periodo Intermedio de la historia del Antiguo Egipto (c. 2190 a.C - 2052 aC) es una época donde el poder está descentralizado y transcurre entre el Imperio Antiguo y el Imperio Medio. Comprende desde la Dinastía VII hasta medidos de la Dinastía XI, cuando Mentuhotep II reunificó el país bajo su mando (c. 2040 a. C.). Durante el reinado de Pepy II, faraón de la dinastía VI, la situación política se deterioró gravemente. La grandes concesiones económicas de los faraones al clero y el incremento de poder de los nomarcas y caciques locales, habían debilitado a la monarquía y sus instituciones. Aunque los textos históricos son muy escasos, y parece existir un cierto caos político y social, que a veces resulta exagerado, no parece demostrada la ruptura generalizada de los nuevos gobernantes con el anterior poder real.

"Los Lamentos de Ipuur" es uno de los escasos documentos conservados que describe ésta época de reyes desacreditados, invasión asiática del delta del Nilo, desórdenes revolucionarios, destrucción de archivos y tumbas reales, ateísmo y divulgación de secretos religiosos. Es la crónica del hundimiento del viejo orden:
"Aquel que estaba enterrado como Halcón (el faraón, Horus, halcón, de Egipto) es arrancado de su sarcófago [...] El secreto de las Pirámides ha sido violado [...] Mira como unos forajidos han conseguido dejar la tierra sin realeza [...] El ureo (serpiente, símbolo del Delta) ha sido expulsado de su guarida [...] Los secretos del Alto y del Bajo Egipto circulan por las plazas [...] Observa como la Residencia (Menfis, corte real en el Reino Antiguo) se halla acosada por la penuria."


2. LA HEREJÍA DE AJ-EN-ATÓN. Ocho siglos más tarde, tras el desfile de dinastías, glorias y quebrantos, llegó al trono uno de los personajes más singulares de la historia egipcia, Aj-en-Atón, un iluminado que se embarcó en una revolución religiosa monoteísta. Enamorado de Atón, al que no percibió como simple representación del disco solar sino como estrella de la que procedían la luz y el calor que daban vida a la tierra; le creyó el ente superior que actuaba directamente, creando la tierra, vivificando a los hombres y haciendo crecer a las plantas. ¿Para qué se necesitaba esa caterva de dioses especializados en esos menesteres? ¿Para qué sus sacerdotes? Su himno a Atón es una de las piezas maestras de la poesía del Reino Nuevo:
"Bello es tu amanecer en el horizonte del cielo.
¡Oh Atón vivo, príncipe de la vida!
Cuando tú te elevas en el lejano horizonte
Llenas todas las tierras con tu belleza"
Ajenatón, como esfinge oferente, ante el disco solar, símbolo de Atón.
El Faraón proclamó a Atón como deidad única, rompió con el clero de Amón y, para distanciarse del pasado, erigió una nueva capital, Akhetatón (Horizonte de Atón, hoy Tell el Amarna), donde se estableció con su esposa, la bella Nefertiti, sus hijas, sacerdotes y cortesanos. Dedicado a la mística, descuidó el gobierno: los enemigos perforaron sus fronteras y permitió que sus aliados mitanios fueran aniquilados, lo cual habría de lamentar Egipto durante un siglo. La revolución se extendió a lo largo de todo el Nilo: los fanáticos de Atón pululaban por doquier con martillos y cinceles borrando los nombres de las demás deidades y asesinando a sus seguidores. El sacerdocio de Amón, a su vez, socavaba los cimientos del trono y buscaba sucesores.

Muerto a la temprana edad de 37 años, con él se extinguió el culto a Atón y, enseguida, su dinastía, la XVIII, cerrada con un rey niño, Tut-anj-Amón y con un general, Horemheb, un salvador ambicioso. Nada nuevo bajo el sol.


3. LA PRIMERA HUELGA DE LA HISTORIA. La herejía amarniana dejó tocado Egipto y, aunque aún gozó de momentos de gran prosperidad, entró en declive, pese a lo cual el gran faraón de la XX dinastía, Ramsés III, parece que aniquiló a los Pueblos del Mar, que habían causado grandes convulsiones en el Mediterráneo oriental. Pese a ello, las fuerzas del reino no alcanzaban a todo y en esa época se documenta la primera huelga conocida de la Historia.

