lunes, 20 de julio de 2015

Historia de América Latina (22)

Las reformas borbónicas
Quinta Parte: El Virreinato del Río de la Plata
Capítulo 3: La economía en la época virreinal


Desde lo años iniciales del virreinato se observaban diferencias económicas y sociales muy importantes entre las distintas regiones que lo conformaban. Las diferencias más notables se daban entre Buenos Aires, sumado al "Litoral" (Entre Ríos y Santa Fe), y el resto del territorio, el "Interior". En Buenos Aires y el "Litoral" la actividad fundamental era la ganadería, practicada de una forma muy primitiva: la matanza indiscriminada de vacunos asalvajados para exportar solamente su cuero. A cambio, se obtenían importaciones de productos manufacturados en Europa. El "Interior" tenía una economía diversificada: se practicaba agricultura y se criaba ganado para el consumo de un área más densamente poblada, y el trabajo de mulas y bueyes (sobre todo, en el área minera del Potosí); además producía productos artesanales par el consumo local y que componían un mercado regional, que había establecido rutas de intercambio y centros productivos especializados. Los cambios en la orientación económica producidos con la creación del Virreinato del Río de la Plata, beneficiando considerablemente a Buenos Aires y el Litoral y perjudicando a las producciones del Interior, que en muchos casos languidecieron hasta desaparecer, al no poder competir con las importaciones que entraban por el puerto de la Capital, legal e ilegalmente.



Las vaquerías y el riesgo de extinción de su recurso

El ganado cimarrón se había multiplicado extraordinariamente en la llanura pampeana, a partir de los pocos animales traídos por los conquistadores por la riqueza de pastos así como por la falta de enemigos naturales capaces de cazar y comerse una vaca. 

Al crearse en Virreinato, el vacuno asalvajado ya corría el riesgo de agotarse; entre 1770 y 1775 el Cabildo de Buenos Aires se mostró alarmado ante la matanza que no distinguía entre toros, vacas, novillos y hasta terneros pequeños. El Reglamento de Comercio Libre (1778) agravó esta situación: antes de su promulgación la exportación anual de cueros se calculaba en 150.000 unidades, después de esa fecha esa cifra subió a 800.000. Cuando terminó la guerra entre España e Inglaterra (principal comprador, que necesitaba vestir a un ejército cada vez más enorme y cada vez más correas para sus máquinas de vapor), en 1783, se produjo un aumento explosivo en la exportación de cueros, llegando a los 1,4 millones anuales.

Por esos años se realizaron los primeros intentos de exportar carnes saladas; en la época la salazón era el único procedimiento que permitía la conservación de la carne (el frigorífico se creó casi un siglo después). Las propias autoridades españolas se mostraron interesadas y en 1776 el ministro Gálvez pidió al gobernador de Buenos Aires para analizar la posibilidad de procesar carnes con ese procedimiento. Sin embargo nunca obtuvo su autorización. En 1794 los hacendados de Buenos Aires y de Montevideo se dirigieron a las autoridades de la metrópoli, proponiéndoles medidas para estimular la exportación de carne salada. En el memorial que presentaron señalaban la enorme cantidad de carne que desperdiciaban las vaquerías; también señalaron que se podían vender otros subproductos cárnicos.  

Línea de frontera en la campaña bonaerense hacia 1779. Se puede observar la ubicación de fuertes y fortines que darán origen a varios pueblos de la actual provincia de Buenos Aires Arriba a la derecha versa: Plano que manifiesta la Frontera de las Pampas de Buenos Ayres, que se reconoció por Orden del Exmo. Señor Dn Juan Joseph de Vertiz Virrey y Cap.  General de estas Provincias

Intentos de estimular la agricultura en Buenos Aires

Los cultivos también se realizaban en la zona rural de Buenos Aires, aunque su importancia económica era menor que de las vaquerías. Después de la creación del Virreinato, la autoridades españolas trataron de favorecer el desarrollo de la agricultura. Entre 1788 y 1791 distintas reales cédulas contenían medidas para fomentarla: se permitió la introducción de herramientas para la labranza y de negros para trabajar en los cultivos; en 1788 se habilitó la exportación de trigo a España. El Cabildo de Buenos Aires rechazó esta última disposición, ya que sus integrantes pensaban que la extracción de granos (es decir, su venta al exterior), produciría el aumento del precio del pan en la ciudad.

