Última entrega
El fin de la guerra y sus consecuencias
Tanques y soldados de la 4ta División Acorazada de EEUU en Coutances durante la Operación Cobra. |
Los nazis caen en Francia
El 23 de julio, en la Operación Cobra, las fuerzas mecanizadas estadounidenses consiguieron forzar la salida por el lado oeste de la cabeza de playa de Normandía gracias a su superioridad numérica, al poder de fuego aliado y a tácticas mejoradas. Cuando Hitler supo de la salida estadounidense, ordenó a sus fuerzas en Normandía que lanzasen una contraofensiva inmediata. Sin embargo, las fuerzas alemanas que se movían en campo abierto, eran un objetivo fácil para la aviación aliada, ya que al principio habían escapado de los ataques aéreos aliados, debido solamente a sus posiciones defensivas bien camufladas.
Los estadounidenses colocaron fuertes formaciones en sus flancos para que neutralizaran los ataques, y empezaron entonces a rodear al 7º Ejército alemán y a grandes partes del 5° Ejército Panzer en la bolsa de Falaise. Fueron capturados unos 50.000 alemanes, pero 100.000 consiguieron escapar de la bolsa, aunque sin sus tanques ni armamento pesado. Todavía peor para los alemanes, fue que los británicos y canadienses que habían estado bloqueados en su sector, ahora hicieron una brecha en las líneas alemanas. Se había desvanecido cualquier esperanza que tuviesen los alemanes de contener el avance aliado en Francia, formando una nueva línea defensiva. Los aliados se precipitaron por toda Francia, avanzando 1.000 kilómetros en dos semanas.
Tropas de EEUU en los Campos Elíseos en París. |
Las fuerzas alemanas se retiraron hacia el Norte de Francia, Países Bajos y Bélgica. Las fuerzas aliadas estacionadas en Italia invadieron la Riviera francesa el 15 de agosto de 1944, y enlazaron con las fuerzas de Normandía. La resistencia francesa clandestina en París, se levantó contra los alemanes el 19 de agosto, y una división acorazada francesa bajo el mando del general Philippe Leclerc, presionando a la vanguardia desde Normandía, recibió la rendición de las fuerzas alemanas de la ciudad, y liberó a la ciudad el 25 de agosto.
Los alemanes lanzaron la bomba volante V-1, el primer misil de crucero del mundo, para atacar blancos en el sur de Inglaterra y en Bélgica. Más tarde, emplearían el cohete V2, un misil balístico guiado de combustible líquido. Ninguna de estas armas era muy precisa y podían solamente ser apuntadas hacia blancos grandes, como las ciudades. Tuvieron muy poco impacto militar, pero su intención era más bien la desmoralización de los civiles.
Paracaidistas aliados aterrizando durante la Operación Market Garden. |
Los problemas logísticos eran una constante en el avance aliado hacia el este, ya que las líneas de suministro todavía venían desde las playas de Normandía. Los paracaidistas aliados y las fuerzas acorazadas intentaron un avance para ganar la guerra, a través de los Países Bajos y el Rin con la Operación Market Garden en septiembre, pero fueron rechazados. Una victoria decisiva lograda por el 1º Ejército canadiense en la Batalla del Scheldt, aseguró la entrada al puerto de Amberes, con lo cual se pudo usar para recibir suministros a últimos de noviembre de 1944. Mientras tanto, los estadounidenses lanzaron un ataque a través del bosque de Hurtgen en septiembre; los alemanes, a pesar de tener menor número de hombres, fueron capaces de rechazar a los estadounidenses durante 5 meses, usando el difícil terreno y buenas posiciones defensivas.
En octubre, los estadounidenses capturaron, Aquisgrán, la primera ciudad importante alemana en ser ocupada. Hitler había estado planeando desde mediados de septiembre una contraofensiva importante contra los aliados. El objetivo del ataque sería la captura de Amberes. La captura o destrucción de Amberes no sólo cortaría los suministros a los ejércitos aliados, también dividiría a las fuerzas aliadas en dos, desmoralizando la alianza y forzando a sus líderes a negociar. Para el ataque, Hitler concentró lo mejor de lo que le quedaba de sus fuerzas, en el Oeste. El 5° Ejército Panzer, el reconstruido 7º Ejército y el recién creado 6º Ejército Panzer, en total, 240.000 hombres en 28 divisiones, 1.200 tanques y cañones de asalto. La ofensiva empezó el 16 de diciembre de 1944, con una barrera artillera disparada por 900 cañones alemanes. Una hora más tarde, los tres ejércitos alemanes golpearon la línea estadounidense del frente. Hitler lanzó su golpe hacia Amberes a través de las Ardenas, en el sur de Bélgica, una región llena de colinas y en algunos lugares llena de espesos bosques, y el lugar de su victoria en 1940.
