sábado, 5 de enero de 2013

Semana 1


La insoportable levedad del ser “progre”

Uno de los grandes triunfos del Gobierno Nac&Pop ha sido no sólo presentarse como “progresista” y hasta “de izquierda”, sino que mucha gente “progresista” y “de izquierda” se lo creyera. El Peronismo ha logrado recuperar el progresismo que lo caracterizó hasta los 90 –cuando el Riojano más Famoso fagocitó, neutralizó y pulverizó a la derecha como fuerza política–. Al autoproclamarse no sólo de izquierda, sino como único representante legítimo de  esa parte del arco político, ha definido como de derecha o funcional a ella a todo cuanto se oponga. La izquierdización –sólo discursiva– es uno de los grandes aciertos de los pingüinos santacruceños: la izquierda, en la oposición, es demoledora, en la proximidad del poder, en cambio, se conforma. Con los genocidas presos, con los derechos civiles, con el reconocimiento público de la lucha por los derechos humanos –que el Peronismo olímpicamente ignoró durante 20 años–. Pero también con las delicias presupuestarias de la Revolución Imaginaria. “Del roban pero hacen se pasó al roban pero apresan”.  


Eso los lleva a imposturas casi ridículas como festejar la expropiación del predio de La Rural de Palermo a la corporación oligárquica más grande de la Argentina porque compraron el terreno a precio vil; y no decir nada sobre su propia Jefa, cuya base de su impresionante fortuna fue la compra precisamente a precio vil de tierras fiscales de la provincia cuando Él era gobernador, muchas que vendieron a muy buena cotización. Llegan el cinismo de que no discutir el poco claro enriquecimiento presidencial porque es “hacerle juego a la derecha”, porque la inquietud la corrupción del gobierno es una “preocupación puramente clasemedista”, y los frepasistas tardíos más descarados directamente van con su característico discurso antipolítica: “no hay un solo político que no haya robado, ¿quién puede tirar la primera piedra?”.

Resulta que ahora parece que muchos “progres” reconocen que el “argentinazo” de 2001, hito fundacional del post-neoliberalismo, no fue tan espontáneo y hasta La Jefa acusó a parte de su propio partido –claro, más de una década más tarde– de organizar la caída de Fernandito –hubiera sido interesante escucharla decir eso, en vez de votar por los interinos, y hasta aplaudirlos de pie cuando uno declaró el default como si fuera la independencia y el otro prometió multiplicar dólares cual Cristo con los peces–.

El 2001 es tan fuerte en la historiografía Nac&Pop, que actúa como el pase a cuartos de final del Mundial de fútbol, a todos se les borran las amarillas. A nadie le importa que La Jefa y Él hayan estado al lado del Riojano más Famoso, hayan apoyado las privatizaciones de YPF y Gas del Estado en su momento, hayan tenido al Mingo como asesor económico hasta el 2003, no hayan tenido participación alguna en la resistencia a la Dictadura genocida ni en los movimientos por los Derechos Humanos. Todo se perdona. Los “progres” frepasistas tardíos dirán que “es preferible equivocarse actuando que atarse al inmovilismo ideológico de los troskistas” y los de la “izquierda de cartulina” dirán que “lo importante no es el pasado, sino el presente y los que se esta construyendo para el futuro”.

Es que hay una suerte de re-edición del “entrismo” de los ‘70s que pretendieron esa “juventud maravillosa” –e ingenua– que fue a Ezeiza a esperar a Fidel y fue acribillada por los muchachos peronistas; y cuando quisieron reaccionar tenían a las Tres A haciendo limpieza en los cuadros, masacrando, chupando gente u obligándola a exiliarse. Esta teoría supone que se puede “entrar en el peronismo” y apoderarse de él, sobre todo de su enorme clientela de trabajadores y sectores populares que por tradición, educación y pertenencia, adhieren al peronismo casi sin pensarlo. La idea es convertirlo en un partido de izquierda y, al mismo tiempo, transformar en el mismo sentido a las mayorías populares.

La Jefa que es muy pilla juega con cierta ambivalencia en algunos de sus discursos, coquetea con el “entrismo” renegando del peronismo, tratándolo como algo exterior a su gobierno, o como un socio más de su coalición política.

Los “progres” Nac&Pop festejan entonces que hayan echado al Camionero Morochón de la mesa chica, lo acusan de representar lo peor de la burocracia sindical peronista. Pero no dicen nada sobre los gordos ex menemistas sentados alrededor de La Jefa o del capo del gremio la construcción que actuó para la Inteligencia Militar durante la Dictadura. 