Los productores de la zona rural que se dedicaban a la agricultura pedían que el rey no prohibiera la exportación de trigo. Asó lo hicieron en una representación fechada en 1793. En ella destacaron los grandes obstáculos que frenaban la producción agrícola, en una región muy favorecida por la naturaleza para esa actividad. Cinco años más tardes (1798) los agricultores hicieron llegar al Cabildo otro documento repitiendo los mismos argumentos (prueba de que el anterior no había logrado ningún resultado).

El atraso de la agricultura preocupó a algunos hombres que luego tendrían una actuación destacada en la Revolución de Mayo. En 1797 Manuel Belgrano propuso en su memoria como secretario del Consulado impulsar la producción de lino y cáñamo. Estas fibras textiles podían exportarse a España, con destino a sus fábricas de lienzos, lonas y gracias. Belgrano estaba preocupado por el existencia de una población ociosa en la zona rural, en especial las mujeres, expuestas a la miseria y la enfermedad. El desarrollo de los cultivos podía dar ocupación a esa gente necesaria para el trabajo. Juan Hipólito Vieytes también presentó mucha atención a las dificultades de la agricultura y publicó varios artículos sobre el tema en el periódico que dirigía El Semanario de Agricultura, Industria y Comercio.


Portada de dos de nuestros primeros periódicos, dirigidos por Belgrano y Vieytes, respectivamente, donde demuestran su preocupación por el progreso de la agricultura.
A pesar de las favorables condiciones naturales, la agricultura pampeana fue muy poco importante hasta la década de 1880. Hasta entonces, Buenos Aires dependía para su abastecimiento de harina de la producción de alguna provincias del Interior y de importaciones desde Estados Unidos y Brasil; situación que daría un giro de 180° a finales del siglo XIX en muy pocos años. 


La minería en el Río de la Plata

A pesar del nombre que recibiría la región con los años, la "Argentina" (del latín argentum: plata) no tuvo explotaciones metalíferas comparables a otras regiones de América. Durante el periodo colonial se explotaron algunos yacimientos sin lograr rendimientos de importancias: minas de oro en Maldonado (en la Banda Oriental); Punta de San Luis y Jáchal; Las minas de plata de Famatina; y los yacimientos de azogue en las misiones jesuíticas. Dentro del virreinato, las minas más ricas estaban en Postosí (en el Alto Perú); sin embargo, la producción de las minas de plata comenzaría su decadencia definitiva a mediados del siglo XVIII. 


El aislamiento, un estímulo a las industrias virreinales

La producción industrial fue escasa en toda Hispanoamérica, aunque tomó algún incremento a partir del siglo XVII, especialmente en México y Perú.

A pesar del poco interés que tenían las autoridades coloniales en favorecer esta actividad, su desarrollo fue consecuencia de la decadencia de la producción española, a partir del siglo XVII, y de los largos periodos de incomunicación que imponían las inconmensurables distancias. Debido a esas dos circunstancias se fabricaban en estas tierras los artículos de más urgente necesidad. En el Río de la Plata también también aparecieron alguna producciones durante el siglo XVII, favorecidas por el aislamiento. 


Litografía del Álbum de Leon Pallière "Escenas Americanas", realizado en 1864.

  • La producción vitivinícola alcanzó alguna importancia en Mendoza, San Juan, La Rioja y Catamarca, donde se elaboraban vinos, licores y, sobre todo, aguardientes; para ello se habían traído algunas cepas de uvas que lograron adaptarse muy bien en la región cuyana. Estos productos eran comercializados en otras regiones: el aguardiente de San Juan, por ejemplo, a principios del siglo XIX se vendía a Buenos Aires, Santa Fe, Salta y Córdoba. Los vinos y licores debían recorrer grandes distancias in infraestructura de caminos, lo que los encarecía muchísimo. Por eso cuando se habilitó el comercio libre con las potencias europeas, esta industria se arruinó al no poder competir con los productos extranjeros.
  • En distintos puntos del virreinato se producían productos textiles: en Córdoba, Catamarca y Corrientes se producían géneros de lana, ponchos y frazadas: en Cochabamba (Alto Perú) existían numeroso telares que hacían tejidos de algodón. En este caso, la apertura a los productos importados también fue negativa: la llegada de tejidos ingleses producidos industrialmente -más baratos y de mejor calidad-, destruyó las industrias locales. Un ejemplo, las clásicas cinchas correntinas que abastecían todo el virreinato desaparecieron luego de las invasiones inglesas.  
  • Algunas zonas aprovechaban sus maderas para fabricar vehículos: en Tucumán y Mendoza se fabricaban caretas; en Corrientes y Paraguay había astilleros, en los que se construían reparaban navíos. De allí salían totalmente terminados con sus gracias, velamen y ferretería, barcos de distinto tipo: fragatas, bergantines, zumacas, balandras y embarcaciones menores.