Los artistas y obreros de la necrópolis real -en cuyo trabajo se advierte la progresiva tosquedad de relieve, escultura y pintura que comenzaba a afectar al arte egipcio-, hartos de que se les escatimaran provisiones y salarios, abandonaron hacia 1170 a.C. el tajo y plantearon airados sus protestas: “Hemos venido aquí empujados por el hambre y la sed. No tenemos vestidos, no tenemos aceite, no tenemos pescado, no tenemos legumbres. Enviad comunicados al Faraón, nuestro buen señor y escribid al visir nuestro jefe a fin de que se nos procure víveres”.

Templo de Ramsés III en Medinet Habu.
Su reclamación logró que se les pagara el mes anterior, pero como no cobraran el presente, pararon y protestaron nuevamente, logrando que se pusieran al día. Con todo, se repitieron los impagos. Volvieron a salir de las necrópolis y, encarándose con la policía, declararon: “No nos marcharemos, decídselo a vuestros jefes. No hemos franqueado los muros sólo a causa de nuestra hambre: hemos venido a decir cosas importantes. En verdad, aquí, en vez del Faraón, lo que hay son sinvergüenzas”.

Se desconoce el final del conflicto, pero las huelgas continuaron intermitentemente, complicadas con un conflicto entre la Administración civil y la religiosa. En tal clima se fraguó la conspiración en el harén de Ramsés III y el asalto a su palacio de Medinet Habu -cuyo magnífico templo aún pueden visitar los turistas- que le costaron la vida al faraón, hacia 1166 aC.



4. ALEJANDRO, EL HIJO DE AMÓN. Egipto había sufrido dominaciones más o menos largas de diferentes pueblos. No fue el caso de los griegos, que se presentaron como libertadores del yugo persa y, para mayor hermanamiento, al genial Alejandro se le ocurrió convertirse en hijo del dios Amón.

Viajó 700 kilómetros por el desierto hasta el oasis de Siwa, cerca de la frontera de la actual Libia, donde se hallaba un oráculo de Amón-Zeus que ya entonces era famoso en todo el mundo griego y luego lo sería en el romano, como Amón-Júpiter. En el camino, tras fundar Alejandría, sufrió varios avatares y prodigios que demostraron la predilección del dios hacia él. Llegado a Siwa, subió a la colina de Aghurmi, donde se hallaba -y se conserva- el templo de Amón; allí le recibió el sumo sacerdote, junto con el que asistió a la procesión del dios, cuya refulgente estatua era llevada por ochenta sacerdotes. Cumplidas las rituales abluciones y acompañado únicamente por el sumo sacerdote, Alejandro subió hasta el templo donde se hallaba el oráculo del dios:
"-Dime, oráculo de Amón, ¿quién fue el asesino de mi padre?
-No puedo decírtelo, ¡oh rey!, porque tu padre no ha muerto.
-Mi padre, Filipo de Macedonia, fue traidoramente asesinado ¿Cómo puedes decir que mi padre vive?
-Porque tú eres hijo del dios Amón; él te concederá la victoria sobre tus enemigos."
Oráculo de Siwa, mandado contruir por Nectanebo II
Eso fue todo. Alejandro ofreció sacrificios y ordenó la edificación de un nuevo templo en cuyos restos se conservan todavía vestigios de su adopción como hijo de Amón. Luego el caudillo siguió su marcha hacia Oriente, dejando una guarnición macedonia que gobernó en su nombre. Egipto asumió la soberanía griega que, a su vez, se egiptizó, manteniéndose tres siglos en el poder, hasta que llegó Roma.


5. LAS TRES DESTRUCCIONES DE LA BIBLIOTECA DE ALEJANDRÍA. Una de las aportaciones del genio griego a Egipto fue la Biblioteca de Alejandría, erigida por el faraón Tolomeo Soter, en el año 306 a.C. en el centro de la ciudad, junto al palacio real, el teatro y los templos de Serapis y Saturno. Un paseo porticado la unía al museo -Templo de las Musas-, que atesoraba esculturas y pinturas griegas. En aquel templo de la sabiduría pudieron consultarse durante siete siglos las obras de los autores grecolatinos, muchas de las cuales se han perdido y en él trabajaron y enseñaron poetas, filósofos, traductores y científicos famosos: Aristarco de Samos, Euclides, Eratóstenes, Apolonio o Aristófanes. Allí nació la crítica de textos, la primera idea escrita de catalogación bibliográfica, un sistema de archivos que se exportó y perduró y allí se vertió al griego la versión del Antiguo Testamento conocida como De los Setenta.

