domingo, 26 de mayo de 2013

Una semana como ésta, pero hace 100 años


En Torrelavega, España, nacía el empresario y dirigente del Club Atlético de Madrid Vicente Calderón Pérez-Cavada; en París, Francia, se estrenaba el ballet "La consagración de la primavera", con música del compositor ruso Ígor Stravinski y coreografía de Vaslav Nijinsky, provocando gran escándalo; y en Londres, Reino Unido, se firmaba el tratado de paz que daba por finalizada la Primera Guerra de los Balcanes.


27 de mayo.— En Torrelavega, España, nacía el empresario y dirigente del Club Atlético de Madrid Vicente Calderón Pérez-Cavada.

Huérfano desde los veinte años, debió abrirse camino por su cuenta, y tras pasar por diversos empleos, su capacidad de trabajo le permitió consolidarse como un fructífero hombre de negocios. 

El 21 de enero de 1964 dimite Javier Barroso como presidente del Atlético de Madrid, con el club sumido en una grave crisis deportiva y económica. Vicente Calderón asume la presidencia de forma provisional, apoyado por Manuel Olalde y otros directivos1 y el 17 de marzo de ese mismo año es elegido Presidente.

En poco tiempo consigue desbloquear la difícil situación económica, que tenía bloqueada la construcción del nuevo estadio que, en sustitución del viejo Metropolitano, se estaba construyendo en la ribera del Manzanares desde 1961. 

En tan sólo dos años, el Atlético de Madrid finaliza la construcción del Estadio del Manzanares que se inaugura en 1966. Poco después, en agradecimiento a la gestión de su presidente, el estadio pasará a llevar su nombre, denominándose Estadio Vicente Calderón. El club, bajo su presidencia, iniciaba una etapa en la que conseguiría un destacado palmarés deportivo y una cierta estabilidad en lo económico.

El 16 de junio de 1980 Vicente Calderón dimite al frente del Atlético de Madrid, y el club entra en una fase complicada, con una polémica presidencia (la de Alfonso Cabeza) y hasta tres presidentes provisionales. Todo ello provoca que el 23 de julio de 1982 la Asamblea General del Club vuelva a elegir como Presidente a Vicente Calderón, que tomaría posesión unas semanas más tarde. La nueva etapa de Calderón al frente del club no tendría los mismos éxitos de la primera, en un momento mucho más complejo para el fútbol. Aun así lograría una nueva Copa del Rey.

Vicente Calderón fallecería de un infarto el 24 de marzo de 1987 estando en activo como presidente. Murió el mejor presidente del Atlético de Madrid.

Con Calderón al frente del club, éste logró los siguientes títulos: una Copa Intercontinental, en 1974; cuatro Campeonatos de Liga (1965/66, 1969/70, 1972/73 y 1976/77); cuatro Copas de España (1965, 1972, 1976 y 1985); y una Supercopa de España de Fútbol (1985); además de un subcampeonato de la Copa de Campeones de Europa en 1974 ante el Bayern Munich.



29 de mayo.— En París, Francia, se estrenaba el ballet "La consagración de la primavera", con música del compositor ruso Ígor Stravinski y coreografía de Vaslav Nijinsky, provocando gran escándalo.

Ígor Stravinski (1882-1971)
"La consagración de la primavera" es una obra musical para orquesta compuesta en 1913 por Stravinski como parte integrante de la serie de ballets creados para la compañía de Serguéi Diáguilev, «Les Ballets Russes», presentados en París en la década de 1910, entre los que también se encuentran "El pájaro de fuego" y "Petrushka".

El 29 de mayo de 19131 la situación es tensa en el patio de butacas del Nuevo Teatro de los Campos Elíseos de París. Es ya la tercera colaboración entre Stravinsky y el célebre Ballet Ruso de Diaghilev, pero se nota en el ambiente que en esta ocasión no se va a repetir el éxito de "El Pájaro de Fuego" y "Petrushka", ambas con coreografía de Michel Fokine. El público, hasta entonces acostumbrado a un cierto infantilismo narrativo producto de la música de ballet clásico, está muy sensibilizado después de la experiencia de apenas un año antes en el accidentado estreno del "Preludio a la siesta de un fauno" de Claude Debussy.

