¿Qué hago con esta sangre de dos sangres?
¿Qué hago con el silicio que me habita?
¿Qué hago con estos pómulos de huarpe
y esta barba telar encanecida?
¿Y qué con mi memoria irreverente
que no quiere olvidar y que no olvida?
¿Y este idioma curtido a la intemperie
sobre el idioma muerto de mi raza?,
¿Con esta antigüedad de antigua piedra
y la genealogía de mis padres?
¿Qué hago con este polvo enamorado
de mi palabra nueva en tu palabra?
(...)
Mis hembras han tejido en su paciencia,
telar continental, todas las sangres.
Armando Tejada Gómez, poema "Telar de la sangre", 1992.
Hace 2 días fue asesinado el campesino indígena Miguel Galván, en el norte de Santiago del Estero cuando defendía la posesión de sus tierras del avance de empresarios agropecuarios en el Paraje Simbol, a 400 kilómetros de la capital santiagueña.
A menos de un año del asesinato de Cristian Ferreyra en su propia casa y a balazos, ayer mataron a otro campesino indígena, esta vez de una puñalada en la yugular. El Movimiento de Campesinos de Santiago del Estero (Mocase-VC) informó que Galván fue herido mortalmente con un arma blanca en el cuello por un hombre al que identificó como Paulino Riso y acusó de ser "sicario de la Empresa Agropecuaria La Paz S.A.", de la ciudad salteña de Rosario de la Frontera.
"Riso fue a la casa de la familia Galván a provocar como tantas otras veces, sólo que esta vez con la intención de matar", indicó el Mocase-VC en un comunicado que, además, afirma que “familias del paraje Simbol venían siendo hostigadas por sicarios de la Empresa Agropecuaria LAPAZ S.A. de Rosario al Frontera (Salta), quien pretende alambrar parte del territorio de las comunidades indígenas Lule Vilela, quienes el pasado 15 de septiembre han realizado la primera etapa del relevamiento territorial”.
"Echamos señales a todos lados, todo el tiempo, advirtiendo lo que pasaría si no actúan quienes corresponden desarmar las bandas armadas, guardias blancas de empresarios como Enrique Pagola, Lopresti del Quebrachal, Safir Saa, Carlos Cejas, Raúl Micoli y otros que arrebatan tierras y la vida de nuestros compañeros", señala la agrupación, agregando que "son conscientes de sus responsabilidades políticas los funcionarios santiagueños inoperantes y cómplices de estos asesinatos de los guardianes de la producción campesina indígena" y responsabilizando de la muerte de Miguel Galván al gobernador Gerardo Zamora.
El viernes 12 de octubre de 1492 un grupo expedicionario español al mando del navegante genovés Cristóbal Colón, representando a los Reyes Católicos, arribó a una isla llamada Guanahaní, en el Caribe. Colón creía que había llegado al continente asiático, denominado por los europeos Indias y murió sin saber que había llegado a un continente desconocido por los europeos.
Se trata de uno de los momentos cumbres de la historia universal porque significó el encuentro de dos mundos humanos que se habían desarrollado independientemente, sin que uno conociera la existencia del otro.
Las consecuencias de este encuentro entre dos mundos fueron dramáticas para los nativos americanos, llegando a producirse la muerte de millones de personas (guerras, esclavitud y, sobre todo, enfermedades) y la desaparición de culturas.
El contagio de las enfermedades que los europeos llevaron consigo (viruela, tifus, fiebre amarilla, etc.) produjo un colapso de la población americana que produjo un gran impacto en la mortandad. Igualmente vinieron enfermedades de las Américas como la en su día temida sífilis (que diezmó la población europea desde las posesiones españolas en Italia en 1494).
Otra importante consecuencia de la llegada de los europeos a América, fue la difusión mundial de los alimentos que habían sido desarrollados por las culturas americanas y que hoy se estima constituyen el 75% de los alimentos consumidos por la Humanidad, entre ellos el maíz, la batata, la calabaza, el tomate, el chocolate, el cacahuate o maní, la vainilla, los ajíes, la palta o aguacate, todos estos originarios de Mesoamérica, con justa razón nombrada por los conquistadores «el cuerno de la abundancia», y la papa originaria de los pueblos nativos de los Andes. Otros productos importantes desarrollados en América son la goma y el tabaco.
Por otro lado, los españoles primero y los europeos después llevaran consigo a América animales tan útiles como los caballos, los burros, los asnos y demás ganado como las vacas castellanas, los bueyes, las ovejas y animales de granja como los cerdos, las gallinas, los conejos... Así como ciertos árboles frutales, la cebada, la avena, el centeno y el trigo de la Península Ibérica y la caña de azúcar de la islas Canarias o Madeira, que tanto éxito tuvo en el Caribe o el mismísimo café de las colonias portuguesas en África.
