sábado, 14 de diciembre de 2013

Semana 50

El salvaje chantaje de la inseguridad

El reclamo salarial por parte de fuerzas del aparato represivo del Estado es un signo alarmante de la descomposición política de un gobierno afectado por la crisis económica del "modelo" -que nunca existió- y por la brutal interna del peronchismo por la sucesión de La Jefa abierta la noche del 27-O, tanto los Nac&Pop de La Jefa, como los Señores Feudales del Interior, como los Mini Gobernas del Conurbano están seguros de que las próximas elecciones los tendrán por ganadores como en 2011, sólo que esta vez no quieren ir juntos. En ese escenario de Gobierno desautorizado los polis entraron en el juego perverso de chantajear a la sociedad y enrostrarle de la peor manera al Gobierno de la "década ganada" que la mitad de la población está excluida de la sociedad -y por lo tanto de un mínimo de respeto de la ley, más allá de que coma o no coma-, que la inseguridad existe y no es "una sensación"; y, sobre todo, que el brutal ajuste que cayó estos dos años de lleno sobre los trabajadores del Estado -y sobre todo, de los estados provinciales- es insoportable. La Jefa llegó al sumun de la desfachatez al festejar mientras la gente se mataba, y tratar de usar el descontrol para victimizarse y usarlo políticamente a su favor, dando a pensar si a esta altura se burla de la realidad o se cree la maniquea interpretación de los hechos que trata de esbozar.


En primer lugar los prefectos, gendarmes, militares y policías no son proletarios. Son especialistas que son enlistados y autorizados por los gobernantes para usar la fuerza física en emergencias y también para que otros ciudadanos no autorizados, claro está, no hagan lo mismo. Se trata de una función política donde la dirección, teóricamente, es del poder civil. Por lo que una rebelión de uniformados lo es contra sus superiores uniformados, pero por sobre todo es una rebelión contra la conducción civil. Esto no injustifica el reclamo. Que el gobierno haya hecho caer desde octubre de 2011 el peso de la sintonía fina en forma descarnada contra los empleados públicos es un hecho que habilita el reclamo. Como también que, luego de que a través de ese mecanismo perverso o pervertido que es el autoacuertalamiento -o mejor dicho la liberación de zonas- los polis de Córdoba hayan logrado su cometido, se hayan envalentonado los de las otras provincias es una medida racional. Además, es un hecho conocido por todo aquel que trabaja en el Estado que desde los 90 a la fecha han ido aumentando los ítems de sumas "en negro". Y que también el Estado es el mayor empleador bajo las modalidades de "contratos basura" o trabajo flexibilizado del país; lo que lo inhabilita para imponer a los privados campañas de trabajo registrado.

Pero las fuerzas de represión del Estado no son simples proletarios, son los ciudadanos legalmente armados y entrenados para utilizar el monopolio legal de la violencia que le corresponde al gobierno legal. La rebelión de las fuerzas armadas siempre es contra el Estado y el orden constitucional. Pero, paremos aquí: la rebelión de las fuerzas de seguridad tampoco es un golpe de Estado, como sostienen algunos exaltados con insostenibles argumentos. Más allá de que pueden haber advenedizos golpistas que agiten algunas proclamas destituyentes -incluso entre los propios polis- sabemos que -tanto dentro de las fuerzas como de la sociedad en general- son una minoría -rabiosa y violenta por lo- impotente. Lo que no significa que la democracia esté estabilizada, el peronchismo ha demostrado que maneja un poder de rebelión política capaz de romper el orden legal sin necesidad del militarismo que caracterizó la historia argentina.

El problema es que el gobierno se ha debilitado políticamente en forma brutal. En parte su buena estrella les jugó una mala pasada: el viento de popa ha cesado por la crisis económica mundial y una sequía han comprometido el acceso a las divisas necesarias para pagar la deuda externa -la política de transformarla en "deuda interna" desfinanciando el Ansés y utilizando las reservas del BCRA demostraron tener límites que ponen en riesgo la estabilidad el "modelo"-. Se ha buscado a través del control pretoriano de las importaciones -para tener un superávit comercial artificial a riesgo de provocar recesión- y del cepo cambiario -buscando que la clase media no ahorre y consuma en el país en forma obligada, lo que obviamente la malpredispone- monopolizar el control de las divisas para destinarlas a los pagos de una deuda externa que, es verdad, pasó de representar el 161% del PBI a fines de 2001 a sólo el 41% del PBI hoy en día, pero el PBI actual cuadriplica el de entonces luego de casi 10 años de crecimiento a tasas chinas, ergo con quita, renegociación y pago al contado al FMI la deuda sigue siendo la misma.   

