martes, 22 de enero de 2013

Semana 3


11 meses mirando para el costado

Si en algo debemos reconocer a los Ladriprogresistas es su descaro para no hacerse cargo de todo aquello que los haga tener que asumir errores propios o los obligue, al menos, a dar alguna explicación; y como mucho de sus seguidores acompañan y, hasta justifican, estos “silencios”. La alianza con los señores feudales de las provincias, con las transnacionales de los agronegocios, la megaminería, el petróleo y las telecomunicaciones son “alianzas estratégicas lamentables”, pero “necesarias” para el “progreso” del “modelo”. Los casos de corrupción o son inventos de los medios “enemigos de la patria” o “casos puntuales de una forma de hacer política de siempre –en el fondo, dicen, ¿qué gobierno no tuvo algún escándalo?–. La inflación, el cepo al dólar, el control de importaciones también son “inventos mediáticos” o preocupaciones de los tilingos de clase media. Pero cuando se usa la misma estrategia para una tragedia civil en un medio de transporte concesionado y subsidiado, y que tengas un éxito similar lleva a pensar cuál es el límite no sólo de la caradurez Nac&Pop, sino también hasta donde mucha gente o está sedada o fanatizada. 


Alguien me dijo alguna vez, “esta gente nunca va a dar malas noticias, ni mucho menos reconocer un error”.  A lo que yo agregaría, que muchos de sus seguidores son iguales de incapaces de reconocerlos. Han llegado incluso a anunciar grandes obras –muchas ya anunciadas y, supuestamente, iniciadas anteriormente, y vueltas a relanzar tras la Tragedia de Once– sin hacer una sola mención de la masacre en la que murieron 51 personas. Hasta un día antes de que la Cámara Federal se expidiera La Jefa, en persona, anunció por Cadena Nacional que se iban a cambiar todas las unidades de la línea en la que ocurrió el desastre por trenes cero kilómetro. Más allá fue Don Florencio –el ex dirigente duhaldista al que le dieron el control de los transportes porque la Tragedia de Once tocó a toda la cúpula que se hacía cargo del tema hasta entonces en el ministerio de Don Julio– que anunció una “revolución” en 60 días en un diario oficialista, y se enojó cuando levantaron la nota los medios opositores y relativizó lo que el mismo había dicho. Pero él tampoco hizo una sola mención de la masacre, ni en su anunciada revolución ni en la desmentida.      

Mientras tanto la Cámara complicó la situación judicial de 6 funcionarios del Gobierno Nacional a cargo del área de Transportes. Incluso uno al que la banda de aplaudidores ovacionó de pie cuando anunció que renunciaba por motivos personales, y no por la Tragedia ni por vergüenza propia por las declaraciones escandalosas de los días posteriores –había dicho que si el choque ocurría un día antes, que era feriado, habrían muerto menos personas, y que la “costumbre argentina” de viajar en el primer vagón había sido un agravante de las consecuencias del, según él, “accidente”–. Días después nos enteramos que el soterramiento de la línea, anunciado dos veces antes de la Tragedia –es más, si se hubiese cumplido el primer anuncio, el tren ya habría sido subterráneo dos meses antes de la masacre; y el segundo anuncio, se hizo casi un año antes por otra tragedia ferroviaria, entre un tren de la misma línea y un colectivo–, vuelto a anunciar con bombos y platillos, e iniciado tras la Tragedia, está detenido apenas comenzado hace seis meses por falta de fondos y que comenzaría de verdad en la segunda mitad de este año. Mientras los pasajeros siguen sufriendo suspensiones, principios de incendios y descarrilamientos que el Gobierno Nac&Pop se encarga de minimizar rápidamente –en el día que escribía estas líneas un tren se quedó parado entre Ciudadela y Liniers–.  

Otro amigo, admirador de los Ladriprogresistas, me dijo alguna vez que “hinchar” con el tema de los trenes, es “mirar sólo lo malo” como hace la Cadena Ilegal Nacional del Desánimo; como si preocuparse por la crisis del transporte público sea una preocupación artificial inyectada por los medios opositores cual lavado de cerebro. En fin, los trenes “están hechos mierda por culpa del Turco”, se justifica. No podemos negar que el Riojano más Famoso fue, durante los 90, el “gran desguazador y rematador” de la ruina de un sistema ferroviario que empezó su prolongada agonía a fines de los años 50 –al igual que casi todas las empresas estatales que manejaban otros servicios públicos y recursos estratégicos–. Como es igualmente innegable que La Jefa, Él, y casi todos los funcionarios, no sólo eran “riojanistas” por entonces, sino que apoyaron y aplaudieron –y hasta se enriquecieron– con “la venta de las joyas de la abuela”. Como es todavía más innegable que de los casi 22 años que llevan los ferrocarriles privatizados, casi 10 gobernaron el país los “Ladriprogresistas” –y 20, el partido político al que pertenecen–. Ergo: no pueden hablar ni comportarse como si La Jefa hubiera asumido el 10 de diciembre de 2011 de manos del propio “Turco” en persona.      

