sábado, 22 de diciembre de 2012

Apuntes de la historia

A 40 años del "Milagro de los Andes"


El 22 de diciembre de 1972 fueron rescatados los 16 supervivientes de un avión estrellado en la Cordillera de los Andes después de haber estado 72 días aislados del mundo. Tras intentar subsistir con los escasos alimentos que tenían a la espera de ser salvados, su esperanza se desvaneció al enterarse por radio que se había abandonado su rescate. Finalmente hastiados del incesante goteo de muertes de sus compañeros, dos de ellos decidieron cruzar las inmensas montañas para tratar pedir ayuda. Así es como consiguen ser rescatados, al encontrarse el 20 de diciembre con un arriero del lado chileno de la cordillera. El mundo entero se estremecía y la noticia del "Milagro de los Andes" recorría el globo.


El "Milagro de los Andes" en las portadas de los diarios argentinos de la época

Accidente aéreo en la Cordillera

El 13 de octubre de 1972 un Fairchild 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya charteado por el Old Christians Rugby Club, un equipo de rugby formado por ex alumnos de entre 18 y 23 años de un colegio religioso de Montevideo, que iban a Santiago de Chile para disputar un partido contra el Old Boys de esa ciudad, se estrelló contra las montañas y se precipitó junto al Glaciar de las Lágrimas a más de 3.500 metros sobre el nivel del mar.

Piloteada por el coronel Julio César Ferradas, la nave había partido del aeropuerto mendocino de El Plumerillo y tenía previsto pasar por el Paso del Planchón para cruzar el macizo andino. Sin embargo, las pésimas condiciones climáticas confundieron a Ferradas, que al entrar en una turbulencia chocó contra una montaña perdiendo la cola y las alas del avión, antes caer por una larga pendiente nevada entre el volcán Tinguirica y el cerro Sosneado, en pleno corazón cordillerano.

De los 45 ocupantes de la aeronave, 13 personas fallecieron inmediatamente en el accidente y otras cuatro murieron en esa misma noche, entre ellos el piloto Ferradas y casi la totalidad de la tripulación. Después de ello, usando los restos golpeados del fuselaje como refugio, los veintiochos sobrevivientes lucharon por mantenerse vivos en una geografía hostil de hielos traicioneros, temperaturas extremas, con escasos víveres y sin elementos de abrigo.

Una de las pocas fotos sacadas por los sobrevivientes durante los 72 días que debieron esperar en las montañas


En el Valle de las Lágrimas

Al siguiente día de la tragedia, la vida de tres de los supervivientes todavía pendía de un hilo. Entre ellos Fernando Parrado, quien había estrellado su cabeza contra el porta equipajes y tenía una fractura de cráneo agravada por un edema cerebral. Milagrosamente, Parrado terminaría recuperándose y sería uno de los pilares del grupo de sobrevivientes que lograría salir de la cordillera andina más de setenta días después.

En los primeros día que siguieron al choque, Marcelo Pérez fue el encargado de organizar a quienes habían resultado ilesos para ayudar a los heridos y despejar el fuselaje, y usarlo como refugio nocturno hasta que los rescataran. Pérez, que era el capitán del equipo de rugby, confiaba en que los rescatistas ubicarían rápidamente el avión.

Pero no fue así. Los datos que tenía la torre de control de Santiago de Chile eran erróneos. El piloto había dicho que iban en dirección este-oeste en territorio chileno cuando, en realidad, la aeronave nunca había salido del lado argentino de la Cordillera. La fuerza aérea chilena sobrevoló la zona que coincidía con las últimas coordenadas informadas por el piloto uruguayo durante ocho días, hasta que el sábado 21 de octubre se dio por suspendida la búsqueda.

Dos días después, Gustavo Nicolish escuchó la noticia en su radio portátil a través de una emisora chilena. Aquel fue un golpe demoledor en la moral de los sobrevivientes, que comprendieron que desde entonces su salvación dependería exclusivamente de ellos y de su fuerza de voluntad para sobreponerse a la adversidad.

Valle de las Lágrimas, Mendoza, Argentina


Decididos a vivir   

El domingo 22 de octubre los sobrevivientes tomaron una de las decisiones más trascendentales de su epopeya: reunidos en el interior del fuselaje coincidieron en que debían utilizar los restos de los muertos como alimento, ya que los víveres estaba a punto de acabarse y la montaña era un páramo de roca y hielo. 

Por aquellos días, también, empezaron a hacer expediciones fuera del campamento, En un primer momento, tuvieron por objetivo localizar la cola del avión -en la que suponían, estaba la batería que haría funcionar la radio de la cabina del piloto-. Numa Turcatti, Daniel Maspons y Gustavo Zerbino fueron los elegidos para emprender esa primera salida. En su camino encontraron los cuerpos de los que habían caído del avión y regresaron dos días después sin encontrar la cola de la nave. Más tarde, comenzaron a buscar una salida hacia el oeste, porque creían erradamente que, al encontrarse, supuestamente, en territorio chileno, las distancias para descender la cordillera serían menores en esa dirección, cuando en realidad sucedía al contrario. 