El gobierno a tenido que ajustar. Lo ha llamado "sintonía fina". Pero descubrió que la patria subcontratista del Estado y el modelo subsidiario -creado por en los tiempos de la Dictadura, profundizado en los "malditos '90s", y mantenido a rajatabla con el "modelo" Nac&Pop- es una bomba de tiempo social. Para colmo la guerra mediática con la Cadela Ilegal Nacional del Desánimo encontró varios flancos para pegarle al Gobierno -el inmoral dibujo de las estadísticas oficiales, la corrupción y las inconsistencias de la política cambiaria-, las tragedia consecuencias del ferricidio y la crisis energética que no cede aún después de "reestatizar" -de metirita- YPF; dejaron al desnudo las consecuencias de la corrupción y la colusión entre los funcionarios y el capital concentrado enquistadas en el Estado y en la forma de entender el poder político del peronchismo.

Pagar el precio de asumir esas cuestiones se volvió una factura demasiado salada. Por eso el Gobierno aprovechó el sistema económico antifederal para obligar a las provincias a realizar el ajuste. Lo que derivó en choques con los gobernadores, que no quieren ser el pato de la boda y pagar con el desprestigio de sus imágenes públicas -ganadas a través del festival de la ayuda social, la obra pública y el trabajo en las administraciones provinciales y municipales-. 

Pero el principal problema es el interno. Es la guerra entre las facciones del propio Ladricorporativismo que empezó el mismo 27 de octubre. Empezaron a correr los que se creen candidateables a la sucesión y los que prefieren seguir atrás de la figura de la líder y empezaron a instalar la necesidad de una reforma constitucional que habilite la re-re. Y como si fuera poco, otro grupo que se fue alejando de La Jefa comenzó un desplazamiento de sus correligionarios no tan verticalizados, que se convirtió en sangría cuando se le reveló el "Renovador" Mini Goberna de Tigre, llevándose a casi todos los otros mini gobernas del Conurbano con él.

El descaro con que trataron de hundir al Gallego Cordobés lo pagaron caro cuando éste se hizo "el Sota" y accedió al chantaje de los sediciosos. Todas las polis provinciales se rebelaron, y provincias gobernadas por Señores Feudales del Interior Leales se encontraron ante la inseguridad y los pobres que tanto venían negando -habían publicado meses antes cifras irrisorias de indigencia y pobreza-. El tema es que, desde que perdieron las PASO en agosto, los Ladricorporativistas se mueven como elefantes en un bazar destruyendo el propio poder político ganado en una década. Esto sumado a un coletazo del ajuste que se quiere tapar ha derivado en la rebelión de los polis, que no es otra cosa que una crisis de autoridad. Por eso es positivo que la oposición no haya salido a apoyar a los amotinados. Eso habla de la vigencia de la democracia más allá de sus debilidades y deformidades en la Argentina. Así que Jefa, no se asuste, no hace falta agitar fantasmas ni difundir miedo.

Ni tampoco defender, por esto, al viceministro de seguridad, el Rambito Dolape, que no detuvo -primero porque no tiene autoridad legal para arrestar a nadie, segundo porque no hubo una orden judicial que lo autorice, y tercero porque los "detenidos" no fueron encarcelados en alguna comisaría o alcaldía judicial sino que fueron llevados a un centro clandestino de detención- sino que secuestró a un grupo de piqueteros -más allá de que estaba bien o mal lo que hacían al cortar la Panamericana en horario pico-, lo cual es un delito y está bien que lo procesen.