"La consagración de la primavera, también tiene coreografía del provocador coreógrafo polaco Vaslav Nijinsky, y gran parte del público no está dispuesto a tolerar otra exhibición de erotismo explícito que atenta tan indisimuladamente contra la moral conservadora de la época con sus mallas ajustadas, su gesticulación onanista y sus ninfas semidesnudas en actitudes provocadoras sobre el espectacular escenario de Nikolai Roerich. Además, el concepto musical es todavía más radical que en el caso de Debussy, de modo que los ingredientes para la tragedia están servidos.

Al acontecimiento acude la élite intelectual del momento, desde músicos como Camille Saint-Saëns y Florent Schmitt entre otros hasta artistas polifacéticos como Jean Cocteau pasando por pintores como Pablo Picasso, futuro colaborador de Diaghilev, y personajes de moda como Coco Chanel, futura amante de Igor. Algunos, como Saint-Saëns, la figura más respetada del momento, abandonarán la sala entre exabruptos a los primeros compases considerando lo visto y oído como “un ataque a la belleza inmutable del arte”. Otros, adalides de la modernidad, la elogiarán. Conservadores frente a revolucionarios, nadie queda indiferente ante la propuesta. Gritos y siseos en parte del público. Otros aplauden. Nadie está pendiente de la música, apenas audible pese a su intensidad a pesar de los esfuerzos del director musical, Pierre Monteaux., que permanece inmutable al ruido.

Tras el intermedio las cosas empeoran y se desata el infierno: la gente no comprende lo que está viendo, comienzan los gritos a diestro y siniestro dirigidos al escenario y, ya puestos, las bofetadas de alguna dama ofendida al espectador de al lado que ha tenido la ocurrencia de aplaudir. Hay quien dice que incluso se pactan duelos para el día siguiente entre partidarios y detractores. Algunas sillas empiezan a volar, pero la obra, afortunadamente breve, llega milagrosamente a su final. Stravinsky, confuso e indignado, desaparece por la puerta trasera. Diaghilev probablemente se frota las manos…. se hablará de ello durante mucho tiempo. Y aunque seguramente ninguno de los presentes lo intuye, lo cierto han sido artífices de uno de los momentos cumbre de la música del siglo XX que cambiará para siempre una manera de entender las cosas.



30 de mayo.—  En Londres, Reino Unido, se firmaba el tratado de paz que daba por finalizada la Primera Guerra de los Balcanes.

Hacia 1912 el Imperio Otomano resultaba tan claramente vulnerable, cercano a la quiebra económica, convulsionado políticamente por la revolución de 1908 y comprometido militarmente en echar a los italianos de Libia, que las naciones balcánicas decidieron olvidar temporalmente sus propias enemistades y unirse contra los turcos. Era una jugada de la intrigante diplomacia rusa, que utilizando la propaganda paneslavista (y esperando ganar la hegemonía de la región), había estado durante años organizando y financiando a los movimientos independentistas. En primer lugar, Serbia y Bulgaria firmaron un pacto secreto en marzo, seguido por otro entre Bulgaria y Grecia en mayo. Luego, se adhirió Montenegro. Los países de la nueva Liga Balcánica tenía objetivos completamente diferentes.

Todos querían detener la "otomanización" política y cultural que los turcos ejercían en sus enclaves serbios, griegos, búlgaros y montenegrinos; y sobre todo en Bosnia, Albania y Macedonia; regiones completamente islamizadas. Ignorando las advertencias de las potencias europeas y Rusia de que no se tolerarían cambios en las fronteras, Montenegro atacó a los turcos e invadió Macedonia en octubre de 1912. El resto de la Liga Balcánica le declaró la guerra al Imperio Otomano en los días siguientes.

Los turcos se desmoronaron de inmediato; sus 400.000 soldados en la región eran superados a razón de tres a uno y, en su mayoría, eran reclutas apenas entrenados, ya que el gobierno liberal se había visto forzado a purgar el ejército de derechistas. En un mes la Liga Balcánica había invadido todas las posesiones europeas de los otomanos. Las conversaciones de paz se iniciaron en diciembre y se declaró una tregua. No obstante la lucha se reanudó cuando los nacionalistas violentos de derecha recuperaron el control en Turquía y lanzaron un ataque a principios de 1913. 