En su apogeo, a mediados del siglo I a.C., la Biblioteca contaba con 700.000 libros, papiros y pergaminos, al punto de que hubo de ampliarse con un anexo en el Serapeion -templo de Serapis, adaptación griega de Apis-. Eso fue posible gracias a la continuidad histórica del apoyo real, a la reunión y clasificación allí de innumerables papiros procedentes de los milenarios templos y a que Alejandría era el principal puerto comercial del Mediterráneo, por lo cual la Biblioteca, con corresponsalías en todo el Mare Nostrum, recibía información y copias de cuanto de interés se producía. Por disposición real, todos los libros que llegaban a la ciudad en el equipaje de los visitantes eran revisados en la Biblioteca y los de interés se compraban, entregándose al propietario una copia certificada.

Izq. Biblioteca de Alejandría. Der. Hypatia de Alejandría (según Rafael)
Tal maravilla sufrió tres destrucciones. La primera, durante la guerra entre César y Ptolomeo XIII, el hermano de Cleopatra, en el 48 a.C. Fue restaurada por Cleopatra y su enamorado Marco Antonio expolió 200.000 pergaminos en la Biblioteca de Pérgamo, otro de los grandes centros del saber de la época. Hubo una segunda destrucción hacia el siglo II d.C. a causa de un incendio y la definitiva tuvo lugar a finales del siglo IV en pleno ocaso imperial romano, en las luchas entre cristianos y paganos, en la que, también, fue asesinada Hipatia de Alejandría, la gran filósofa neoplatónica, última gran figura del saber alejandrino.


6. LLEGAN LOS ÁRABES. En septiembre de 642, el caudillo árabe ‘Amr ibn al-’Âs finalizó la conquista de Egipto, constituyendo un hito fundamental de la expansión del Islam por la ribera sur del Mediterráneo y la Península Ibérica y marcando el definitivo ocaso bizantino en África. La campaña del pequeño ejército musulmán comenzó en el año 639 con la conquista de Pelusium -la faraónica Per-Amon, próxima a Port-Said- en el litoral mediterráneo. Batió después a los bizantinos en el Delta y remontó el Nilo mientras era reforzado. Sometió a las pequeñas guarniciones de Heliópolis y aldeas próximas, cercando la fortaleza de Babilonia, el gran bastión bizantino en el interior de Egipto.

Erigida por Roma y bien mantenida por los bizantinos, hubiera podido resistir mucho tiempo, pero su gobernador capituló después de siete meses de asedio, juzgando que Bizancio no les socorrería. A partir de Babilonia crecería la Ciudad de El Cairo, quedando el emplazamiento de la antigua fortaleza en lo que actualmente es el barrio copto.

‘Amr ibn al-’Âs sitió Alejandría. Sus posibilidades de conquistarla eran nulas, pues disponía de abundantes defensores y un puerto por el que podía recibir refuerzos y víveres sin que él pudiera evitarlo, pero la desmoralización bizantina era tal que, tras una tregua de once meses, autoridades y tropas la evacuaron, comprometiéndose el caudillo árabe a respetar vida, hacienda y credo de la población a cambio de tributos. El país quedó sometido por acuerdo, es decir, como tierra de tratado y no por conquista, lo que implicaría que la población recibiría un trato preferente.

El escaso número de los conquistadores, el trato vejatorio que los bizantinos dispensaban a los coptos -la mayoría de los egipcios- y sus aniquiladores impuestos hizo que los nuevos dueños fuesen bien recibidos. Las cosas cambiarían sin tardar mucho: subirían drásticamente las cargas, igualando a las de Bizancio y, paulatinamente, comenzarían las habituales limitaciones impuestas por el islam a los cristianos de los territorios conquistados.



7. ESCLAVOS AL PODER: LOS MAMELUCOS. No fue Egipto un territorio dócilmente sumiso a los califas. Primero, se resistieron a pagar los tributos exigidos por el Califa; luego, los sultanes egipcios se proclamaron independientes, a veces con éxito.