Los verdaderos riesgos para la democracia son otros. Es la represión a los luchadores sociales, muchos encarcelados injustamente. Son los desaparecidos Julio López y Luciano Arruga, son los mecanismos de rancia política de comité que dejaron sin un diputado del Frente de Izquierda por Córdoba a los que lo votaron. Son los gordos cómplices de la dictadura y del Turco rodeando a la presidenta, que sólo reconoce a la burocracia sindical. Son la Ley Antiterrorista, el Proyecto X y las propuestas de bajar la edad de imputabilidad. Es el manipuleo de la estadística oficial no sólo para ocultar mal la inflación, sino para borrar a los pobres del "relato" oficial. Es el riesgo cierto de que el fracaso de un gobierno de derecha con discurso progresista -que prefiere fracasar antes de entregarle el mando a otro partido-, le entregue el poder a la derecha de verdad.


Sobre los saqueos

Tanto La Jefa en su discurso por los 30 años de la democracia -en el que se arrojó para sí y su difunto marido casi todos los logros, salvo la ley de divorcio vincular que era imposible que se la reivindicara también para sí misma- responsabilizó otra vez los males de la “Patria” al perverso Poder Judicial -claro en treinta años de democracia el peronchismo sólo estuvo en el gobierno desde el 10 de diciembre de 2011 y no pudo hacer nada contra la injusticia de la Justicia, ¿o no?- y a la "opo" -siempre destituyente-. El tema es que la terrible sideción contra la democracia en la que se complotaron los polis, los saqueadores -ahora llamados ladrones o aslatantes lisa y llanamente- y algunos personajes del Renovadorismo del Mini Goberna de Tigre -¿se acuerdan que el año pasado lo habían acusado al capo sindical de los Camioneros?-, al final agarró desprevenidos a los servicios de “inteligencia” y al Rambito Dolape que secuestra piqueteros opositores en Campo de Mayo. En su alocución a La Jefa no le quedó otra, al final, que justificar salir a cachiporrear a “los de abajo” que, en el país de la impunidad y de la sociedad de los giles que quieren ser vivos, ya no los conforman con planes, también quieren plasmas.

“Cachiporras para todos” los que se quieran pasar de vivos. Es hasta gracioso ver los patéticos relatos de ladriprogresistas y opositores echándose la culpa, y descubriendo que los "saqueos no son espontáneos”. Encima algunos con añoranzas de viejas épocas pasadas salen a decir que “saqueos, saqueos eran los de antes”. Claro, porque esos saqueos los organizaban ellos para voltear los gobiernos de otro partido. Encima salen a enrostrar que “los de abajo” se llevan algún electrodoméstico o algún artículo de lujo, para poner de su lado a la derecha reaccionaria que pide palos -tiros, bombas, aniquilamientos, lo que sea-. Y está el ejército de incondicionales militantes de cartulina, que invaden las redes sociales con comparativas de los saqueos "de antes" y los de ahora -¡mamita! antes de hablar, bah, repetir… bah, copiar y pegar, lean un poco muchachos, los libros no muerden-.

“Los de abajo” quieren comer del boom inmobiliario sojero porque ya no les alcanza que –a algunos– les paguen para no laburar mientras ven que los demás consumen –aunque sea poniendo al límite sus tarjetas de crédito– en la costumbre milenarista de reventar las fiestas de fin de año para ver si el próximo viene mejor. Que haya saqueos no sólo demuestra la peor imagen del “modelo” trunco, sino que el Gobierno Nac&Pop ha perdido la conducción moral del bloque histórico -no puede terminar de desguazar a un grupo concentrado después de 4 años de pelea legal y propagandística; no puede evitar que la clase media y los sectores reaccionarios se unan en los bien organizados cacerolazos por los planificadores de la espontaneidad; no puede evitar que se le revelen gobernadores de la propia tropa, trabajadores estatales y fuerzas de seguridad, y después debe negociar con ellos; que ante los casos de corrupción, no sólo no busque dar explicaciones sino que accione burdas operaciones de encubrimiento-. Los ladricorporativistas han perdido autoridad moral ante gran parte de la sociedad, su autoridad se convierte más en una convención formal, que le garantizan los menos simbólicos planes sociales y el nuevo plan “cachiporras para todos”.

