El relato no se rinde: siempre la culpa es de otro
Los signos del evidente déficit de la economía que los Ladricorporatvistas tratan de tapar bajo el manto de las supuestas "habladurías" de economistas neoliberales y antiargentinos, y las campañas de engaño de los medios corporativos opositores -más antiargentinos que los anteriores- ahora son apenas dificultades que afronta el Gobierno Nac & Pop por culpa de las presiones externas -en especial, la extorsión de los fondos buitre-, la crisis económica mundial -que cuando conviene, sí afecta al país-, y los sectores medios y acomodados que se niegan e invertir -atentando incluso contra sus propios intereses con tal de mantener el clima destituyente-.
El “relato” no se rinde: ante cada evidencia de problemas derivados de la política económica, siempre aparece la posibilidad de hallar un nuevo culpable. Sobre todo ahora, que ya no hay forma de desmentir el duro ajuste de la economía. Los despidos y suspensiones en las industrias más emblemáticas del “modelo”, como la automotriz, ya son el pan de cada día.
Y, en el plano del consumo, en mayo, incluso cuando la gran mayoría de los asalariados ya había percibido su aumento, hubo un desplome real de 8,3%, mayor aun que el de los meses anteriores. Pero en el discurso oficial siempre hay una explicación: cuando el ajuste vino por la vía de la devaluación, se dijo que era una conspiración de los bancos que intentaban un “golpe de mercado”. Luego, por la aceleración inflacionaria, se argumentó que era por causa de los “grupos concentrados” y las grandes cadenas, que aprovechaban el contexto de nerviosismo para aumentar su tasa de ganancia.
Y ahora, cuando ya es inocultable el fantasma de la recesión -la tasa de empleo, en 41,8%, es la más baja de los últimos ocho años-, llega el nuevo argumento: la culpa es de las empresas, que son desagradecidas porque antes ganaron mucho dinero y ahora se niegan a incrementar sus niveles de inversión. Esta idea ha sido expresada por varios referentes del Ladricorporativismo, que describen la actual coyuntura económica como un episodio más del enfrentamiento entre el Gobierno -que incrementa el gasto público para defender los intereses populares- y el sector privado, que achica su propio negocio en una mezquina defensa de sus intereses particulares.
Afirman que, si bien se resistió la presión para recurrir a una política ortodoxa de ajuste, no se han disipado los peligros de una crisis económica. El control del aparato productivo por empresarios con limitada disposición a invertir, nos enfrenta al dilema de las opciones que permitan impulsar las tareas que una burguesía transnacionalizada está lejos de asegurar, señalan. Y la conclusión es que, ante la escasa vocación de los empresarios privados por impulsar un proceso de desarrollo nacional, el remedio es una mayor presencia estatal.
Según esta visión sobre quién tiene la responsabilidad por el colapso de la industria automotriz, por ejemplo, los cultores del “relato” en esta etapa de economía estancada afirman que el Gobierno Nac&Pop nada tiene que ver cuando las empresas suspenden a los trabajadores. Para ellos la Argentina adolece de un problema de inversión, por la escasez de divisas provocada por un contexto internacional desfavorable y por la negativa de los sectores concentrados de invertir en el país.
Reconocen que se combatió la inflación en base a la apropiación de la tasa de ganancia, como en el congelamiento de precios, que es intervenir en la renta de la venta de productos o el control de importaciones: pero los tipos les respondieron desplomando la inversión. Reconocen que uno de los pilares discursivos del "relato" -uno de los logros de la “década ganada” fe la ampliación de la capacidad instalada para la producción, en especial en la industria- parece no ser tan cierto.
Ahora se admite que los números no eran tan buenos como parecían. El sinceramiento estadístico que se produjo al cambiar la metodología de cálculo del PBI dejó en evidencia que la tasa de inversión no se ubicó en un 23%, como decían los funcionarios K. Más bien, ronda el 20% y con tendencia a la baja. Por cierto, número bastante anémico para justificar un crecimiento a “tasas chinas”. De hecho, las naciones con alto crecimiento tienen niveles de inversión superiores al 30% del PBI.
