Los griegos ya lo inventaron
(2da. parte)
Seguimos conociendo las curiosidades y anécdotas más picantes de la cultura helena.
Voces pudorosas: Los griegos, que en determinadas circunstancias sentían cierto pudor ante la exhibición de sus partes nobles, recurrieron a diferentes eufemismos para referirse a los órganos genitales. Éstos son algunos: tà aidoîa, “las vergüenzas”; tà apórreta, “lo que no se nombra”; tà artha, “las partes”; y tà aphrodisia, los órganos de Afrodita.
¡Qué cirio!: En las fiestas populares de Dionisos, las llamadas pallephoria, se sacaban en procesión un enorme falo que era seguido por una comitiva de devotos. Cada participante sujetaba a su vez un miembro viril de menor tamaño, como si fuera un cirio.
Perlas aristotélicas: Aristóteles (c. 381-322 aC) consideró la naturaleza femenina como un defecto natural. Bajo este argumento misójino sijo, entre otras, cosas tan erróneas como las siguientes:
El cerebro del hombre es más grande que el de la mujer y el cráneo masculino cuenta con un mayor número de suturas, para que el cerebro respire con mayor facilidad.
- El cuerpo de la mujer está incompleto, y carece de semen, como el de un hombre estéril.
- La mujer envejece más rápido que el hombre, porque su cuerpo es más pequeño y, por lo tanto, “todo lo que es pequeño llega más rápido a su fin, tanto en las obras artificiales como en los órganos naturales”.
- La carne masculina es compacta y la de la mujer, porosa y húmeda. Esto explica por qué los senos de la mujer, comparados con los regios músculos pectorales del hombre, aparecen como hinchazones esponjosas, pero inevitablemente blandos; y también por que se vuelven fláccidos tan pronto.
- La sangre menstrual es un residuo alimenticio debido a la falta de calor en el cuerpo masculino: “en un ser más débil debe producirse necesariamente un residuo más abundante cuya cocción sea menos acabada”.
- El esperma masculino es cocido en el cuerpo del hombre a partir de la sangre y su equivalente en la mujer es la sangre menstrual, un licor que no ha sufrido dicha metamorfosis.
- Los testículos sólo sirven de contrapeso al pene erecto.
- El padre y no la madre es quien introduce el alma sensitiva en el embrión, así como su forma y género. El hecho de que un hijo varón se pareciera a su madre y a los antepasados de ésta puede explicarse por un fracaso en la transmisión de la forma del padre debida a la astenia o la vacilación de su potencia. Aristóteles tacha de monstruos a los varones que no se parecen al progenitor.
- Las mujeres no sufren hemorragias nasales di hemorroides porque las venas son menos vigorosas que las de los hombres.
- La mujer no razona, cambia de opinión fácilmente, no cumple con su palabra, grita y llora con facilidad. El hombre, por el contrario, razona y aplica la lógica debido a que piensa con la cabeza; ellas no razonan porque piensan con la matriz, la hystera (de este vocablo deriva el concepto de histeria femenina).
La batalla de la transformación: La guerra entre Esparta y Atenas hizo estragos en los matrimonios atenienses y en la forma de vivir el sexo. Muchas mujeres encontraron calor y afecto en los varones que no habían ido a la guerra, cayendo así en el adulterio. Hipócrates calificó este comportamiento como una histeria patológica desencadenada por una insatisfacción sexual: el útero no está regado de esperma con la frecuencia debida, lo que provoca una terrible presión de la sangre en las partes altas del cuerpo. Esta congestión, siempre en palabras del erudito, pone a flor de piel los nervios y las crisis de ansiedad entre las esposas. En los casos graves, el remedio era saciar el apetito erótico o desposarse. Pero no menos inquietante era el inexplicable síndrome en que habían caído presos los atenienses derrotados. En ausencia de la compañía femenina, los soldados se habían acostumbrado a dos formas de sexualidad: la prostitución y la homosexualidad.
Un recorrido por las casas de citas: En el barrio bajo y en las calles de El Pireo se concentraba la mayor cantidad de burdeles para satisfacer los deseos de las clases más bajas. Sólo Corinto, cuyo culto a Afrodita se asociaba con la explotación de un burdel, ganó en fama al submundo de Atenas. Estrabón, que vivió en tiempos del emperador romano Augusto, asegura que en el templo de Corinto, ejercían su oficio más de un millar de prostitutas. lo que en un principio era un acto sagrado hacia la diosa del amor se convirtió en una fuente de ingresos para la ciudad, ya que era un punto de atracción para forasteros y marineros que gastaban enormes cantidades de dinero por contar con sis servicios.