Igual pasa con los “progres” ecologistas, les preocupan más las focas de Canadá o la taiga rusa que las áreas de la Cordillera que las transnacionales mineras están dinamitando, triturando y tratando con cianuro y agua, para llevarse lodos ricos en minerales –que declaran las propias compañías que contienen–, que luego nos venden como productos terminados. En el peor de los casos, ma megaminería a cielo abierto, como “los gordos” de la CGT “son errores que hay que bancarse ante todo lo bueno”. 

No importa si la megaminería represente el neocolonialismo y la reprimarización de la economía con su rostro más brutal, a pesar de ella el camino hacia la soberanía nacional y popular es indiscutible por puro voluntarismo. Lo mismo con las multinacionales de los agronegocios y los alimentos transgénicos. Se horrorizarán con los campesinos que se exceden en el uso de los pesticidas, pero irónicamente no discuten la matriz económica de la Argentina sino que, para ellos, son casos que demuestran que los oligarcas odian a los pobres.

Lo mismo que el deporte favorito de los progres, pegarle al Eterno Niño Cincuentón que sueña con ser presidente –pero que jamás lo será– líder de la oposición amarilla –que se opone un poquito, pero nada más, y votan juntos los grandes negociados y las leyes contra los trabajadores–, alcalde del artificio de ciudad autónoma. Ahora se horrorizan que cierre una línea de subte para renovar chatarra andante impresentable, cuando el año pasado le pedían que retire los vagones que estaban en la Aduana. Si la medida la tomaba el candidato K, hoy la estaban aplaudiendo. ¡Y hay quienes se ponen nostálgicos con los vagones de madera! Que la identidad de la ciudad, que los turistas… ¡póngalos en Tecnópolis y que los que quieran viajar en esas cosas den vueltas a la manzana y se saquen fotos!

Aparte es tan fácil pegarle al impresentable Niño Cincuentón, que muchos de estos “progres” de cartulina se creen haciendo la revolución. Y defienden a  funcionarios que heredaron del Riojano más Famoso, de Fernandito, del Cabezón de Banfield y hasta algunos “entristas” de la vieja UCEDE.

Con un levedad insoportable miles de jóvenes –y no tan jóvenes- hablan de “progresismo” y acusan de “de derecha” o de “funcional a la derecha” de cualquier oposición a un gobierno neoliberal; que paga en cash la deuda externa a coste de un ajuste cada vez más brutal sobre la población, que reprime a los que se oponen –a veces en forma “tercerizada” a través de patotas sindicales–; que espía a los luchadores sociales, los encarcela sin proceso –y hasta los retiene 20 hs. en Campo de Mayo–; que utiliza la cadena nacional, los servicios de inteligencia del Estado y la información privada del Anses y la Afip para desprestigiar a los que se oponen –incluso a ciudadanos comunes–; que distribuye la pauta publicitaria del Estado en forma totalmente discrecional en favor de grupos de medios que se crearon en estos años por empresarios “amigos” o en los noventa –por ex funcionarios del Riojano más Famoso– y dice luchar contra los monopolios mediáticos; que no investiga y se olvida que hubo, al menos, en estos casi diez años dos desaparecidos en democracia; que ha reaccionado por el tema de la trata en forma espasmódica de acuerdo a cómo el tema calaba en los medios; que habla de maniobras “destituyentes” pero no duda en sacudir a gobernadores e intendentes –como pasó con el gobernador de Santa Cruz el año pasado, acusado de espionaje a La Jefa; o pasa ahora mismo con el intendente de Bariloche, al que le quieren hacer pagar el costo político de los saqueos de diciembre–.

Muchos “progres” reconocen mucho de esa insoportable levedad, pero se excusan en la falta de alternativas que a sus ojos tiene la política argenta. Cualquier alternativa es infinitamente peor, y votar por la izquierda es utopía. En el peor de los casos este el mejor gobierno de la democracia –y más que seguro el menos peor–, y por sólo eso vale la pena mantenerlo. 

La “política de derechos humanos” le otorga finalmente la racionalidad al oficialismo, compromete al progresismo en la defensa frontal. Hasta el final, que para colmo no debe existir.  Saben los progresistas del frepasismo tardío, que La Jefa no debe fracasar. Ni pueden aceptar la posibilidad que la fiesta, alguna vez, se termine, que se de vuelta la tortilla, como bien le pasó a la derecha que tan cómoda se sintió con el Riojanismo que al mismo tiempo que la cooptaba, la neutralizaba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario