La manifestación simultánea en casi todas las grandes ciudades contra el Ladriprogresismo provocó la reacción esperable de la escuadra de aplaudidores y del lamentable elenco ejecutivo. Reflotaron el discurso clasista de un gobierno de multimillonarios que operan codo a codo con las más grandes transnacionales y reprimen a todos los luchadores sociales con el aparato represivo heredado de la dictadura –aunque, al mismo tiempo, encarcelan a sus creadores–.
Es muy gracioso escucharlos decir que los que se quejan son “privilegiados” y personas “bien vestidas”, como si fueran ellos personas de clase popular o baja. Explotan el gorilismo al revés de mucha gente humilde y de los “progres” –de clase media también–, que ahora llaman “derecha” a todo lo que se oponga al –supuesto– “modelo” de inclusión social.
Caer en la simplificación de que todo sujeto que se manifestó esa noche es un videlista tardío que golpea su cacerola ante la falta de cuarteles donde pedir una Dictadura masacradora o que son los menemistas residuales que sueñan aún con el 1 a 1 y los viajes a Miami, es una desfatachez grosera cuando vemos junto al Gobierno –y dentro de él– a la gran mayoría del elenco empresarial y político que apoyó la última dictadura y los 10 años de hegemonía del riojano más famoso –ahora todos reciclados con la estética Nac&Pop–.
Algún Nac&Pop podrá decir que Él y Ella elogiaban al riojano más famoso “como lo hizo toda la sociedad a principios de los 90... pero fueron los primeros en darse cuenta dentro del PJ de que sus políticas eran equivocadas.... bla, bla, bla...”. Primero, lo de "como lo hizo toda la sociedad", lo dirá por él y sus "compas" de la Fuerza Nacional de Incondicionales conducidos por La (Agencia de Colocaciones) Cámpora. Más allá de que la coherencia ideológica y la honestidad intelectual de la mayoría de los políticos argentinos son tan irreales como el tren bala a Rosario o el Gran Premio de Fórmula 1 de Mar del Plata, lo que pasó entre la pareja real santacruceña y el riojano más famoso fue el método básico de disputa interna en el peronismo post-Perón. Él no sé dio cuenta de nada, lo dejaron afuera los "compas" y reaccionó en contra, como lo haría cualquiera, al que le prometen un pedazo de torta... y después lo dejan fuera del reparto. Él no lo elogiaba al riojano más famoso "porque estaba de acuerdo con sus ideales y principios"... simplemente se trataba de acompañar a su socio ganador, que le había prometido "doble crema". Cuando Él se da vuelta, no es que "se dio cuenta de que las políticas de Menem eran equivocadas", sino que el riojano más famoso lo había dejado afuera de la repartija y cambia de "asociados". Como la corporación mediática del mal, hablaban bien de Él, lo hacía porque "El Monopolio" existe gracias a Él.
Esto último nos lleva a otro error de apreciación que consiste en suponer que la “clase media” –”la más favorecida” por el “modelo” en su época de “vacas gordas”– se les puso en contra, de pronto, porque les lavó la cabeza la corporación mediática del mal. De acertar en la hipótesis, tendrían que haber evitado el divorcio con “El Monopolio”, haberlo mantenido “adentro”. Pero la tesis es falsa. Lo que cambió en el universo de la comunicación fue la sobresaturación de los medios de comunicación adictos al gobierno, que resultó sustancialmente más indignante que la divulgación de los malignos y antinacionales intereses ocultos medios de la corporación mediática del mal.
Donde sí aciertan los cerebros del Ladriprogresismo es que la “clase media”, nueve meses después, expulsada del 54% que ayudó a conformar –y no como el hijo de un ex miembro de los servicios mexicanos cuando gobernaba el PRI aseguró nunca los votaron y, por tanto, nunca debería el Gobierno Nac&Pop preocuparse por ellos– protesta por “privilegios” económicos. Es obvio que la gente se manifiesta cuando tiene problemas de bolsillo. Y es que el ajuste –disfrazado con el eufemismo de “sintonía fina”– cayó de lleno sobre los sectores medios –pequeños y medianos empresarios, comerciantes, profesionales, cuentapropistas y asalariados acomodados, que para los cerebros Nac&Pop son la oligarquía– a través de una mayor carga impositiva directa –el impuesto al salario, los controles a la evasión– e indirecta –a través, sobre todo, el impuesto inflacionario–. Para colmo el gobierno se vio obligado a controlar la política de “subsidios para todos” y a atender al fenomenal déficit de la balanza de divisas que amenazaba poder cumplir con el pago de la deuda externa y e imposibilitaba atender el problema de la crisis energética. Eso derivó en dos medidas que afectaron directamente a los sectores medios: el cierre de las importaciones –que dejó sin insumos a algunos industriales y comerciantes– y el cepo a la compra de divisas –que impidió poner los ahorros a resguardo de la inflación real–. Como si fuera poco, vinieron a complicar las cosas los factores externos: una sequía que redujo la producción de soja y la crisis financiera mundial que limita el acceso a créditos blandos –más allá de los discursos, la argentina sigue siendo una economía primario-exportadora dependiente del desarrollo exogenerado–. Todo eso contribuyó a que en el primer semestre del 2012 se haya registrado un amesetamiento de la economía –con algunos rubros con índices recesivos–, algo que afecta, más que nada, a la “clase media”. Y es que el “modelo” subsidiario y de alto consumo es el “privilegio” por el que muchos de los que votaron al gobierno ahora reclaman.