Sombra aquí, sombra allá...: Demetrio de Falero, gobernador de Atenas en nombre de Casandro, rey de Macedonia, hacia el año 317 aC, llevaba una vida licenciosa; ya que era aficionado de organizar orgías secretas con mujeres y jovencitos. cuentan los cronistas que fue un hombre obsesionado con su aspecto personal, que se teñía de rubio y se maquillaba para estar siempre muy atractivo.
¿A dónde vas con ese atributo?: la primera referencia de un piropo la encontramos en la cultura helena. Al pasar cerca de una mujer hermosa, los griegos decían en voz alta eupygía, vocablo con el que se alababa una linda cola.
La habitación del encierro: En la residencia de un griego acomodado existía una parte de la casa destinada en forma exclusiva a las mujeres, que recibió el nombre de gynaikonîtes o gineceo. Se trataba de una habitación donde la esposa vivía en un encierro casi perpetuo a salvo de las miradas de los otros hombres. El gineceo normalmente no tenía ventanas a la calle y en algunas ocasiones el acceso estaba custodiado por un perro feroz. Salvo en determinadas oportunidades, como las fiestas religiosas, bodas y funerales, la esposa no salía libremente de su encierro doméstico hasta que alcanzaba una edad en la que "viéndola por la calle; un hombre no se preguntaba de quén es esposa, sino de quién es madre".
Anticonceptivo masculino: En el siglo I aC, el médico Discórides ideó un anticonceptivo masculino: aconsejaba a los hombres que tomasen durante 36 días exactos de una especia de madreselva, la lonecera periclymenum, para lograr un estado transitorio de esterilidad.
Una analfabeta en la casa: El hombre griego prefería que su esposa fuera inculta e ignorante. Las únicas mujeres instruidas em los problemas del mundo y que podían mantener una conversación que versara más allá de los chismorreos y comentarios domésticos eran las heretas. El aislamiento y la ignorancia en que vivían sumidas las damas de buena posición en la Grecia clásica queda asentada en un pasaje de Plutarco donde uno de los enemigos del rey Hieron I, tirano de Siracusa (446 aC), se burla de su mal aliento. El monarca, desconocedor de su problema de halitosis, fue inmediatamente a los aposentos de su mujer para reprocharle que nunca le hubiese advertido lo mal que olía. La reina completamente perpleja, le respondió: "pensé que todos los hombres olían así".
Las chicas del cruzado mágico: En la época clásica, las mueres acomodadas y elegantes usaban una banda de tela llamada strophion que resaltaba la forma de los pechos y hacía las veces de corpiño. Algunos autores sostienen que las griegas fueron las primeras que usaron el cruzado mágico, unos sensuales tirantes en X que volvían locos a los hombres.
Esta noche, ¡fiesta de remeras mojadas!: En Lesbos, Baslis y otras polis griegas se celebraban concursos de belleza que tenían significado ritual: certámenes de lucha libre entre bellos jovencitos y muchachas provocativas; y bailes en los que las danzarinas actuaban con prendas transparentes o mojadas, e incluso desnudas.
Me quiere, no me quiere: Los griegos no deshojaban margaritas, como hacen hoy día los enamorados, para saber si eran correspondidos por la persona que amaban. En su lugar, ponían en la palma de la mano un pétalo de ciertas flores -teléfilon- y lo palmeaban levemente con la otra. Si la palmada era sonora, había posibilidades de conquista; si no se oía, era mejor desistir.
Esta noche, ¡fiesta de remeras mojadas!: En Lesbos, Baslis y otras polis griegas se celebraban concursos de belleza que tenían significado ritual: certámenes de lucha libre entre bellos jovencitos y muchachas provocativas; y bailes en los que las danzarinas actuaban con prendas transparentes o mojadas, e incluso desnudas.
Me quiere, no me quiere: Los griegos no deshojaban margaritas, como hacen hoy día los enamorados, para saber si eran correspondidos por la persona que amaban. En su lugar, ponían en la palma de la mano un pétalo de ciertas flores -teléfilon- y lo palmeaban levemente con la otra. Si la palmada era sonora, había posibilidades de conquista; si no se oía, era mejor desistir.
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