Mucho menos pueden hacerlo cuando durante esta Década Nac&Pop fueron los propios Ladriprogresistas los que llevaron hasta el paroxismo de la ineficiencia y la corrupción el sistema privatista-subsidiario que caracterizó a los ferrocarriles –y demás servicios públicos concesionados– desde su misma privatización en los 90. Sistema que –como nos hemos cansado de decir repetidas veces en este medio–  además de conformar una auténtica “caja negra” donde se colusionan los intereses de los privados con la “plata sucia” que maneja la política partidaria y engrosa inexplicables las declaraciones juradas de los funcionarios públicos; constituye, cuando se mantiene indefinidamente en el tiempo, un subsidio a los empleadores en un escenario de inflación, que les permite conformar con aumentos de sueldos que apenas superan un costo de vida que tiene grandes desbalances y precios diferenciados que están complicando la economía –y cualquier intento de poda de estos subsidios, para controlar el déficit fiscal–.

Es una enorme contradicción que un gobierno que dice luchar por los derechos humanos  condene a millones de ciudadanos a viajar en condiciones inhumanas y poner en riesgo sus propias vidas en los transportes públicos. Y que además anuncie obras que no se cumplen, o que se cumplen a medias,  en forma espasmódica y que no hablen sobre la Masacre del 22 de febrero del año pasado. Lo peor es que la misma actitud comparten los opositores políticos del gobierno. Sino fijémonos la patética actitud del Niño Cincuentón que sueña con ser presidente –y nunca lo será, gracias a Dios–, líder de la oposición derechosa amarilla que se opone, pero no tanto, días después de la Tragedia de Once reculó en el traspaso de los subtes de la ciudad de Buenos Aires –el artificio de ciudad “autónoma”, del que el Niño Cincuentón es alcalde re-electo a pesar de casi 6 años de no gestión– y toda la bochornosa “novela del subte”. Ahora la ciudad se hizo cargo finalmente del subte, pero cerró una línea por dos meses para cambiar coches de casi 100 años de antigüedad por coches de estreno produciendo debates de los más patéticos: los Nac&Pop que en la ciudad son opositores salieron a defender el “patrimonio” porteño –los vergonzosos trenes centenarios que hacen un ruido infernal y parecen que en cualquier momento se desarman hay que defenderlos, bla, bla, bla–, cuando ellos le pedían el año pasado al Niño Cincuentón que retitrase de la Aduana los trenes de estreno que La Jefa le había comprado. Más patetismo demostraron los fanáticos Nac&Pop cuando se horrorizaron, llamaron a saltar molinetes y juntaron firmas por el aumento del 127% que ordenó el Niño Cincuentón hace un año, y no dijeron ni hicieron nada cuando en dos tantas (una a fines de octubre y otra a fines de diciembre) elevaron los pasajes de trenes y subtes casi 40% con tarjeta sube y 172% sin ella.

Como si fuera poco La Jefa se horrorizó por redes sociales, y luego en un discurso por Cadena Nacional, de un nuevo incremento de la tarifa del subte anunciada para marzo de este año –el  hiperactivo Don Florencio hasta prometió hacer todo lo posible para impedirlo– porque en el subte viajan los trabajadores y la gente humilde. Claro, en los trenes y los colectivos viaja la oligarquía.

En casi un año se vieron parches a medias y promesas de obras y mejoras que en el mejor de los casos apenas si se están haciendo muy lentamente. En casi un año muchos servicios fueron cancelados por la imposibilidad de garantizar un servicio con condiciones mínimas de seguridad, y los pasajeros viajan más apretados o en colectivos que demoran más tiempo. En casi un año cientos de heridos que quedaron con secuelas discapacitantes  han quedado sin trabajo y, en muchos casos sus familias sin el principal sustento de la casa, y sin protección social. En casi un año la Justicia avanzó hasta la instancia del Juicio Oral más por la lucha y la presión constante de los familiares que por la voluntad política de un Gobierno que desde el primer día trató de interponer recursos para ralentizarla o de difundir pistas falsas –como la culpabilización constante del maquinista–. 

Lo que pasó hace once meses fue el fruto de una política de estado de la corrupción e la ineficiencia. El silencio además de un reconocimiento de un error que marcó un punto de inflexión en el humor social, es complicidad.

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