Claro que también se vio mezclado entre los caceroleros residuos del sector fachistoide, que aprovechan cualquier ocasión para hacerse ver. Muchos caceroleros, a veces más que nada por su ingenuidad política, terminaron coreando lamentables consignas golpistas, de las que los comunicadores oficialistas se agarran para deslegitimar toda la manifestación. Por otro lado, la falta de coherencia ideológica –que es un rasgo típico de la política vernácula– permite que los políticos puedan reciclarse constantemente y hasta pararse en la vereda de en frente sin ponerse colorados. Lo cual constituye un riesgo para los progresistas de corazón que se creen en la cresta de la hora acompañados por quienes hace una década los llamaban despectivamente “zurditos”. Sus “nuevos socios” no van a tener ningún problema en mandarlos al frente y negarlos si se da vuelta la “tortilla” y la opinión pública se derechiza como en los 90.
Hace un mes un piquete en la Panamericana puso a prueba el barniz progresista con que pretende recubrirse el Ladriprogresismo: los vecinos cooperativistas de Malvinas Argentinas fueron reprimidos, detenidos y trasladados a los cuarteles de Campo de Mayo por 20 hs. El hipermediático teniente coronel R trasladaba presos sociales al cuartel donde se cometieron crímenes de lesa humanidad. El nuevo hombre fuerte del ministerio de Seguridad –que, en los papeles, lidera Nilda Garré–, como la Ley antiterrorista, representa eso que vuelve para los partidos de izquierda al kirchnerismo un adversario complicado: suele utilizar sus mismas palabras y parece enarbolar algunas de sus tradicionales banderas, pero al mismo tiempo no duda en reprimir cualquier manifestación que no se encuadre y hasta ha perseguido y espiado a agrupaciones sociales –como cuando se revelaron los alcances del llamado “Proyecto X”, que gendarmería llevaba a cabo, casualmente, en Campo de Mayo–.
Cuesta, entonces, encontrar las respuestas adecuadas, escapar a las falsas disyuntivas frente a las que los coloca el Gobierno porque “las presentan por izquierda para pegar por la derecha”. Lo hicieron con Ciccone e YPF, y ahora se repite la situación con el voto a los 16 años. En efecto, en esa franja de entre 16 y 18 años se encuentra buena parte de la feligresía marxista, a esa banda etárea pertenece el grueso de sus potenciales interlocutores. Metida en una encerrona, imposibilitada de escapar a la trampa del formalismo, incapaz de remover los envoltorios ideológicos con que el kirchnerismo disimula el intento de acumular una cuota de poder político, social y económico que ya quisieran para sí las monarquías absolutas, la izquierda suele ser arrastrada a nutrir las filas oficiales en su combate contra la “reacción de la derecha” encarnada en el gobernador bonaerense o el jefe de Gobierno porteño, y ahora en los caceroleros de “clase media”.
Así, esta semana, muchos simpatizantes de izquierda reaccionaron virulentamente en las redes sociales contra las consignas más fascistoides y destituyentes de los caceroleros, mientras un impresionante despliegue policial, con perros, hidrantes y guardias de infantería rodeaba al puñado de simpatizantes de la Corriente Clasista y Combativa que protestaba en la 9 de Julio por lo mismo que los cooperativistas de Malvinas Argentinas: que el gobierno no discrimine y les de el aumento de $500 a los beneficiarios de planes sociales que no se encuadran en agrupaciones oficialistas; La Jefa en un acto oficial nombraba a Gerardo Martínez, uno de los tantos jerarcas de la burocracia sindical que colaboraron con los militares en la represión; y el Gobierno ordenaba la desafectación de los terrenos de la Dirección de Construcciones Portuarias y Vías Navegables en la isla Demarchi, en su proyecto de terminar la renovación del Puerto Madero que iniciara en los 90 el riojano más famoso.
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