sábado, 6 de octubre de 2012

Semana 40

Pegándose tiros en las patas

La rebelión de los gendarmes y prefectos no sólo rebela un grado de improvisación e irresponsabilidad que roza con lo temerario, y desnuda las intrigas palaciegas dentro del santacruceñismo –por la sucesión de La Jefa que cada vez más se aleja, y, al mismo tiempo, entre los gorilas de la línea Unidos & Organizados y los peronistas clásicos progres por conveniencia–; sino que, es lo más grave, demuestra la crisis de la investidura presidencial provocada por los anteriores factores y por una cadena de errores de comunicación. Por momentos hacen pensar que Ella quiere destruir el esquema de poder que con tanto esmero Él construyó para devolverle a la investidura presidencial algo del prestigio que merece la máxima magistratura de nuestro orden constitucional, que la corrupción desenfadada el riojano más famoso y la inutilidad del Pichón de Balbín que decía no ser aburrido habían prácticamente desintegrado.


Ofende a la inteligencia que se haya llegado a esto. Con un simple googleo se descubren notas periodísticas que anticipaban que el aire se cortaba con un cuchillo en las fuerzas de seguridad, al igual que las desconcertantes denuncias de conspiraciones truchas que revelan algunos comunicadores progres y algunos miembros del lamentable elenco de funcionarios que provocan risa y bastante vergüenza ajena.

Como adelantamos hace unos días, que las fuerzas de seguridad  se rebelan cuando pierden el respeto por sus superiores –que en nuestro orden constitucional y legal son la oficialidad y la presidencia de la nación–. Y alguien le pierde el respeto a su superior cuando éste está debilitado, desprestigiado y comienza a demostrar que la lucha es más puertas adentro que hacia los enemigos –reales o inventados–.

Suponer que las cúpulas de prefectura y gendarmería armaron un complot junto con la cadena nacional ilegal del desánimo para provocar un golpe de estado para detener la aplicación de la llamada Ley de Medios, a partir de ahora Ley Anti-Cadena Ilegal –ampliaremos–, además de un ridículo enorme. Es una demostración de debilidad. De ser cierto tamaño absurdo, ¿para qué diablos están los ministerios de Defensa y de Seguridad y los servicios de inteligencia, sino es para prevenir una conjura así?

Es el mismo paso de comedia lo hizo el ministro de Justicia cuando relacionó el secuestro de un testigo clave del caso Mariano Ferreyra –justo el día que iba a declarar contra la burocracia sindical a la que pertenecía– con el plan desestabilizador para detener la Ley Anti-Cadena Ilegal. Supongamos que sea cierto: ¿no es de ineptos además de darle una “víctima” al Gobierno gratuitamente, evitar que se llegue a fondo en un juicio que puede revelar la complicidad del Estado con la burocracia sindical que explota trabajadores a través de sus empresas tercerizadoras y sus patotas que tuvieron zona liberada el día del crimen?

O la profundísima investigación en base a un video súper editado del complot entre la cadena nacional ilegal del desánimo y los estudiantes chetos de Harvard –¡para colmo uno era un militante de la opo amarilla, y otro un venezolano que “seguro” es antichavista!– para fusilar a preguntas a la indefensa presidenta. Si fuera así, si los periodistas de la cadena nacional ilegal del desánimo le hubieran pagado a cada estudiante maléfico y le habrían dado la pregunta escrita en un papelito, ¿cuál era el problema para responder para La Jefa? ¿Era necesario agredir a los estudiantes manipulados y desprestigiar internacionalmente a la Universidad de La Matanza? ¿Qué desacredita más a La Jefa, que le pregunten cómo hicieron del 2003 al 2011 Ella y Él para incrementar su patrimonio de $ 8 M a $ 70 M o que Ella conteste “porque fui una presidenta exitosa”?

Son errores de comunicación, al igual que los excesos de los spots de propaganda política en las transmisiones de fútbol y el abuso del recurso de la cadena nacional, que desprestigian a La Jefa. Son los riesgos del abuso de la artillería simbólica que tan buenos resultados ha dado hasta ahora. Sucede que cuando se dispara sin prestar atención y a las apuradas, uno se puede dar un tiro en las patas. 

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