Tropas alemanas combatiendo en las Ardenas. El soldado en primer plano está equipado con la nueva StG-44 de Heer, el primer rifle de asalto del mundo. |
El ataque del 6º Ejército Panzer tuvo un progreso lento, pero una de sus puntas de lanza consiguió penetrar en las líneas estadounidenses y lanzarse con rapidez hacia el río Mosa. En el Sur, el 5° Ejército Panzer penetró a través de la inexperta infantería estadounidense. El avance alemán fue retrasado en Saint-Vith, población que las fuerzas estadounidenses defendieron durante varios días. En el vital nudo de carreteras de Bastogne, los alemanes sitiaron la ciudad, defendida por la 101ª División Aerotransportada, pero no consiguieron tomarla. Algunas unidades alemanas sobrepasaron Bastogne, pero el avance principal fue bloqueado.
La ofensiva alemana tuvo un gran impacto en los comandantes aliados, ya que no creían que los alemanes aún tuvieran capacidad para organizar una ofensiva a gran escala. Muchas de las tropas alemanas que atacaban eran veteranos del Frente Oriental, y sabían como combatir en invierno. Un cielo denso y cubierto había impedido el uso de sus aviones de reconocimiento y de ataque a tierra a los estadounidenses. Sin embargo, los aliados estaban empezando a recuperarse de su impacto inicial y el 1º Ejército y el 9º Ejército se reagruparon para bloquear cualquier intento de avance de los alemanes hacia el Norte. El 3º Ejército de Patton hizo un giro rápido de 90 grados y golpeó el flanco sur alemán. El 26 de diciembre, el 3º Ejército había liberado Bastogne. El clima en estos momentos había mejorado, permitiendo liberar todo el poder aéreo aliado, hasta detener el ataque terrestre alemán en Dinant. En un intento para mantener el impulso de la ofensiva los alemanes lanzaron un ataque aéreo masivo contra los campos de aviación aliados en los Países Bajos el 1 de enero de 1945. Los alemanes destruyeron 465 aviones pero perdieron 277 de sus propios aviones. Mientras que los aliados recuperaron sus pérdidas en cuestión de días, la Luftwaffe no, por lo que ya no fue capaz de lanzar más ataques aéreos importantes. Las fuerzas aliadas del norte y el sur se encontraron en Houffalize, y a finales de enero habían empujado a los alemanes a sus posiciones de partida. Se habían desperdiciado meses de la producción de guerra del Reich, en un momento en el que las fuerzas alemanas del Frente Oriental necesitaban esos recursos desesperadamente, ya que el Ejército Rojo se estaba preparando para su masiva ofensiva contra Alemania.
El Frente Oriental entre enero de 1945 y abril de 1945
Con los Balcanes y la mayor parte de Hungría limpias de tropas Alemanas a últimos de diciembre de 1944, los soviéticos comenzaron un redespliegue masivo de sus fuerzas hacia Polonia para su inminente ofensiva de invierno. Los preparativos soviéticas todavía estaban en marcha, cuando Churchill le pidió a Stalin que lanzase su ofensiva tan pronto como fuera posible para aliviar la presión Alemana en el Oeste. Stalin accedió y la ofensiva fue dispuesta para el 12 de enero de 1945. Los ejércitos de Kónev atacaron a los alemanes en el sur de Polonia y se expandieron desde su cabeza de puente en el río Vístula cerca de Sandomierz. El 14 de enero, los ejércitos de Rokossovsky atacaron desde el río Narew al norte de Varsovia. Los ejércitos de Zhúkov, situados en el centro, atacaron desde sus cabezas de puente cerca de Varsovia. La ofensiva combinada soviética rompió las defensas que cubrían Prusia Oriental, dejando el frente Alemán en un completo caos.
Las tropas soviéticas entran a Łódź, siendo recibidos por la población; en primer plano, un tanque ISU-122. |
Zhúkov tomó Varsovia el 17 de enero y, ya el 19 de enero, sus tanques habían llegado a Łódź. Ese mismo día, las fuerzas de Kónev alcanzaron la frontera Alemana anterior a la guerra. Al final de la primera semana de la ofensiva, los soviéticos habían penetrado 160 kilómetros en profundidad, en un frente que tenía 650 kilómetros de ancho. La apisonadora soviética se paró finalmente en el río Óder al final de enero, a solo 60 kilómetros de Berlín. Los soviéticos habían esperado capturar Berlín para mediados de febrero, pero resultó una previsión demasiado optimista. La resistencia alemana que casi se había colapsado en la fase inicial del ataque, se había había endurecido tremendamente.
Las líneas soviéticas de suministro estaban sobreextendidas y la disciplina entre las tropas Soviéticas en el momento que fueron lanzadas sobre suelo alemán se colapsó. El deshielo de primavera, la falta de apoyo aéreo, y el miedo a ser rodeados a través de ataques de flanco desde Prusia Oriental, Pomerania y Silesia, condujo a un alto general de la ofensiva soviética. El recién creado Grupo de Ejército Vístula, bajo el mando de Heinrich Himmler, intentó un contraataque en el flanco expuesto del Ejército Soviético pero había fallado para el 24 de febrero. Esto hizo que Zhúkov tuviese claro que el flanco tenía que ser asegurado antes que pudiese montarse cualquier ataque sobre Berlín. Los soviéticos reorganizaron entonces sus fuerzas y golpearon hacia el norte, limpiando Pomerania, y después atacaron hacia el sur y limpiaron Silesia de tropas alemanas. En el sur, tres intentos alemanes de liberar la asediada guarnición de Budapest fallaron, y la ciudad cayó ante los soviéticos el 13 de febrero. Los alemanes contraatacaron otra vez; Hitler insistía en la tarea imposible de recuperar el río Danubio. El 16 de marzo, el ataque había fallado, y el Ejército Rojo contraatacó ese mismo día. El 30 de marzo, entraron en Austria y capturaron Viena el 13 de abril.