Mayor complicación supuso la llegada de los fatimíes, familia chiíta que había levantado la bandera califal en el norte de África -Marruecos-Túnez- y, en el siglo X, conquistó Egipto. Aunque evolucionó hacia el sunnismo mayoritario en su nuevo epicentro de poder. Dos siglos duró su dinastía, durante la cual el país alcanzó uno de los momentos más prósperos y culturalmente más brillantes de su trayectoria islámica.

Las cruzadas conmocionaron toda la religión y una de sus consecuencias fue el ocaso fatimí ocasionado por Saladino. En el crepúsculo de su dinastía comenzó uno de los períodos más largos y confusos de la historia del Egipto musulmán: los esclavos de la guardia, los mamelucos, desempeñaron el poder o, a la manera de los pretorianos romanos, elevaron y derribaron reyes hasta fundar dinastías propias. El Cairo compró decenas de miles de esclavos para convertirles en soldados, en la espada del trono.

Al cabo de tres siglos, en 1517, la Sublime Puerta convirtió Egipto en una provincia otomana, pero los mamelucos siguieron en el machito. El país fue gobernado por un Diwan (asamblea) y por 25 beyes que administraban las regiones: todos mamelucos que, frecuentemente, optaban por desobedecer las órdenes del bajá enviado por Constantinopla. El conflicto alcanzó su cota más alta en 1766, cuando, encabezados por Ali Bey, se negaron a pagar tributo, expulsaron al bajá y derrotaron al ejército turco que acudió a reprimirles.

Matanza de mamelucos en El Cairo, en 1811, ordenada por Ali Pachá.
Los mamelucos fueron quebrantados por Napoleón en la Batalla de las Pirámides y en la serie de expediciones organizadas en su persecución. Con todo, cuando los franceses tuvieron que irse, unos 12.000 mamelucos, mayoritariamente antiguos esclavos de origen circasiano, volvieron a intentar el asalto del poder, siendo asesinados a mansalva en 1811.


8. LA INVASIÓN NAPOLEÓNICA. La expedición francesa a Egipto iniciaba una fabulosa marcha hacia la India para quebrar el poder británico. Venció a los mamelucos y avanzó hacia Siria hasta que la peste y las guarniciones otomanas la frenaron. La empresa hubiera sido un rotundo fracaso si Bonaparte no la hubiera concebido, también, como una empresa civilizadora de la Francia revolucionaria y enciclopedista.

En la expedición figuraban 167 científicos, humanistas y artistas, un equipo multidisciplinar encargado de la doble misión de llevar a Egipto el progreso europeo y de conocer el país y la civilización faraónica. Desde su llegada, en 1798, hasta la capitulación y regreso a casa, en 1801, los franceses montaron imprentas, editaron periódicos, construyeron máquinas con las que realizaron numerosas obras públicas. Organizaron una biblioteca en la que entraba todo el que quisiera utilizarla; junto a ella, operaba un observatorio astronómico y en el mismo recinto trabajaban los naturalistas que dibujaban y clasificaban mamíferos, insectos, aves y peces. Los franceses enseñaron física, química, artes gráficas, dibujo, botánica, mecánica, carpintería… El renacimiento egipcio se inició a partir de entonces y aunque haya interpretaciones controvertidas, no se discute que la expedición napoleónica permitió a Egipto contemplar fugazmente un tipo de sociedad avanzada a la que merecía la pena incorporarse.

Batalla de las Pirámides,  a 27 km de El Cairo.
La labor de la misión francesa se hubiera olvidado sin la previsión napoleónica de que debería componerse una enciclopedia sobre Egipto. Un centenar de personas trabajó en la compilación y clasificación de cuanto lograron saber en todos los aspectos: religión, gobierno, cultura y vida cotidiana, geografía, historia natural, arqueología, cartografía. Su resultado, unido a los dibujos de los artistas de las diversas especialidades, fueron la base de la Description de l’Egypte, fantástica obra que no sólo permite conocer el Egipto de la época, sino la existencia de numerosos monumentos hoy desaparecidos. Pero lo más recordado de aquella aventura es la Piedra de Rosetta, indisolublemente unida a Francia, pues no sólo la descubrió sino que un francés, Champollion, lograría descifrar los jeroglíficos a partir de las claves halladas en ella.


