Soluciones
El combustible fósil es fácil de transportar e increíblemente rico en energía. La tecnología actual nos permite sacarle el máximo rendimiento. Un barril de petróleo, por ejemplo, contiene cerca de 5,8 millones de BUT, o el equivalente de la energía utilizada por un campesino durante 3.625 horas de trabajo en una granja. Eso serían alrededor de 15 meses de trabajo en el campo.
Al contrario la energía renovable es infinitamente abundante. Cada hora llega más energía del Sol a la Tierra que la que todo el planeta consume en un año. El problema es que al contrario del petróleo o del carbón llega muy difusa y en la noche absolutamente nada; aparte la tecnología actual permite aprovecharla mucho menos eficientemente. Lo mismo sucede con el viento, con las mareas y con otras muchas alternativas.
Es muy difícil cómo propulsar el mundo en el que estamos acostumbrados a vivir en el futuro. Es inviable seguir pretendiendo vivir de la quema de trozos de biología ancestral que se están agotando a un ritmo frenético y encima amenazan con enloquecer el clima planetario.
Por suerte ya existen algunas opciones reales. Para empezar, se desperdicia mucha energía. Por ejemplo, con igual estándar de vida, un ciudadano promedio estadounidense gasta el doble de energía que un similar belga. Parte de la diferencia es legal –en Europa se exigen mayores estándares de calidad y eficiencia para las construcciones, los autos y los electrodomésticos– y de hábitos –la mayoría de los europeos educados prefiere el transporte público al individual, y está concientizada sobre el uso racional de la energía y los recursos–.
Pero con el cambio de hábitos y el acceso a una mejor tecnología no basta. Debemos cambiar los hábitos alimentarios: en primer lugar, comer menos carne. Según sostiene un estudio internacional dirigido por los profesores Tony McMichael y John Powles, de la Universidad Nacional de Australia y la Universidad de Cambridge, es imprescindible y urgente reducir el consumo mundial de carne como mínimo en un 10%. El motivo de todo ello es que el sistema digestivo de los animales (sobre todo el de los rumiantes), el estiércol y el uso de fertilizantes y pesticidas (entre otros procesos ligados a la ganadería), generan una gran cantidad de metano, un poderoso gas que causa el efecto invernadero. Por un lado, el informe destaca que la actividad agrícola, en especial la ganadería, genera una quinta parte de las emisiones totales de gases de efecto invernadero, y por otro, señala como preocupante la deforestación para reconvertir bosques en pastos para ganado y la dificultad para hacer frente a la cada vez mayor acumulación de excrementos y falta de agua potable.
Un Informe de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) sitúa a la Industria Ganadera (productora de Carne y Leche) entre los 3 factores que más contribuyen al cambio climático en la tierra, superada sólo por el consumo de energía de los edificios y seguida por el área del transporte. La Industria Ganadera produce el 9% de las emisiones de CO2 del planeta por la fermentación en los estómagos del ganado, 37% de las emisiones de metano a la atmósfera (causa 23 veces más calentamiento global que el CO2), el 65% del Óxido Nitroso generado por actividades del hombre (causa 296 veces más calentamiento global que el CO2) y el 64% del Amoniaco generado por actividades del hombre (el que genera lluvia ácida y acidificación de los ecosistemas). Se calcula que todos estos factores corresponden al 18% de las unidades equivalentes totales de CO2 liberadas a la atmósfera producto de las actividades del hombre.
Pero más allá de los esfuerzos individuales la clave de la energía del futuro tiene que ver con decisiones que independicen a los estados de los petrodólares y el lobby de las compañías trasnacionales; que no sólo se obligue a las automotrices a hacer autos eléctricos y/o híbridos, sino también que se modernicen las redes de transportación de la electricidad y se amplíe el aprovechamiento de las energías solar y eólica.
Por tanto, el estímulo a la investigación tecnológica es sólo la mitad del camino. También es necesario arreglar el conjunto de incentivos económicos que mueven el sistema energético para que el capitalismo ayude a solucionar el problema. Es verdad, esto suena utópico, porque el libre mercado solo ha empeorado el problema. Esto se debe a que la escala de precios está tergiversada: como no cuesta nada enviar el dióxido de carbono a la atmósfera, no hay manera de que los capitalistas tomen una verdadera conciencia del costo ambiental de la energía.
La paradoja del ahorro de energía
Quizás la clave está en poder ahorrar energía en formas más eficientes. Desde cambiar los focos incandescentes por los fluorescentes compactos; optar por vehículos ahorradores y/o híbridos; elegir electrodomésticos eficientes y/o de bajo consumo. A nivel más macro, el Estado y las demás corporaciones podrían elegir por volver sus edificios mucho más eficientes –aprovechando lo más posible la luz natural, implementando “azoteas verdes” que está comprobado pueden reducir hasta un 50% el uso de energía, o buscando aprovechar formas alternativas como colocando paneles solares–.
Lo paradojal es que con más energía que ahorremos, más energía vamos a usar. Esta desagradable paradoja fue notada originalmente por el economista inglés William Jevons, quien observó que la invención de la máquina de vapor incrementó la demanda de energía exponencialmente. “Es una confusión de ideas suponer que el uso económico del combustible es equivalente a un consumo disminuido”, escribió Jevons. Instalar tubos fluorescentes puede ser virtuoso, pero la mejor manera de conservar energía es apagándolos cuando salimos de la habitación.
Cómo hacer más viables los biocumbustibles
El etanol de maíz o soja no logró ser el Santo Grial. Tal como los elevados precios del maíz en los mercados internacionales lo demostraron, el cultivo masivo de granos u oleaginosas requiere cuantiosas cantidades de energía para su producción al tiempo que enriquece sólo a una pequeña elite de agricultores que sueñan con ser los nuevos jeques verdes al tiempo que condenan a millones al hambre con el aumento de los precios de los alimentos.
Algunos científicos ven el futuro de los biocombustibles en algunas especies de algas que producen tanto aceite en el área chica de una cancha de fútbol que el que producen tres campos completos de maíz; y encima se pueden hacer un festín con el dióxido de carbono y nitrógeno que emiten las plantas energéticas convencionales.
La luz solar del futuro
Debemos concebir nuevas y mejorar las maneras existentes de recolectar la luz del Sol. Entre las posibilidades más eficientes se encuentra la de concentrar la luz solar en torres gigantes, absorbiéndola con celdas fotovoltaicas avanzadas. Como ocurre en Abengoa, cerca de Sevilla, España, donde 624 espejos que siguen al sol apuntan a una torre de 115 metros de altura. El calor enciende un calentador cuyo vapor mueve una turbina que activa así un generador que proporciona suficiente energía eléctrica para 5.500 hogares. Una segunda torre se está construyendo, por lo que el complejo generará el doble de energía.
© carlitosber.blogspot.com.ar, Julio 31 MMXIV
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