Hitler creía que el objetivo principal para la inminente ofensiva Soviética sería en el sur cerca de Praga, y no Berlín, y había enviado las últimas reservas Alemanas a defender en ese sector. El principal objetivo del Ejército Rojo era realmente Berlín y para el 16 de abril estaba listo para comenzar su asalto final sobre Berlín. Las fuerzas de Zhúkov golpearon por el centro y cruzaron el río Óder pero quedaron detenidas debido a la desesperada resistencia Alemana en las Alturas Seelow. Después de tres días de lucha muy dura y de 33.000 soldados soviéticos muertos, se penetraron las últimas defensas de Berlín. Kónev cruzó el río Óder desde el sur y se encontró que podía atacar Berlín pero Stalin le ordenó que guardase los flancos de las fuerzas de Zhúkov y que no atacase Berlín. Las fuerzas de Rokossovskiy cruzaron el Óder por el norte y enlazaron con las fuerzas del Mariscal de Campo Bernard Montgomery en el norte de Alemania mientras que las fuerzas de Zhúkov y Kónev capturaban Berlín.
Condecoración de un niño-soldado con la Cruz de Hierro. El empleo de niños soldados fue muy frecuente en la defensa de Berlín. |
Para el 24 de abril, los grupos de ejército soviéticos habían rodeado al 9.º Ejército Alemán y a parte del 4.º Ejército Panzer. Estas eran las principales fuerzas que supuestamente tenían que defender Berlín, pero Hitler había dado órdenes a estas fuerzas que aguantasen donde estaban y que no retrocediesen. Así que las principales fuerzas Alemanas que supuestamente debían defender Berlín, estaban atrapadas al sureste de la ciudad. Berlín fue rodeada más o menos en este momento, y como esfuerzo de resistencia final, Hitler llamó a los civiles, incluyendo a los adolescentes y ancianos, a que luchasen en la milicia Volkssturm, contra el Ejército Rojo que se estaba aproximando. Estas fuerzas marginales fueron aumentadas con los vapuleados restos alemanes que habían luchado contra los soviéticos en las Alturas Seelow. Hitler le ordenó al cercado 9º Ejército, que rompiese el cerco y que enlazase con el 12º Ejército del general Walther Wenck y que liberase Berlín. Una tarea imposible, las unidades supervivientes del 9º Ejército fueron conducidas hacia los bosques que rodeaban Berlín, cerca del pueblo de Halbe, donde estuvieron envueltos en una lucha particularmente dura, tratando de romper las líneas soviéticas.
Lanzadera de cohetes Katyusha del Ejército Rojo, abre fuego en las calles de Berlín, Abril de 1945. La lanzadera es modelo BM-13N,132 mm sobre un camión Studebaker estadounidense. |
Una minoría rompió el cerco y consiguió unirse al 12º Ejército y dirigirse peleando hacia el oeste, para rendirse a los estadounidenses. Mientras tanto, la durísima lucha urbana continuaba en Berlín. Los alemanes habían almacenado una gran cantidad de panzerfausts, y consiguieron destruir una gran cantidad de tanques soviéticos en las calles llenas de escombros de Berlín. Sin embargo, los soviéticos emplearon las lecciones que habían aprendido en la lucha urbana en Stalingrado, y fueron avanzando lentamente hacia el centro de la ciudad. La fuerzas Alemanas en la ciudad resistieron tenazmente, en particular la unidad SS Nordland, que estaba compuesta de voluntarios SS extranjeros, porque estaban muy motivados ideológicamente y creían que no vivirían si eran capturados.
La lucha fue casa por casa y cuerpo a cuerpo. Los soviéticos tuvieron 360.000 bajas; los alemanes 450.000 bajas incluyendo civiles, y además 170.000 capturados. Hitler y su personal se trasladaron al búnker de la Cancillería, donde se suicidó el 30 de abril de 1945, junto a Eva Braun, con la que había contraído matrimonio unas horas antes.
La Guerra acaba en Europa
Periódico estadounidense anunciando la muerte de Hitler. |
Roosevelt, Churchill, y Stalin llegaron a acuerdos para la Europa de posguerra en la Conferencia de Yalta en febrero de 1945. Su encuentro llegó a muchas resoluciones importantes, tales como la formación de las Naciones Unidas, elecciones democráticas en Polonia, las fronteras de Polonia se movieron hacia el oeste a expensas de Alemania, los nacionales soviéticos serían repatriados, y se acordó que la Unión Soviética atacaría a Japón a los tres meses de la rendición de Alemania.