9. LA REVOLUCIÓN DEL CANAL. Para restablecer su posición en Egipto, mandó la Sublime Puerta, en 1803, un ejército a las órdenes de Mohamet Ali, uno de sus generales, que terminó con los mamelucos y extendió el poder egipcio, ejercido en nombre de la autoridad otomana, por Nubia y gran parte de Arabia. El poderoso bajá, con autonomía casi absoluta, mejoró las infraestructuras, arbitró tributos más justos, logró cierta prosperidad comercial y organizó un potente ejército. En 1831, habiendo entrado en confrontación con Constantinopla, Mohamet Ali invadió Siria, batió a los turcos y se apoderó de gran parte del Próximo Oriente, y sólo la llegada de un ejército ruso en auxilio del Imperio otomano frenó sus ambiciones y le redujo al poder en Egipto.

La confrontación, que tuvo episodios posteriores, le permitió establecer, de hecho, una monarquía hereditaria, supeditada a Constantinopla pero con enorme autonomía. Estaba naciendo el Egipto moderno, labor continuada por sus sucesores, que reinaban con el título de Jedive y, cada vez, con mayor autonomía del Imperio otomano. En 1863 llegó al trono Ismail. Un jedive que lograría la inmortalidad al escuchar a su amigo Fernando de Lesseps el proyecto del Canal de Suez. Para conseguir dinero, trataron de implicar a Gran Bretaña, pero el imperio juzgó insensata la obra y, en todo caso, inútil. Hasta que el Canal fue inaugurado y comenzó a funcionar. Entonces deseó conseguirlo: boicoteó su funcionamiento hasta obligar al jedive Ismail, empeñado por la obra hasta las cejas, a venderle sus acciones. Londres controló el Canal y al jedive le quedó como consuelo que se le diera su nombre a la ciudad más importante de su trazado, Ismailía.

Pero en pleno auge imperial, Inglaterra necesitaba más: asegurarse el control político y la seguridad del Canal, pieza clave en su estrategia en la India, Asia y África. Así, aprovechando un golpe militar que estalló a causa de la desesperada situación económica del país, su flota bombardeó Alejandría y desembarcó tropas… Egipto quedó convertido, de hecho, en una colonia británica con cierta autonomía administrativa, pero a efectos de defensa y política exterior su dependencia era absoluta de un alto comisario enviado por Londres.


10. LOS OFICIALES LIBRES. La presencia británica, aparentemente atenuada tras la victoria anglo-egipcia contra los integristas del Mahdi, era, en realidad, una piedra de molino atada al cuello de los egipcios: antes de la Gran Guerra, 235.000 extranjeros poseían la mitad de los recursos del país. Contra el abuso surgieron movimientos integristas, panarabistas y nacionalistas liberales, como el Wafd, de Saad Zaglul, que negoció, en 1918, la independencia del país. Pese a eso, los británicos se guardaron atribuciones militares y el control del Canal. De hecho, en defensa del Canal libraron los ingleses una prolongada lucha con Turquía y, en la Segunda Guerra Mundial, ante el avance germano-italiano desde Libia, el país volvería a quedar bajo control militar británico. Tras la guerra se fueron los británicos, aunque aún no del todo, pues continuaron en Canal.

Salvo esa excepción, a partir de 1945 Egipto sería independiente, pero sobre él pesaban graves problemas -superpoblación, atraso, inmenso campesinado sin tierras, agitación integrista de los Hermanos Musulmanes, conservadurismo de la monarquía de Faruk, entregado a gobiernos dictatoriales, marginando del poder al mayoritario Wafd- que le convirtieron en una bomba, detonada por el conflicto con el recién nacido Estado de Israel (1948).

El Ejército, muy infiltrado de corrientes nacionalistas y panarabistas, no asimiló la derrota. Culpó a la monarquía de su atraso y de su penuria y, en 1952, el movimiento de los Oficiales Libres dio un golpe de Estado que derribó a Faruk, proclamó la república y elevó a la presidencia al general Naguib.

Poco después se manifestaría el auténtico líder, el coronel Gamal Abdel Nasser, que ganó la presidencia y gobernó dictatorialmente hasta su muerte, en 1970. Le sucedió otro oficial libre, el general Annuar el Sadat, que prolongó la dictadura hasta su asesinato en 1981. Llenó su vacante un nuevo general, Hosni Mubarak, cuya tentación, tras treinta años de poder, era fundar una dinastía republicana, legando la presidencia a un hijo… Demasiado, incluso, para un país tan paciente que ha soportado seis décadas de dictadura militar.

Annuar el Sadat (izq.), Hosni Mubarak (ctr.), Abdel Nasser (der.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario