lunes, 8 de junio de 2015

Historia de América Latina (20)

Las reformas borbónicas
Quinta Parte: El Virreinato del Río de la Plata
Capítulo 1: Buenos Aires y el "Interior"

Buenos Aires, fines del siglo XVIII
Lo que hoy es nuestro país fue parte del Virreinato del Río de la Plata, creado cinco lustros antes de que se iniciara el movimiento por nuestra emancipación. Su capital fue Buenos Aires -hasta entonces una ciudad marginal del Imperio Español en las Indas- y lo integraban lo que hoy son las repúblicas de Uruguay, Paraguay y Bolivia -que se segregaron a partir de 1810- y el sur del actual territorio de Chile -con el que se disputaría la soberanía de la Patagonia hasta hace no hace mucho-. En este capítulo pasamos revista de sus características económicas, sociales y culturales, que sufrirán grandes cambios a partir del proceso de emancipación, aunque algunas de ellas -como la diferenciación entre Buenos Aires y el Interior, tan evidente en el siglo XVIII- que aún permanecen y marcaron profundamente el devenir histórico de esta región.







La creación

El virreinato fue creado provisionalmente por la Real Cédula del 1° de agosto de 1776. La presencia extranjera en la Banda Oriental (los portugueses en la Colonia del Sacramento) y en la Patagonia (franceses en el litoral atlántico e ingleses en las Islas Malvinas), fue el motivo principal de su creación. Pesó fundamentalmente la intensificación del contrabando a través del puerto de Buenos Aires con los portugueses.

Se explica, entonces, que la expedición que con la que llegó el nuevo virrey, Pedro de Cevallos, fuera la más poderosa enviada por España al Nuevo Mundo y, para facilitar su acción militar, se le subordinaran los gobiernos de Buenos Aires, Paraguay, la Banda Oriental, el Tucumán, Cuyo y el Alto Perú. Con esas fuerzas Ceballos capturó la Colonia y ocupó la región de Río Grande -actual sur del Brasil-, donde también se habían instalado los portugueses violando el Tratado de Tordesillas. Un año más tarde, octubre de 1777, España y Portugal celebraron el Tratado de San Ildefonso en el que se resolvieron las diferencias territoriales en la zona: Portugal se quedó con las regiones de Río Grande y Santa Catalina, en tanto que España recuperaba la Banda Oriental y, en especial, la estratégica Colonia del Sacramento.

La creación del virreinato puede interpretarse también como un triunfo de la "joven" Buenos Aires sobre la "tradicional" Lima. Fracasados todos los intentos de los comerciantes monopolistas limeños de detener las mercancías que ingresaban de contrabando a través del Río de la Plata, la nueva unidad administrativa venía a consagrar definitivamente su primacía sobre toda la región al sur del Alto Perú. La habilitación del puerto de Buenos Aires por las autoridades españolas confirmó esa situación: finalmente se daba satisfacción al viejo reclamo de una comunicación directa con Europa, evitando la larga ruta establecida por los Habsburgo a través de Lima y Cartagena de Indias.     

A las razones estratégicas y económicas que hemos enumerado, hay que agregar una de índole administrativa. La dependencia del lejano Perú dificultaba enormemente los trámites; a la distancia hay que agregar la deficiencia de los caminos y los precarios medios de transporte. En estas condiciones los viajes demoraban meses, lo mismo que las comunicaciones, los nombramientos y las noticias.

El 27 de octubre de 1777, el rey Carlos III designaba como virrey del Río de la Plata a Juan José de Vértiz y Salcedo, convirtiendo en definitiva la instalación del nuevo virreinato. Éste fue el tercero en América del Sur, y el último de los creados en América.

Con una extensión con alrededor de cinco millones de kilómetros cuadrados, fue la unidad administrativa más grande de los dominios ultramarinos españoles. Hay que aclarar que esta enorme superficie no se hallaba totalmente dominada, ya que grandes zonas estaban en poder de los pueblos originarios. De esas regiones, el Gran Chaco, en el norte, y el Desierto, en el sur, partían los malones que hostigaban las estancias y pueblos fronterizos, Allí se ocultaban contrabandistas y forajidos. Y los estancieros iban a reclutar mano de obra semi-servil, que conformaba parte de las peonadas de las grandes haciendas.


El virrey de las luces

Juan José de Vértiz y Salcedo
(Mérida de Yucatán, actual México,
1719 - Madrid, España, 1799)

Juan José de Vértiz y Salcedo merece ser recordado por dos motivos importantes: su condición de criollo -es decir, de español americano-, ya que había nacido en México, y por sus medidas de gobierno en favor de la capital del nuevo virreinato. Lo primero era excepcional, ya que casi todos los virreyes fueron españoles. Igualmente notables fueron sus medidas progresistas: creó la Casa Cuna u Hospital de Expósitos -que fue la primera escuela de medicina en Buenos Aires-; el Hospicio de Pobres Mendigos; el real Colegio de San Carlos -el actual Colegio Nacional de Buenos Aires-; la Casa de Comedia -primer teatro porteño-; y la Imprenta de Niños Expósitos.

También se ocupó de algunas obras de saneamiento urbano: procuró el aseo de calles, mandó desecar pantanos de aguas pestilentes; también ordenó establecer el primer alumbrado público en Buenos Aires, lo que le ha valido la denominación de "virrey de las luces" o "de las luminarias". Hay que hacer notar que la ciudad, por entonces, dejaba mucho que desear en cada uno de esos aspectos y que la situación no mejoraría hasta 1880 recién, cuando se comenzaron las grandes obras de construcción de los servicios de agua potable, cloacas, desagües pluviales y control sanitario de alimentos y basura. Con las deficiencias higiénicas que presentaba, Buenos Aires ofreció un medio propicio para las epidemias hasta fines del siglo XIX.

En la zona de la "Campaña", Vértiz se ocupó de hacer avanzar la "frontera con los indios". Otra interesante iniciativa del virrey fue el Censo de 1778. También participó de la sofocación de la rebelión de Tupac Amaru, que se había extendido hasta Salta. Vértiz envió fuerzas que llegaron hasta Charcas (en el Alto Perú).


El régimen de intendencias

Otra reforma de origen francés que los Borbones establecieron en América fue el régimen de intendencias. Felipe V, el primero de la nueva dinastía, ensayó este sistema en España; que más tarde se puso en práctica en Hispanoamérica. La primera intendencia se estableció en Cuba (1764) y luego se fue extendiendo la experiencia: en 1782 en el Virreinato del Río de la Plata, en 1784 en el del Perú; 1786 en la Capitanía de Chile y en el Virreinato de Nueva España; y, finalmente, en todos los territorios ultramarinos (1790).        

Una vez establecido definitivamente el Virreinato del Río de la Plata, se designó a Manuel Ignacio Fernández como Intendente de Ejército y Real Hacienda. Se le asignó jurisdicción exclusiva en todo lo relacionado con el manejo de los fondos públicos y se estableció su dependencia directa del Ministerio de las Indias. Con ello se quitó al virrey el manejo de los recursos económicos, con lo que se quería lograr un control más efectivo de la Corona sobre las rentas. Otro de los propósitos de este nuevo sistema fue poner fin a los abusos de los alcaldes mayores, corregidores y gobernadores, en especial los que resultaban del repartimiento de mercadería de los pueblos de indios.

Las graves injusticias que se cometían con este sistema habían sido denunciadas por los funcionarios civiles y religiosos. Entre los indios eran constantes las quejas contra estos atropellos, las que alcanzaron su más alto nivel en la sublevación de Tupac Amaru. A raíz de este movimiento, el visitador del Perú, José Antonio Areche, abolió los corregimientos y abolió terminantemente el repartimiento de mercaderías en 1781.

La organización más completa del nuevo sistema la realizó José de Gálvez, ministro de Carlos III. Como visitador de Nueva España, Gálvez había comprobado los abusos de los corregidores. al llegar al Ministerio de Indias impulsó la reformas; que se concretó primero en Río de la Plata. La ordenanza correspondiente se publicó el 28 de enero de 1792 y consta de 176 artículos. El virreinato quedó dividido en ocho intendencias y en cuatro gobierno militares; la Intendencia de Buenos Aires constituía una "superintendencia" , ante la cual eran responsables los otros gobernadores intendentes en las cuestiones relacionadas con la Real Hacienda. El Superintendente rendía cuentas directamente ante la Corona.

Uno de los propósitos de este sistema era acabar con la corrupción de los funcionarios; para ello se les asignaros sueldos considerables y se les exigió una fianza importante, como su garantía de su honestidad en el manejo de los fondos públicos. Los subdelegados reemplazaron a los impopulares corregidores en el manejo de las ciudades dependientes. Sin embargo, ese cargo era honorario, lo que naturalmente representaba un riesgo. 

La relación de los virreyes con los superintendentes fue siempre conflictiva. Los constantes roces llevarán a la supresión del cargo el 9 de mayo de 1788; a partir de esa fecha la intendencia de Buenos Aires quedó bajo la dependencia directa del virrey. 

El superintendente cesante, Francisco de Paula Sanz, fue designado intendente de Potosí, en 1789; allí permaneció hasta diciembre de 1810, en donde fue ejecutado por su acción antagónica con el proceso independentista.  El suyo es un ejemplo de una situación qu se repitió con varios de sus colegas: la fidelidad de los intendentes al sistema colonial y su oposición al movimiento revolucionario porteño.

En 1803 se estableció la intendencia de Buenos Aires, sometida al virrey, que conservó el carácter de superintendencia. situación que se mantuvo hasta el fin del sistema colonial.


La gente decente

Cuando se creó el virreinato la población estaba compuesta por blancos, negros, indios y sus "cruzas", como ocurría en el resto de Hispanoamérica. Los blancos poseían el predominio político, social y económico; aunque eran minoría (no más del 10% de la población local), dominaban al resto. Este sector eran llamado la "gente decente".

Los blancos eran de origen europeo y se subdividían en dos grupos: los peninsulares (nacidos en España) y los criollos o españoles americanos (hijos de madre y padre europeos; los mestizos nacidos de uniones legítimas; y algunos afortunados que "compraban" la condición de "blanco"). Los blancos no españoles eran raros, ya que no se permitía la entrada de extranjeros.

La "gente decente" no siempre tenía una buena posición económica, entre ellos había diferencias de fortuna. Si embargo, todos sus miembros tenían derechos que se le negaban a las demás castas, por lo que eran los únicos que podían tener la condición de "vecino", o sea el derecho a la participación política y la figuración social. Aunque nominalmente peninsulares y criollos tenían iguales derechos ante la ley; los primeros tenían acceso casi exclusivo a los cargos del Estado virreinal, el ejército y el clero.


La situación de los pueblos originarios

Los pueblos indígenas que ocuparon el actual territorio argentino presentaban características muy diferentes. En el noroeste y en nordeste de nuestro país eran agricultores sedentarios; la región chaqueña, el Litorial y la Patagonia estaban habitados por cazadores nómades. Por lo que la relación de los pueblo originarios con los conquistadores fue diferente en las distintas regiones.

Los pueblos más "evolucionados" del noroeste fueron dominados como fuerza de trabajo por los españoles; de la convivencia entre los indios y los españoles surgió una numerosa población mestiza.

Algo parecido ocurrió en el nordeste.  Los guaraníes también eran agricultores, aunque semi sedentarios, que practicaban la roza de los bosques y no hacían obras de riego ni construcciones de piedra.

En el resto de nuestro territorio hubo un tipo diferente de contacto entre los pueblos originarios y el invasor español. Por la poca disposición al trabajo en el campo de los naturales, en la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, no se pudo implementar el sistema de encomiendas. Al no haber una gran convivencia, hubo muy poco mestizaje.

En el Interior si existió en encomienda, aunque no en la escala en la que encontramos en otras regiones de Hispanoamérica (en especial, México y Perú). También aquí los indios encomendados sufrieron terribles abusos.


Los esclavos negros

Muchos de los africanos entraron por el puerto de Buenos Aires en forma tanto legal como contrabandeada. La mayoría seguía camino hacia el Alto Perú o Chile (donde había mayor riqueza), aunque muchos se quedaron en la ciudad (donde había posibilidad de trabajar en forma libre).

Los esclavos africanos, en general, era mejor tratados que los indios americanos, porque eran caros: eran una mercadería, y había que cuidarlos. El número de negros aumentó hacia mediados del siglo XVIII, cuando los ingleses instalaron un asiento negrero (acordado en la paz de Utrecht, que puso fin a la Guerra de la Sucesión española). En Buenos Aires realizaban casi todo tipo de trabajos, incluso en condiciones de semi libertad, porque no había casi mano de obra indígena.

La población africana nunca fue muy importante en la región debido que no había plantaciones tropicales y que los hacendados locales no eran tan ricos como sus pares de otras regiones.


Los mestizos

A mediados del siglo XVIII la mitad de la población la componían los mestizos (descendientes de blancos e indios). Su distribución no era pareja: eran mayoría absoluta en en noroeste, Cuyo, Córdoba y Corrientes; pero eren menos numerosos en Buenos Aires, Santa Fe y Misiones).

La mayor parte eran hijos ilegítimos (no reconocidos por sus padres europeos) y, a medida que su número creció, también aumentó la tendencia a marginarlos política y socialmente. Incluso, en algunos casos, su situación fue más difícil que la de negros e indios.


La sociedad del Interior

Durante los siglos XVI y XVII el panorama socio-económico del país era totalmente diferente al actual: la zona más rica y poblada era el Interior (en especial el noroeste, periferia del rico Potosí) y Buenos Aires y el Litoral eran zonas poco pobladas y pobres (porque eran zonas de frontera).

Ciudad de Salta, c. s. XVIII
En el noroeste vivía una poderosa aristocracia local, cuya economía estaba vinculada a la minería del Potosí. Los indígenas habían sido repartidos en encomiendas, desarrollando una producción local agrícola y manufacturera. En el Cuyo se dio un cuadro similar, con la diferencia de que esta región era proveedora de Chile y que en esta región las parcelas de tierra (y pueblos originarios) que se repartieron fueron mucho más pequeñas, por lo que no se instituyó una aristocracia semi feudal, como en el noroeste.

El cuadro social del Interior hacia mediados del siglo XIII era de una rica y poderosa minoría blanca que explotaba el trabajo indígena y excluía a una población mestiza en constante crecimiento.


El cuadro social de Buenos Aires  

En la capital del virreinato los blancos constituían el grupo dirigente. Entre ellos, hasta los más pobres tenían pretensiones de superioridad y veían el trabajo manual con malo ojos. También se aplicó aquí el concepto de "pureza de sangre" y se excluyó de las dignidades y oficios públicos a las demás castas.

Aunque la manumisión fue bastante frecuente, los libertos (es decir los negros que lograban salir de la condición de esclavitud) no alcanzaban la condición de "hombres libres" y conservaban una serie de restricciones: debían permanecer a las órdenes de un amo o convivir bajo la tutela de personajes reconocidos; las mujeres no podían adornarse ni utilizar vestidos de seda; etc. Además, los africanos permanecieron apartados de las pequeñas letras, prohibición que se mantuvo hasta 1810. 

También existía diferenciación racista en el derecho penal. Por ejemplo los castigos corporales y tormentos se aplicaban, casi exclusivamente, a los delincuentes comunes de castas. 