Los Aliados reasumieron su avance hacia el interior de Alemania a finales de enero. El obstáculo final para los Aliados era el Río Rin, que fue cruzado a finales de marzo de 1945, ayudados por la captura fortuita del Puente de Ludendorff en Remagen. Una vez que los Aliados hubieron cruzado el Rin, los británicos se dirigieron en abanico hacia el nordeste en dirección a Hamburgo, cruzando el Río Elba y moviéndose hacia Dinamarca y el Mar Báltico.
Tropas estadounidenses y soviéticas se encuentran en el Elba. |
El 9º Ejército de los Estados Unidos se dirigió al sur para formar la pinza norte del embolsamiento del Ruhr, mientras que el 1º Ejército fue hacia el norte como la pinza sur del embolsamiento. Estos ejércitos estaban comandados por el general Omar Bradley, que tenía bajos su mando a 1.300.000 hombres. El 4 de abril, el cerco estaba completado, y el Grupo de Ejército Alemán B, que incluía al 5º Ejército Panzer, al 7º Ejército y al 15º Ejército comandados por el Mariscal de Campo Walther Model, estaban atrapados en la Bolsa del Ruhr. Se cogió a unos 300.000 soldados alemanes como prisioneros de guerra. El 1er y 9º ejércitos de los Estados Unidos giraron entonces hacia el este. Pararon su avance en el río Elba, donde se encontraron con las tropas soviéticas a mediados de abril.
Los avances Aliados hacia el norte de la Península Italiana, en el invierno de 1944–45, habían sido lentos debido al terreno montañoso y al redespliegue de tropas en Francia. Pero para el 9 de abril, el 15º Grupo de Ejército Británico-estadounidense, penetró a través de la Línea Gótica y atacó el valle del Po, cercando gradualmente las principales fuerzas alemanas. Milán se conquistó a finales de abril. El 5º Ejército de Estados Unidos continuó su avance hacia el oeste y enlazó con unidades francesas, mientras que los Británicos entraron en Trieste, y se encontraron con los partisanos yugoslavos. Unos pocos días antes de la rendición de las tropas alemanas en Italia, partisanos italianos capturaron a Mussolini, que trataba de escapar a Suiza. Fue ejecutado, junto con su amante Clara Petacci. Se llevaron sus cuerpos a Milán, donde fueron colgados boca abajo, para escarnio público.
Después de la muerte de Hitler, Karl Dönitz se convirtió en el jefe del gobierno alemán pero su poderío se desintegraba rápidamente. Las fuerzas alemanas en Berlín entregaron la ciudad a las tropas soviéticas el 2 de mayo de 1945. Las fuerzas alemanas en Italia se rindieron el mismo día, en el cuartel general del General Alexander, y las fuerzas alemanas en el Norte de Alemania, Dinamarca y los Países Bajos se rindieron el 4 de mayo. El Alto Mando Alemán bajo el Generaloberst Alfred Jodl rindieron incondicionalmente todo el resto de fuerzas alemanas el 7 de mayo en Reims, Francia. Los Aliados occidentales celebraron el «Día de la Victoria en Europa» el 8 de mayo. La Unión Soviética celebró el «Día de la Victoria» el 9 de mayo. Algunos restos del Grupo de Ejército Centro Alemán continuaron resistiendo hasta el 11 de mayo o el 12 de mayo (Batalla de Praga).
Soldados soviéticos con la bandera de la Unión Soviética, cerca de la Puerta de Brandeburgo, 2 de mayo de 1945. |
La Guerra acaba en Asia
La última conferencia aliada de la Segunda Guerra Mundial fue celebrada en la ciudad de Potsdam, cercana a Berlín, desde el 17 de julio hasta el 2 de agosto. Durante la Conferencia de Potsdam, se alcanzaron acuerdos entre los Aliados sobre la política a llevar en la Alemania ocupada. También se lanzó un ultimatum a Japón pidiendo su rendición incondicional.
El presidente de los Estados Unidos Harry Truman decidió usar la nueva arma atómica para acelerar el final de la guerra. La batalla de Okinawa había mostrado que una invasión en las islas de origen japonesas (planeada para noviembre) significaría un gran número de bajas estadounidenses. La estimación oficial que fue dada por la Secretaría de Guerra era de 1.4 millones de bajas aliadas, aunque algunos historiadores discuten si esto habría sido el caso o no. La invasión habría significado la muerte de millones de soldados japoneses y civiles, que estaban siendo entrenados como milicia.
El 6 de agosto de 1945, un B-29 Superfortress, el Enola Gay, lanzó una bomba atómica apodada Little Boy sobre Hiroshima, destruyendo la ciudad. El 9 de agosto, un B-29 llamado Bockscar lanzó la segunda bomba atómica, apodada Fat Man, sobre la ciudad portuaria de Nagasaki.