La llegada de Colón a América causó también una gran expansión de la navegación y el comercio entre pueblos que se volvió mundial. Algunos historiadores han llegado a afirmar que el periodo de la economía global comienza entonces. Lo seguro es que se produce un proceso de Atlantización de la economía mundial que pondrá en el centro del desarrollo (no sólo económico, sino científico y cultural) a las naciones marítimas europeas, que se irán imponiendo primero sobre el “nuevo” continente, y luego por todo el mundo. Siendo Gran Bretaña la que, al final de ese proceso de conquistas y de competencia interimperial que duró 400 años, emerja como el primer imperio global de la historia. Mismo proceso que convirtió al capitalismo en el modo de producción de todo el planeta.
Los colonos ingleses en América terminaron organizando a partir de 1776 un nuevo tipo de sociedad a partir de conceptos novedosos como independencia, constitución, federalismo y dieron origen a los Estados Unidos que, en el siglo XX, remplazaría a Gran Bretaña como potencia mundial dominante. La independencia de los Estados Unidos y la Revolución Francesa de 1789 signarán el comienzo de las revoluciones políticas atlánticas que universalizarán los valores del individualismo, el republicanismo y el estado de derecho basado en el ejercicio de la ciudadanía y la igualdad ante la ley que rigen hoy en casi todas las sociedades occidentales, y han sido adoptadas (cuando no impuestas) en todo el globo.
Durante ese mismo proceso se producirán las oleadas descolonizadoras, en la que, primero las colonias europeas del continente americano durante el siglo XIX y las colonias en África, Asia y Oceanía luego de la Segunda Guerra Mundial, conformaron sus Estados-nación según la modalidad señalada, conformando un sistema interestatal que aún rige el orden mundial que (aún) domina Estados Unidos.
Pero ninguna de esas naciones pudo deshacerse de la terrible herencia colonial: un desarrollo deforme eufemísticamente fue llamado subdesarrollo, como si fuera una etapa intermedia del progreso de las naciones, pero que ocultaba las cadenas de la dependencia: unos territorios demarcados previamente sin tener en cuenta la distribución étnica o las continuidades geográficas y económicas sino la forma más fácil para que las potencias pudieran seguir expoliándolos de sus recursos naturales, ahora a través de sus trasnacionales; unas elites nacionales la mayoría de las veces más interesadas en pactar con las viejas metrópolis para asegurarse un poder casi despótico de las políticas interiores a cambio de entregar las economías nacionales al mercado.
Conflictos de todo tipo estaban a la vuelta de la esquina: guerras civiles y entre las nuevas naciones; limpiezas étnicas e imposiciones a poblaciones enteras a convertirse en masas de refugiados; dictaduras sangrientas y regímenes despóticos, intervenciones económicas, políticas y/o militares de las ex metrópolis, la mayoría de las veces con el motivo de asegurarse el control de los recursos económicos de esas naciones condenadas al atraso y la dependencia.
La conquista continúa, pero por otros medios. A través de las transnacionales de los agronegocios que acaban con la soberanía alimentaria de los pueblos e reimpone un sistema de primarización de la economía, donde los países ahora formalmente independientes alimentan el desarrollo de los países que los oprimen (y donde las elites locales que tranzan su posición de cabeza de ratón con los poderes coloniales o de simples representantes de sus intereses no sólo excluyen a las poblaciones locales, sino que las reprimen con los medios de represión estatales o con su complicidad). A través de las transnacionales de la megaminería y el petróleo que además de profundizar la primarización de las economías dependientes, imponen también los modelos productivos y hasta el lugar donde deben asentarse o no las comunidades, aparte de continuar el saque de las riquezas que atesoran las naciones poderosas o que se las re-venden como productos tecnológicos o se las prestan como capital a cuenta a las naciones expoliadas que se empobrecen tan rápido como se endeudan.
Pero sobre todo la conquista continúa en las mentes. Al fin y al cabo no sólo las elites nacionales, sino también las clases medias, trabajadoras y pobres que están incluidas de alguna forma u otra en el sistema económico, político y social occidental, pertenecen ideológicamente al mundo de sus colonizadores y se siguen comportando como tales (aunque sean funcionales al centro del poder hegemónico).
Porque si bien los colonizadores europeos expoliaron a América y exterminaron a millones de seres humanos (no sólo aquí, sino también en Asia, África y Oceanía). El europeo criollo independizado también se comportó como ejército de ocupación sometiendo (cuando no exterminando) a las poblaciones indígenas remanentes (a veces también a las masas mestizas y a los africanos traídos a América como esclavos) para hacer trabajos de auténtica ingeniería social y racial; aparte de continuar con la quita de tierras y recursos, hasta imposibilitar la supervivencia de los pueblos originarios, a no ser en reservaciones, que limitan su vida a los lugares que el europeo criollo les impone y obligados a continuar transculturalizándose, hasta perder sus culturas y sus formas de vida.
Hoy 520 años después, acorralados y ubicados en los límites de las zonas económicamente rentables, siguen siendo corridos y reprimidos cuando se oponen al avance del hombre blanco que sólo ve espacios “vacíos” e “improductivos” donde sembrar soja (u otro cultivo exportable), donde ubicar una mina a cielo abierto o un campo petrolífero, o donde instalar cualquier tipo de industria.
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