Fernando Brambila aguafuerte fines del siglo XVIII
En Buenos Aires los negros convivían en la casa de sus amos. Las mujeres desarrollaban los trabajos domésticos y, cuando la familia blanca no era de altos recursos realizaban trabajos externos para aumentar los ingresos: elaboración y venta callejera de comidas (empanadas, mazamorra, pasteles y confituras), por ejemplo. Los esclavos varones desempeñaban con frecuencia actividades artesanales. Desde el siglo XVIII era común la adquisición de esclavos para obtener alguna renta extra con su trabajo; el beneficio era mayor si tenía o se le enseñaba un oficio; también era muy normal el subarriendo o alquiler de esclavos.

A fines del siglo XVIII surgió un movimiento de opinión que deseaba el retiro de los negros de los trabajos artesanales. Es que había aumentado el número de blancos sin medios de subsistencia (los "orilleros" que vivían en las afueras de la ciudad). Sin embargo, estos rehusaban de las tareas manuales consideradas "deshonrosas"; y más cuando lo normal era que la desenpeñaban negros y mulatos, esclavos y/o libertos. 

Los esclavos también trabajaban en las estancias. Allí integraban la mayor parte de de los grupos de trabajadores estables. Las estancias jesuíticas ocupaban gran cantidad de mano de obra esclava.


Un personaje característico: el gaucho

El gaucho es un personaje del que todos hablamos. Todavía hoy, en ciertas festividades vemos desfilar paisanos a caballo con una vestimenta característica, y pensamos que son "gauchos"- En realidad, este elemento social propio de la región pampeana, la Banda Oriental y el sur de lo que ahora es Brasil, hace mucho tiempo que ha desaparecido.

Se trataba de pobladores de las zonas rurales que vivían libremente y aprovechaban de la mayor riqueza de esas tierras: el ganado cimarrón. Lo mataban y vendían su cuero a contrabandistas, ocasionalmente integraban las "vaquerías" organizadas por el Cabildo o se contrataban por corto tiempo en las estancias.

Fernando Brambila, "Enlazando ganado en las pampas", litografía, 1794.
Las vaquerías eran actividades peligrosas. Para cazar el ganado cimarrón se reunía a un grupo de jinetes con perros. Al encontrar el ganado lo rodeaban ayudados por los perros y lo perseguían. Para atrapar a los animales les cortaban el tendón de una pata trasera con un desjarretador, compuesto de una filosa medialuna atada al extremo de una caña, con lo que hacían caer al animal. Luego los jinetes mataban las reses, les sacaban el cuero y desechaban el resto.

A medida que el ganado se valorizó y surgieron las grandes estancias (en la segunda mitad del siglo XIX), las autoridades persiguieron al gaucho, obligándolo a servir a los estancieros, a veces en forma compulsiva. Los que se negaban eran catalogados de "vagos" o "mal entretenidos", y si eran apresados iban a parar a los fortines para luchar contra los pueblos originarios en la frontera. De esta manera, el gaucho rápidamente desapareció suplantado por el peón rural, el militar y los bandoleros rurales. 



© carlitosber.blogspot.com.ar, Junio 8 MMXV
Permitidos su copia, plagio o reproducción sin citar la fuente.

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FUENTES:
RECALDE, Héctor y DE LUCÍA, Daniel, Historia Argentina y Latinoamericana I. Desde mediados del siglo XVIII hasta 1930. Aula Taller, Buenos Aires, 2005, pp. 31-41.
http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Jos%C3%A9_de_V%C3%A9rtiz_y_Salcedo
http://es.wikipedia.org/wiki/Virrey_del_R%C3%ADo_de_la_Plata
http://manosanta.com.uy/contenidos/ceibal/public/historia/actividades/rio-de-la-plata/001-la-pradera-y-las-vaquerias.html
http://misaltaweb.blogspot.com.ar/2011/06/ciudad-de-salta-argentina.html

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