Se estima que hacia finales de 1945, las bombas habían matado a 140.000 personas en Hiroshima y 80.000 en Nagasaki, aunque sólo la mitad había fallecido los días de los bombardeos. Entre las víctimas, del 15 al 20% murieron por lesiones o enfermedades atribuidas al envenenamiento por radiación. Desde entonces, algunas otras personas han fallecido de leucemia (231 casos observados) y distintos cánceres (334 observados) atribuidos a la exposición a la radiación liberada por las bombas. En ambas ciudades, la gran mayoría de las muertes fueron de civiles.
El 8 de agosto, dos días después que se hubiese lanzado la bomba atómica sobre Hiroshima, la Unión Soviética, habiendo denunciado su pacto de no agresión con Japón en abril, atacó a los japoneses en Manchuria, cumpliendo su promesa hecha en Yalta de atacar a los Japoneses tres meses después de que hubiese acabado la guerra en Europa. El ataque fue hecho por tres grupos de ejército soviéticos. En menos de dos semanas, el ejército japonés en Manchuria, que consistía en aproximadamente un millón de hombres, había sido destruido por los soviéticos. El Ejército Rojo se movió hacia Corea del Norte el 18 de agosto. Corea fue seguidamente dividida en el paralelo 38 en las zonas soviética y estadounidense.
El uso estadounidenses de las armas atómicas contra Japón y la invasión soviética del Manchukuo, hicieron que Hirohito se apresurase a puentear al gobierno existente e interviniese para finalizar la guerra. Los japoneses se rindieron el 14 de agosto de 1945, o el Día de la Victoria sobre Japón, firmando el Instrumento Japonés de Rendición el 2 de septiembre. Las tropas japonesas en China se rindieron formalmente el 9 de septiembre de 1945.
Las consecuencias y la posguerra
El número de muertos, según las cifras más aceptadas, llegó a 50 millones de seres humanos. A esta pavorosa cifra hay que sumar las perturbaciones de los prisioneros, las secuelas de los campos de concentración, la desorganización -cuando no desintegración- de las familias y los grupos de pertenencia locales, el hambre y el esfuerzo de re-adaptación de los soldados a la vida civil. Desaparecieron ciudades, vías férreas, carreteras, puentes, plantas industriales y viviendas, así como se afectaron los campos, cursos de agua y bosques.
Los avances políticos de las fuerzas aliadas -que hacia el final de la guerra se decantaron en sendos alineamientos detrás de las superpotencias triunfadoras-, el ventajeo político de cada país en la liberación respectiva, las decisiones de Yalta -en la que el presidente estadounidense Franking D. Roosevelt y el líder soviético Iósif Stalin se repartieron literalmente el mundo-, y los adelantos científicos y tecnológicos de la guerra -sobre todo en el poder destructivo de los arsenales de guerra-, esbozaron los colores del planisferio cuando llegó la paz.
Por de pronto, era fácil advertir el cambio sobrevenido en el peso económico y político de los países centrales. Si era obvio que Alemania y Japón habían quedado arrasados, también era inocultable la difícil situación de Francia, Italia y Gran Bretaña. Estas cinco naciones eran potencias de primer orden antes de 1939; y ahora pasaban definitivamente a un segundo nivel hasta el punto en convertirse -no sin reservas- en aliados -y protegidos- de Estados Unidos. En contrapartida, era fácil percibir el avance de los Estados Unidos como primer superpotencia mundial, al igual que el ascenso de la Unión Soviética como la alternativa de poder geopolítico. Los efectos de esta nueva situación se verían con mucha claridad muy pronto en los años posteriores.
Austria y Checoslovaquia recuperaron su autonomía. La frontera germano-polaca siguió la línea del Oder-Niesse; en consecuencia, Alemania perdió Prusia Oriental y los demás territorios al este de esa línea. La expulsión de los alemanes provocó la migración forzada de entre 12 y 14 millones de nacionales alemanes (Reichsdeutsche) y alemanes étnicos (Volksdeutsche); alrededor de 3 millones de muertos por las venganzas y la represión -sobre todo de los nuevos ejércitos rojos de las naciones que quedaron bajo la égida de Stalin- y la confiscación de sus bienes y propiedades.
Los aliados de Alemania -Bulgaria, Hungría, Rumania y Finlandia- firmaron tratados de paz con los Aliados, imponiéndoles las condiciones dictadas por los soviéticos que ocuparon esos países. Peor suerte corrieron los nacionalistas ucranianos y de las naciones bálticas, el régimen soviético les hizo pagar carísimo el haberse aliando a los nazis durante la guerra. Italia perdió para siempre su imperio colonial; el Trieste fue entregado a una comisión internacional y la Venecia Julia pasó a manos de Yugoslavia. Allí el mariscal Josip Broz Tito si bien reprimió a los croatas aliados de los nazis -los temibles Ustaše- erigió una nación donde las nacionalidades convivirían en paz bajo un régimen comunista que supo mantenerse independiente de Moscú. Japón perdió todas sus conquistas, China recuperó la isla de Formosa, y la Unión Soviética ocupó Sajalín. Estados Unidos, por su parte, ocupó casi todas las islas y atolones del Pacífico, y estableció bases militares en territorio japonés. En tanto, estadounidenses y soviéticos se repartieron la península de Corea en sendas mitades.