Otra foto tomada durante los 72 días que sobrevivieron en Los Andes


El alud de nieve

En las últimas horas del domingo 29 de octubre, cuando ya habían pasado más de dos semanas desde el accidente, una nueva tragedia sacudió al grupo. Durante la noche, mientras dormían, un alud se precipitó desde lo alto de las montañas y sepultó casi por completo los restos del Fairchild. Sólo uno de los supervivientes no quedó cubierto por la nieve, Roy Harley, quien desesperadamente comenzó a cavar con sus propias manos para rescatar a sus compañeros. Ocho personas murieron aquella noche del alud, entre ellas Marcelo Pérez, el capitán del Old Christians y líder del grupo hasta entonces.

Los días que siguieron al alud envolvieron a los sobrevivientes en un ambiente oscuro y aterrador. Un fuerte temporal de viento y nieve no los dejaba salir del fuselaje y tuvieron entonces que comer la carne de los muertos más recientes, aquellos con los que hasta hacía unas horas compartían las esperanzas de sobrevivir. Recién el miércoles 1° de noviembre pudieron salir, quitar la nieve del interior del avión y sacar los cadáveres, para apilarlos junto con los demás muertos.



La última oportunidad

A principios de noviembre, aunque el verano de avecinaba, las fuerzas se desvanecían. Se decidió una nueva expedición hacia los verdes valles de Chile, que no debían estar lejos. Fernando Parrado, Roberto Canessa y Antonio Vizintín fueron los elegidos para emprender la aventura. Durante un mes se preparó minuciosamente la misión, que no podía fallar. Tejieron una gran colcha para que los expedicionarios se protegieran del frío en las noches, se prepararon raciones de carne y se les cedió las partes más cómodas y menos frías del fuselaje para dormir las noches previas, para que estuvieran en las mejores condiciones físicas posibles.

El la mañana del martes 12 de diciembre, un día después que Numa Turcati -que también había sido elegido para integrar el grupo expedicionario- falleciera por la infección que le causó una herida en la pierna que sufrió la noche del alud, el trío emprendió la marcha rumbo al poniente. 

Durante los dos primeros días, en forma lenta y penosa, el trío subió la empinada ladera de una altísima montaña detrás de la que soñaban ver los valles chilenos. Sin embargo, sólo alcanzaron a divisar más picos nevados, enormes glaciares y laderas rocosas. Sabiendo que el camino que les quedaba sería mucho más largo del planificado, Parrado y Canessa decidieron enviar de regreso a Vizintín y repartirse entre ellos su ración de carne. 

El domingo 17 de diciembre, cuando ya llevaban cinco días caminando entre las montañas, llegaron hasta un valle en el que vieron un arroyo orillado por musgos y juntos. Este primer rastro de vegetación en meses los alentó para tratar de apurar el paso.

Periodistas entrevistan a Parrado y Canesa en el paraje Los Maitenes, Chile


La noticia que conmovió al mundo entero

El martes 19 de diciembre Canessa advirtió, a lo lejos, un grupo de vacas, y encontró una lata de sopa vacía y una herradura, signos inequívocos de que estaban cerca de la civilización. Al día siguiente divisaron en la otra orilla del río que venían ladeando a un arriero que los miraba extrañado. Preso de la emoción, Parrado le gritó una y otra vez, pero el ruido del agua que corría entre las rocas y la distancia que los separaba, impidían la comunicación.

Tomó una piedra y la arrojó a la otra costa, envuelta en un papel que decía: "Vengo de un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo. Hace 10 días que estamos caminando. Tengo un amigo herido arriba. En el avión quedan 14 personas heridas. Tenemos que salir rápido de aquí y no sabemos cómo. No tenemos comida. Estamos débiles. ¿Cuándo nos van a buscar arriba? Por favor, no podemos ni caminar".

El arriero, que se llamaba Sergio Catalán, les arrojó pan y les hizo señas de que entendía el mensaje, y salió inmediatamente en busca de ayuda hasta el retén de carabineros de Punta Negra. Esa misma noche Canessa y Parrado pernoctaron en una humilde cabaña de Los Maitenes, en la región de la precordillera chilena, después de haber caminado 55 kilómetros desde el Valle de las Lágrimas.
  
Dos días después, varios helicópteros de los Fuerza Aérea Chilena, rescataron a los 14 sobrevivientes que aún quedaban en el desecho fuselaje del Fairchild. El "Milagro de los Andes" se convertía en el título principal de las portadas de los diarios y en los noticieros de radio y televisión de todo el mundo.

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