El golpe sirvió de excusa a la Liga para retomar los combates. El cambio de Gobierno en Constantinopla afectó también a las conversaciones rumano-búlgaras, endureciendo la postura del Gobierno de Bucarest, que amplió sus exigencias territoriales para no intervenir en el conflicto.

Los búlgaros se concentraron en rendir de una vez Adrianópolis y obtuvieron la cooperación de algunas unidades serbias. En marzo Adrianópolis cayó finalmente tras un intenso bombardeo y un asalto a la bayoneta. A pesar de la euforia desatada en Sofía y en San Petersburgo por la victoria, esta se convirtió en otra causa más de fricción entre Bulgaria y Serbia. A continuación y sin conocimiento del Gobierno, el alto mando búlgaro ordenó el ataque infructuoso a las líneas otomanas en Çatalca, lo que disgustó a los rusos, que no deseaban que la capital otomana cayese en otras manos. Mientras tanto, los griegos capturaron Ioánina, capital del Epiro. A continuación, transfirieron el grueso e sus fuerzas a Macedonia, que quedó ocupada conjuntamente por los ejércitos serbios y griegos.

Mientras continuaban los combates, Serbia y Grecia reforzaron el control de los territorios bajo su dominio, mostrando escasa inclinación por acelerar la firma de la paz definitiva con el Imperio. Los búlgaros entonces comenzaron conversaciones con los otomanos para lograr un paz separada en mayo, que no fructificaron por la oposición rusa. Los rusos advirtieron que, en caso de firmarse tal paz, el Gobierno ruso se negaría a arbitrar el reparto de Macedonia entre serbios y búlgaros, como deseaba el gobierno de Sofía.

Ante el aumento de la tensión entre los coaligados, los británicos los presionaron para firmar rápidamente la paz con los otomanos. Lograron su objetivo el 30 de mayo tras la reanudación de las conversaciones de paz en Londres diez días antes.

Por el Tratado de Londres el Imperio Otomano cedió a la Liga Balcánica sus territorio europeos a excepción de Constantinopla, sus alrededores, y reconoció la independencia de Albania, sin delimitar territorialmente. Grecia lograba por fin la cesión de Creta y Albania quedaba al albedrío de las grandes potencias, que debían decidir sobre su futuro. El tratado no trazaba, sin embargo, las fronteras entre los países de la Liga, sino sólo las nuevas fronteras entre estos y el derrotado Imperio.

Las potencias, especialmente por la oposición de Italia y, sobre todo, de Austria-Hungría, se negaron a otorgar territorio o puertos en el Adriático a Serbia. Las exigencias serbias para repartirse el territorio albanés entre la Liga fueron mal recibidas y rechazadas. Austria-Hungría se negó en redondo a permitir la expansión serbia en el Adriático, recibió en apoyo de sus aliados de la Triple Alianza y el resto de potencias decidió no enfrentarse a ella por lograr el objetivo serbio.

El rechazo de las potencias a repartir inmediatamente Albania entre los coaligados llevó a desacuerdos sobre el reparto de Macedonia, que desembocaron en un conflicto abierto cuando Bulgaria decidió atacar a sus aliados en la Segunda Guerra Balcánica. Serbia, privada del acceso al Adriático por las potencias, había sostenido su deseo de ser compensada en Macedonia a pesar de su pacto con Bulgaria, mientras que Grecia tampoco se había mostrado dispuesta a ceder parte de los nuevos territorios bajo su control. Los intentos búlgaros de lograr el arbitraje ruso de acuerdo a la alianza serbo-búlgara fracasaron, ya que los rusos se negaron a comunicar el resultado del mismo en el plazo exigido por los búlgaros y rechazaron ceñirse al reparto pactado. 

Los Balcanes quedaban convertidos en un polvorín a punto de estallar. Un año más tarde, esta región actuará como detonador de la guerra interimperialista que se estaba gestando.



© carlitosber.blogspot.com.ar, Mayo 26 MMXIII
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