Sólo los analistas más agudos podían predecir la fuerza arrolladora que en poco tiempo adquirirían los movimientos de descolonización. Planteado por Roosevelt como un impedimento moral, el colonialismo encontró defensores en sus aliados -Winston Churchill y Charles De Gaulle-. Pero el fin de la guerra aceleró las tendencias anticolonialistas. A veces, se trataba de los mismos movimientos de la pre-guerra que, como en la India, veían ahora la oportunidad histórica: la decadencia -económica, geopolítica y sobre todo moral- de las metrópolis hacía más pareja la relación de fuerzas para negociar o luchar por la independencia. En otros casos, como el de las posesiones holandesas y británicas en el sudeste asiático, al desprestigio de los europeos vencidos por Japón se unió a la derrota de la nueva metrópoli tras la guerra. En poco más de cinco años, la India -dividida en India y Pakistán por las diferencias religiosas-, Indonesia, Filipinas y el Estado de Israel darían testimonio de una tendencia incontenible.
Estos sacudimientos tendrían lugar en un marco de características singulares que tuvo como escenario el mundo entero en mayor o menor medida. Nos referimos al desarrollo tecnológico y científico impulsado por la guerra, que ahora derramaría -y así lo publicitaban muchos- sus beneficios sobre toda la humanidad con sus aplicaciones para la paz. Desde la energía atómica hasta la computación electrónica, desde as sulfamidas hasta el desarrollo de la navegación -por mar y por aire-; los inventos y descubrimientos multiplicados por las exigencias bélicas ahora demostraban su potencial de conford, seguridad y salud para la vida humana. Con toda naturalidad se deslizaban los ingenieros desplegados para matar o defenderse sobre los campos pacíficos. Tal vez dos ejemplos notorios sean el desarrollo del radar, hoy en día es difícil imaginar la navegación por aire y por agua sin él; y los motores a reacción, que posibilitarían la aeronavegación masiva años más tarde.
Por último debemos hablar de la creación de los sistemas mundiales o regionales de seguridad y cooperación que, a modo de radares políticos, comenzaron a operar en la preservación de la paz, no siempre con éxito, pero al menos con la esperanza depositada de centenares de millones de seres humanos de que no se repitiera otra confrontación global. La ONU -y después la OEA en el continente americano- pretendieron aprovechar la experiencia de los organismos de la época de entre guerras -la Sociedad de Naciones y la Unión Panamericana- para salvar los errores y afinar su eficacia. O, al menos, para actuar como foros donde las naciones pudieran hacer oír sus reclamos. Estos organismos, con los colaterales que se fueron creando (OMS, FAO, FMI, Unesco, Acnur, etc) fueron instalando una suerte de "conciencia internacional" que, si bien no erradicó los abusos de las grandes potencias ni detuvo los conflictos focalizados, sirvió para establecer un mínimo marco de convivencia internacional más o menos estable hasta los 90.
La paz también cambió las mentalidades. Uno de los rasgos más sobresalientes en ese sentido de la posguerra es el enorme prestigio adquirido por Estados Unidos, sus forma de vida, cultura y técnicas se convirtieron casi en un ideal universal. Si la Unión Soviética había sido la gran vencedora en Europa al izar la bandera roja de la hoz y el martillo en la fachada de la Cancillería del Reich en lo que quedaba de Berlín -estableciendo a lo largo de su frontera occidental un "colchón de seguridad" compuesto por países sovietizados por regímenes títeres manejados desde Moscú-, en el resto de Europa y en Asia fue Estados Unidos el que impuso no sólo la fuerza de su poderío bélico y económico, sino todo un modo de vida. Países de antigua identidad como Italia, Francia y Gran Bretaña se vieron seducidos por la presencia de miles de jóvenes americanos que, paralelamente a la liberación, traían las música del jazz, la informalidad en el vestir y el hablar, las maravillas de sus elementos técnicos personales, y un estilo de vida fresco y saludable que contrataba con la derrota física y anímica de los pueblos derrotados por el nazifascismo. Todo esto y la simpleza de sus esquemas políticos -puertas adentro, una república federal con un sistema bipartidista entre una fuerza más conservadora y otra más liberal que no distinguían división de clases; y hacia afuera una política de amigo-enemigo directa- fascinaron a europeos y asiáticos. Los japoneses, por ejemplo, bajo el "virreinato" de Douglas MacArthur se hicieron muy receptivos a la "norteamiricanización" de sus modos de vida. Este proceso se complementó con el cine, la industria cultural estadounidense no sólo salió intacta de la guerra, sino que había sido vigorizada por el propio gobierno norteamericano durante el conflicto con fines propagandísticos, que iniciaría una "época dorada" en la que el American Way of Life se convertiría en un ideal casi universal.