Las industrias derivadas de la ganadería

En Buenos Aires y el Litoral se desarrollaron en la época virreinal dos industrias relacionadas con la ganadería: las curtiembres y los saladeros. Las primeras preparaban los cueros para su uso posterior (por ejemplo, la fabricación de calzado y las talabarterías), los otros, fueron los primeros establecimientos que lograron conservar la carne, permitiendo su exportación. en 1801 algunos pocos establecimientos se dedicaban al curtido de cueros, en pequeña escala, para proveer a las talabarterías. Algunas de las propuestas de Belgrano al Consulado trataban de lograr la mejora de esta actividad, mediante el estudio de la química y la preparación de personal especializado.

Los primeros intentos de exportar carne salada se realizaron a comienzos del siglo XVII. En 1602 se autorizó la venta de quinientos quintales de cecina desde Buenos Aires, con destino al Brasil y a Guinea (en África). La cecina era carne cortada en tiras delgadas y angostas, y secadas al sol con un poco de sal. Se la acondicionaba en barriles, para transportarlas por mar. Durante el medio siglo siguiente se hicieron más de setenta embarques de ese producto, a Río de Janeiro, Pernambuco y Angola, aunque siempre de reducido volumen. Probablemente se hayan realizado salidas clandestinas de mayor importancia. Luego de estas ventas, la exportación se suspendió durante casi un siglo y medio; en todo este tiempo, la carne vacuna creció en esta zona de todo valor comercial. 

El desperdicio de la carne se debía a la falta de méritos apropiados y baratos para su conservación. A nivel doméstico se usaban algunos procedimientos, que se empleaban cuando escaseaba la carne fresca; consistían fundamentalmente en el secado de las carnes, por la acción del humo, el aire y el sol. El producto que se obtiene por ese procedimiento recibe el nombre de charque o charqui.


Buenos Aires no tenía puerto de aguas profundas, asía que se aboradaban desde botes a los que, a su vez, había que subir o bajar por carretas que entraban.

Los saladeros

Los primeros establecimientos que conservaron la carne de manera industrial, permitiendo su exportación, fueron los saladeros. Su nombre proviene del procedimiento empleado para impedir la descomposición de la carne, lo que se lograba mediante la salazón. El producto que se obtenía se llamaba tasajo.

En 1780 Francisco Medina instaló el primer establecimiento importante en la Colla, cerca de Colonia del Sacramento (en el actual Uruguay). Contaba con vivienda, ranchos, corrales y depósitos para la sal y para las carnes; también tenía barcos propios, con los que traían la sal desde San Julián, en la Patagonia, y transportaban la carne a Europa. Al final de la época colonial existían nueve saladeros en la Banda Oriental, distribuidos desde Montevideo a Soriano. Las exportaciones se realizaban desde Montevideo y Buenos Aires; en 1804 salieron 61.185 quintales del primer puerto y 9.230 del otro, En Buenos Aires no existió ningún saladero hasta 1810. El único establecimiento previo fue la fábrica de "pastillas de carne", instalada por los hermanos Liniers en 1791; se ignora el procedimiento que empleaban para la conservación.

Uno de los problemas que tenían los saladeros era la provisión de sal. Al comienzo, ésta llegaba de Europa desde Cadiz. Las guerras europeas de fines del siglo XVIII y comienzos del siguiente interrumpieron esta provisión. En nuestro territorio la sal se encontraba en zonas dominadas por los indios. Para obtenerla, se organizaban auténticas expediciones militares a las Salinas Grandes, las que regresaban con ese producto. Esta sal era de inferior calidad, aunque más barata, por lo que fue frecuente la realización de viajes para obtenerla.

También hubo que resolver otro problemas para poner en marcha la industria de los saladeros: debieron venir toneleros y saladores expertos de España. También se construyeron almacenes en Montevideo y Buenos Aires, para depositar el producto hasta su embarque: además, se introdujeron numerosos negros esclavos como mano de obra. 

La importancia económica del tasajo igualó la de los cueros. Ambos productos se destinaban a la exportación, lo que no ocurría con el resto de las producciones del resto del virreinato, que sólo se consumían internamente. A partir de 1793 la producción y exportación de tasajo fueron eximidas de impuestos, lo que favoreció el desarrollo de estas actividades. Las ventas a España no fueron muy importantes, en algún caso se vendió para el consumo de la armada real, que no podía trasportar productos frescos, ya que no había métodos de conservación. El tasajo tampoco era un producto de buena calidad, se usaba para alimentar a los esclavos de las colonias antillanas, el Brasil y las colonias inglesas sureñas de América del Norte. 