Lo que observan los analistas críticos a la gestión económica es que el achique privado no es más que una consecuencia lógica de una estrategia basada en la caída del ahorro y la expansión fiscal. Desde ese punto de vista, lo que ocurre es claro: el agotamiento del "modelo" -con elevado nivel de gastos por parte del Estado, que no quiere bajar, cuentas fiscales en rojo, reservas del Central en niveles críticos, emergencia energética y escasez de divisas- lleva a que se haga necesario un ajuste ante la falta de poder pensar una alternativa no neoliberal de conducir la economía nacional. Pero como hacerlo desde la órbita estatal implica un alto costo político, se está viviendo una etapa de “ajuste privatizado”.
El argumento Ladricorporativista hace aparecer a los ejecutivos de empresas casi como una rareza a nivel mundial, un caso digno de estudio psicológico: prefieren achicar su propio negocio, aun teniendo un Estado que les “hace el favor” de incentivar la demanda. Para los analistas, en cambio, la reacción de estos empresarios no es más que una consecuencia inevitable de todas las medidas de política económica.
La primera de estas iniciativas es haber “pisado” las importaciones para cuidar los dólares del Banco Central que pone un “cepo al crecimiento”. Hay, además, un efecto colateral en la política monetaria del Gobierno: contradiciendo su propio discurso, hace que las colocaciones financieras puedan restarle atractivo a la economía real.
Por otra parte, el Ministerio de Economía viene difundiendo con retraso los informes sobre la evolución de las cuentas públicas, seguramente, porque los números fiscales son muy adversos. La secretaría de Hacienda que conduce Juan Carlos Pezoa recién dio a conocer las cifras de abril. En cuatro meses, las cuentas del Tesoro registraron un déficit de $ 36.882,9 millones, 94,4% superior al año pasado.
Si se excluyen los fondos transferidos por el Banco Central, ese déficit trepa a $ 49.420 millones, un 92,8% por encima de enero-abril de 2013. Y si se incluyen los números de la Seguridad Social y otros fondos, sin contabilizar como ingresos corrientes las transferencias del Banco Central y los intereses del Fondo de Garantía de la ANSeS, el rojo fue de $ 41.613 millones, un 127% más.
Por donde se lo mire, las cuentas públicas están “al rojo vivo”, e incluso suponiendo alguna moderación del gasto en los próximos meses, el desequilibrio total sumaría más de $ 185.000 millones, equivalente al 4,7% del PBI. En los próximos meses habrá una asistencia monetaria mayor por parte del Banco Central al Tesoro (“unos $ 68.000 millones en lo que resta del año”).
En el período enero-abril el resultado financiero, excluyendo los ingresos extraordinarios por rentas de la propiedad fue negativo en $ 42.176 millones, más del doble que en el mismo lapso del año pasado. Como el resultado financiero es la diferencia entre ingresos y gastos antes del pago de las amortizaciones de la deuda pública, este resultado significa que el país no tiene ninguna capacidad de repago de su deuda y que seguirá apelando a nueva deuda interna con los propios organismos del estado, emisión monetaria y colocándole bonos al Banco Central a cambio de reservas.
Estos números se deben a que se amplió la divergencia entre la dinámica de los ingresos y gastos de sector público y se confirmó nuestro escenario de un significativo deterioro fiscal. La recaudación tributaria nacional aumentó 35,5% interanual, similar al incremento del primer semestre. El gasto primario creció 45,1% en abril y acumula un incremento de 41,8% en el primer cuatrimestre. Hubo un fuerte incremento de las transferencias al sector privado, entre las cuales gravitan sensiblemente los subsidios a la energía y al transporte, que tienen un notable peso sobre el gasto, particularmente agravados luego del salto devaluatorio de principios de año que encarece la creciente demanda de energía importada.
Las jubilaciones quedaron rezagadas en relación a la suba de los precios y al resto de los gastos. En tanto los pagos de intereses sumaron en el primer cuatrimestre $ 18.869 millones, contra $ 11.653 millones de igual lapso de 2013. Es un 61,9 por ciento más. Y para cubrir los déficits de las empresas, los aportes del Tesoro totalizaron 5.464 millones, un 152% más.
© carlitosber.blogspot.com.ar, Julio 6 MMXIV
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