Sin dudas Estados Unidos era la potencia triunfadora. Sus dirigentes y su pueblo estaban absolutamente convencidos de haber salvado al mundo del horror del nazismo a través de una auténtica cruzada. Mucho más que en la época de Wodroow Wilson, creían a pie juntillas que su país era el modelo a seguir por el nuevo orden mundial. Sentían el peso y la responsabilidad de su triunfo, sabían que, además de los sacrificios impuestos por la contienda, ahora debían ayudar a los pueblos liberados por ellos a salir del marasmo y recomponer así un mundo de paz, abundancia y respeto recíproco. Pero, apenas terminado el fragor de la batalla, muchos de los dirigentes norteamericanos más reaccionarios tenían un amargo sabor de boca y advertían que aún era idílica la idea de la paz para siempre, sostenían que la cruzada apenas había concluido en su primera etapa, que había que liberar al mundo entero ahora de su ex aliado por conveniencia: el comunismo.
"Un telón de acero"
Fue Churchill, descargado ya del peso de ser primer ministro, quien dijo las palabras que muchos sintieron como propias. En la Universidad de Fulton, el veterano dirigente anunció en marzo de 1946: "Una sombra a descendido sobre el escenario que hasta hace poco había sido iluminado por la victoria aliada (...) Desde Stettim en el Báltico hasta Triste en el Adriático, un telón de acero ha descendido a través del continente. Tras esa línea yacen todas las capitales de las antiguas naciones de la Europa Central y Oriental". Churchill, a menos de un año del triunfo aliado, denunciaba ahora "la influencia soviética" y las "crecientes medidas de control desde Moscú", así como a "los quintacolumnistas comunistas que se han establecido, y que trabajan con absoluta unidad y total obediencia a las órdenes dirigidas desde el centro comunista, en muchos países del mundo libre".
Y resumía su pensamiento así: "No creo que la Rusia soviética desee la guerra; lo que ellos desean son los frutos de sus doctrinas". Efectivamente, Moscú no deseaba la guerra ni podía hacerlo. Había sido tan enorme la sangría provocada por su enfrentamiento con Alemania y tan devastadora la destrucción que fue su consecuencia que ni el más delirante dirigente del Kremlin podía acariciar una idea semejante. Es posible que que parte de ese "telón de acero" que desplegó la Unión Soviética haya respondido a la magnitud de su debilidad -que los volvió expertos del "blofeo" en política internacional-. De todos modos, la nueva guerra, la Guerra Fría ya era una realidad. Terminaban así los ecos de la gloriosa Gran Alianza anti fascista y empezaban los aterradores sonidos del sordo enfrentamiento de las superpotencias.
La escena final, los juicios de Nüremberg y Tokio
Aunque la legitimidad de los juicios estuvo en entredicho desde el primer momento -al no existir precedentes similares en toda la historia del enjuiciamiento universal-, los trabajos realizados para la tipificación de los delitos -también hasta entonces insólitos en su magnitud- y los procedimientos para el desarrollo de la causa servirían en adelante para la constitución de la justicia internacional. De este modo, se concretaron conceptos sobre delitos anteriormente ausentes o vagamente definidos, como el de crimen contra la humanidad, evocado en la Convención de La Haya de 1907. También resultó modificado el enfoque tradicional de las reglas del derecho internacional que se centraban en las relaciones entre Estados, pero no en los derechos y deberes de las personas. Desde entonces, los delitos cometidos por individuos de una nación a lo largo y ancho de varios países podrían ser juzgados internacionalmente por el conjunto de los países afectados, como fue precisamente en la formación del Tribunal de Núremberg.
Los procesos de Nüremberg fueron un conjunto de procesos jurisdiccionales emprendidos por iniciativa de las naciones aliadas vencedoras al final de la Segunda Guerra Mundial, en los que se determinaron y sancionaron las responsabilidades de dirigentes, funcionarios y colaboradores del régimen nacionalsocialista de Adolf Hitler en los diferentes crímenes y abusos contra la Humanidad cometidos en nombre del III Reich alemán a partir del 1 de septiembre de 1939 hasta la caída del régimen alemán en mayo de 1945.
Desarrollados en la ciudad alemana de Nüremberg entre el 20 de noviembre de 1945 al 1 de octubre de 1946, el proceso que obtuvo mayor repercusión en la opinión pública mundial fue el conocido como Juicio principal de Nüremberg, dirigido a partir del 20 de noviembre de 1945 por el Tribunal Militar Internacional (TMI) (cuyo sustento era la Carta de Londres), en contra de 24 de los principales dirigentes supervivientes del gobierno nazi capturados, y de varias de sus principales organizaciones.