Los gremios en Buenos Aires

Durante la época colonial los oficios eran poco prestigiosos para los españoles, lo que explica que la mayoría de ellos fuera desempeñado por extranjeros, negros o mestizos. En Buenos Aires fracasó la organización de los artesanos en gremios, como era común en Europa desde la Edad Media. Los gremios eran sociedades formadas por maestros de cada oficio, que reglamentaban los procedimientos de fabricación, las características de las materias primas y hasta el precio de los productos. Además, monopolizaban la actividad (es decir, pretendían que s+olo sus socios pudieran practicar el respectivo oficio).

En esta ciudad se organizó el gremio de plateros, que fue muy rico en Hispanoamérica en general. El gremio se conformó en 1788, año en que se inscribieron en el cabildo 47 artesanos de este oficio: 25 criollos, 15 portugueses y 7 españoles. La cantidad era elevada, si se tiene en cuenta el número de pobladores de la ciudad y lo escaso que era el material por estas latitudes; pero que demuestra la importancia que empezaba a adquirir la aldea que se iba convirtiendo en ciudad y centro comercial.

Cuando se inició la organización de los gremios en Buenos Aires, este sistema era muy criticado por las nuevas ideas económicas. Esto explica que haya fracasado la formación de un gremio de zapateros en el año 1800. Entre los que se opusieron, en nombre de la libertad de trabajo, estaba Cornelio Saavedra, quien fue más tarde el presidente de la Primera Junta de gobierno patrio; en aquel entonces era síndico del cabildo y elaboró un informe rechazando la creación del mencionado gremio.


Las instituciones económicas del virreinato

La Aduana de Buenos Aires fue creada el 25 de julio de 1778. Su instalación está relacionada con la apertura del puerto al comercio directo con España.  La función de este organismo fue controlar la entrada y salida de mercaderías y cobrar las tasas o impuestos aduaneros correspondientes. Su recaudación refleja la marcha del comercio exterior y la brusca disminución de sus ingresos muestra la paralización de las operaciones mercantiles, debido a las guerras que España mantenía en los escenarios europeos.

Así ocurrió entre 1796 y 1802. A causa de la guerra con Inglaterra hubo una gran escasez de mercaderías europeas y era imposible exportar los productos locales en naves españolas; al no haber movimiento de exportación e importación, las rentas aduaneras descendieron bruscamente. Ante esta situación se pidió al virrey que autorizara el comercio con buques neutrales (es decir, pertenecientes a países que no estuvieran en guerra con España). Entre los documentos que se elaboraron en relación a esta cuestión se encuentra un notable informe del administrador de la aduana, Ángel Izquierdo, defendiendo la libertad de comercio.


Los consulados, también llamados "universidades de mercaderes", existían en España desde la Edad Media. Hasta la segunda mitad del siglo XVIII sólo hubo dos en América, en México y en Lima. En 1778, con la apertura de los puertos americanos al comercio, se crearon otros en Charcas, Santiago de Chile y Buenos Aires.

La Real Cédula de Creación del Consulado de Buenos Aires es del 20 de enero de 1794. El organismo tenía dos funciones principales: actuaba como tribunal de Justicia en lo comercial; era una junta de protección y fomento del comercio en todos los ramos, y debía promover el adelanto de la agricultura.

Sus fallos eran apelables ante un tribunal integrado por el decano de la Audiencia (es decir, el más antiguo de los oidores) y dos comerciantes; en los asuntos de mayor importancia podía acudirse a la Casa de Contratación. Como junta de promoción del comercio y la agricultura, el Consulado se reunía dos veces al mes para considerar diversos proyectos. Muchos de los que aprobó no fueron permitidos por las autoridades de España. 

Cuando comenzó a funcional el consulado porteño, casi todos sus integrantes eran comerciantes monopolistas que representaban los intereses de Cadiz (la ciudad española que había reemplazado a Sevilla eb el control del comercio con América). este grupo chocaba con los hacendados y agricultura locales, que reclamaban el libre comercio. A partir de 1797 pasó a estar integrado por un número igual de hacendados y comerciantes, lo que determinó una evolución más liberal de esa institución.




© carlitosber.blogspot.com.ar, Julio 20 MMXV

Permitidos su copia, plagio o reproducción sin citar la fuente.
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RECALDE, Héctor y DE LUCÍA, Daniel, Historia Argentina y Latinoamericana I. Desde mediados del siglo XVIII hasta 1930. Aula Taller, Buenos Aires, 2005, pp. 42-48.

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