El 1 de octubre de 1946 se conocieron las condenas: fueron sentenciados a muerte Martin Bormann (sucesor de Hess como secretario del Partido Nazi, en ausencia), Hans Frank (gobernador General de la Polonia ocupada); Wilhelm Frick (ministro del Interior, autorizó las Leyes Raciales de Nüremberg), Hermann Göring (comandante de la Luftwaffe y presidente del Reichstag), Alfred Jodl (jefe de Operaciones de la Wehrmacht), Ernst Kaltenbrunner (jefe de la RSHA y de los einsatzgruppen), Wilhelm Keitel (comandante de la Wehrmacht), Joachim von Ribbentrop (ministro de Relaciones Exteriores), Alfred Rosenberg (ideólogo del racismo y ministro de los Territorios Ocupados), Fritz Sauckel (director del programa de trabajo esclavo), Arthur Seyß-Inquart (líder del Anschluss y gobernador de los Países Bajos ocupados) y Julius Streicher (jefe del periódico antisemita Der Stürmer); fueron condenados a cadena perpetua Walter Funk (ministro de Economía); Rudolf Hess (ayudante de Hitler) y Erich Raeder (comandante en jefe de la Kriegsmarine); recibieron condenas de 20 años Albert Speer (arquitecto y ministro de Armamento) y Baldur von Schirach (líder de las Juventudes Hitlerianas); a Konstantin von Neurath (ministro de Relaciones Exteriores y "Protector" de Bohemia y Moravia) lo condenaron por 15 años y a Karl Dönitz (sucesor designado de Hitler y comandante de la Kriegsmarine) 10; en tanto que Hans Fritzsche (ayudante de Joseph Goebbels en el ministerio de Propaganda), Franz von Papen (ministro y vicecanciller) y Hjalmar Schacht (ex presidente del Reichsbank) fueron absueltos; y el empresario Gustav Krupp (que usufructuó del trabajo esclavo) y Robert Ley (jefe del Cuerpo Alemán del Trabajo) no reciebieron condena.
El 16 de octubre de 1946 se llevaron a cabo las ejecuciones sentenciadas por ahorcamiento. Otros doce procesos posteriores fueron conducidos por el Tribunal Militar de los Estados Unidos, entre los cuales se encuentran los llamados Juicio de los doctores y Juicio de los jueces.
El Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente fue el órgano jurisdiccional ante el que se desarrollaron los Juicios o Procesos de Tokio. Durante mucho tiempo fue polémica la exclusión del Tribunal del Emperador Hirohito, siendo que fue la cabeza visible del imperio en toda su expresión, y otorgó con su consentimiento tácito o efectivo, de legalidad en los crímenes cometidos por sus conciudadanos.
El presidente del Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Orientey miembro de la Corte Suprema de Australia William Webb durante una sesión en 1946. |
De los acusados originalmente, murieron de causa natural durante el juicio el ex canciller Yōsuke Matsuoka y el almirante Osami Nagano. Okawa Shumei sufrió un colapso nervioso durante el juicio y no fue inculpado. A diferencia de los Juicios de Nuremberg, el TIPLE no absolvió a ninguno de los acusados.
Hideki Tōjō (Primer Ministro), Kenji Doihara (comandante del Servicio Aéreo del Ejército), Kōki Hirota (ministro de Relaciones Exteriores), Seishirō Itagaki (ministro de Guerra), Heitarō Kimura (Comandante Fza. Exped. de Burma), Iwane Matsui (comandante Fza. Exped. de Shanghái) y Akira Mutō (comandante Fza. Exped. de las Filipinas) fueron condenados a muerte. Sadao Araki (ministro de Guerra), Kingorō Hashimoto (instigador de la Segunda Guerra Sino-Japonesa Prisión), Shunroku Hata (ministro de Guerra), Kiichirō Hiranuma (Primer Ministro), Naoki Hoshino (secretario jefe del Gabinete), Okinori Kaya (ministro de finanzas), Kōichi Kido (Lord Guardián del Sello Privado Imperial), Kuniaki Koiso (gobernador de Corea y Primer Ministro), Jirō Minami (comandante del Ejército de Kwantung), Takasumi Oka (ministro de la Marina), Hiroshi Ōshima (embajador en la Alemania Nazi), Kenryō Satō (jefe de la Oficina de Asuntos Militares), Shigetarō Shimada (ministro de la Marina), Toshio Shiratori (embajador en Italia), Teiichi Suzuki (presidente de la Oficina de Planificación del Gabinete) y Yoshijirō Umezu (ministro de Guerra) recibieron prisión perpetua. A Shigenori Tōgō (embajador en Alemania, Unión Soviética, y directivo de Relaciones Exteriores (le dieron una condena a 20 años), y a Mamoru Shigemitsu (ministro de Relaciones Exteriores) una de 7 años.
Las condenas a muertes fueron ejecutadas por ahorcamiento en la Prisión Sugamo en Ikebukuro, el 23 de diciembre de 1948. En 1950 es indultado Shigemitsu Mamoru, quien se convertiría nuevamente el año 1954 en ministro de Relaciones Exteriores. En 1955 se perdonó a los que se encontraban cumpliendo sentencia, los cuales salieron el libertad aquel año, salvo Koiso, Shiratori, y Umezu que murieron de causa natural en la prisión. Varios de los condenados en este proceso se encuentran enterrados en el Santuario Yasukuni, en Tokio.
© carlitosber.blogspot.com.ar, Diciembre 28 MMXIV
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