Es gracioso ver a los “progres” de cartulina montarse en la indignación puramente clasemedista de ver a uno de “los de abajo” llevarse alguna tele, alguna computadora o alguno de esos bienes simbólicos que son propios del consumo de las capas más acomodadas. Que un cheto de Recoleta o Barrio Norte se incapaz de cualquier empatía social con “los de abajo” es de esperar. A ver cómo te lo explico “progre” de cartulina: si ya cruzaste la delgada línea del delito, robar cincuenta kilos de harina o un LED 42” Full HD da igual. Es más, tiene más lógica: aparte de que nunca podría comprarse uno por vías legales -ni ahorrando toda su vida-, tiene mayor valor de cambio -lo puede hacer 2 o 3 lucas de una, seguramente vendiéndoselo a algún clase media que se cree no solamente vivo, sino que hace la parodia del artista horrorizándose de la delincuencia y del vandalismo de “los de abajo”, pero no lo horrorizan los que evaden impuestos, negrean trabajadores y comprar mercadería robada-. Aparte que va a hacer con los 70 kilos de harina, si se le va a picar antes de que la pueda usar toda -y si la vende, como mucho le darán 300 pesos-. A los de la clase media le revuelve las tripas ver un pobre que puede tener un LED 42” Full HD -y más aún si es robado tan impunemente- porque considera que eso es exclusivo de su clase -del mismo modo que se escandaliza cuando ve en las villas antenas de televisión digital-. Y una cosa más, también en 1989 y 2001 los saqueadores privilegiaron los artículos " de lujo" que los de primera necesidad -no copien y peguen gratuitamente, usen un poco cualquier buscador y se sorprenderán-.

Lo alarmante de que haya saqueos, no es sólo la perversa mano negra desestabilizadora, sino la debilitación de la autoridad simbólica de un ladricorporativismo  que se autodestruye al tiempo que el viento de cola se le convirtió en un frente de tormenta, que no tiene posibilidad de relección legal ni un sucesor potable, y que ante la debacle de su imagen positiva prefiere la lógica del estado de excepción viendo enemigos de la “Patria” –entendida como su continuidad en el gobierno– en cada esquina, habilitando una lógica de excepcionalidad en los medios y las formas de reprimir a los destituyentes. Aparte de que algunos Nac&Pop se creyeron las cifras de inflación, pobreza, desempleo y exclusión que ellos mismos se fabricaron para sus discursos, y se olvidaron de que en esos pocos puntos porcentuales que se “retocan”, mucha gente queda afuera. El ejército de desocupados, además de ser un elemento que permite la sumisión del proletariado, es una sub-clase anómica que, además de operar en las zonas grises de la legalidad establecen, una relación clientelar con el poder del Estado, pero que no es estable ni de sumisión absoluta.

Por eso no basta con contenerlos, sino que los ladriprogresistas jamás deben olvidar la vieja premisa de que gobernar, también es educar. El que gobierna, es a su vez ejemplo y referente. Y si los ejemplos son los de la excepcionalidad de medios y formas, la impunidad y el encubrimiento, y la rapiña y el saqueo del Estado –con “guante blanco” arriba–, no deberían  sorprenderse tanto.

Los saqueos de ahora -“robos organizados”, según arrancaron en calificar los zócalos de los canales de noticias adictos- mostraron, una vez más, cómo frente a un mismo hecho cada uno ve lo que quiere ver. Todos los gobiernos, tanto el nacional como los provinciales y municipales donde se produjeron saqueos, coincidieron en negar que se tratara de hechos espontáneos sino de “algo orquestado”. El Ladricorporativismo atribuyó los saqueos al Renovadorismo de Tigre y su discurso de Mano Dura; a los polis que estarían en contra de la democracia, y a otros desestabilizadores que están en contra de la "ampliación" de derechos y la "década ganada". El diablo es uno solo pero tiene mil rostros, decía la Iglesia medieval. Ese pensamiento responde a las necesidades de quienes gobiernan: “Yo no tengo la culpa”, “no es por hambre o necesidad”, “son marginales, delincuentes, vándalos”; pero nunca “el pueblo”, como sí habría sido, supuestamente, en 2001.

Al revés, y también en sintonía con sus necesidades, los opositores sostienen que los saqueos demuestran que hay mucha pobreza y que la economía del Gobierno fracasó. Cuando se niega la realidad, se producen estos estallidos; más allá de que detrás de los saqueos pudiera haber alguna intencionalidad política, esta clase de manifestaciones, como las que se produjeron en 2001, tiene profundas causas sociales porque hay gente que está empujada por la necesidad. No es verdad que haya sido sólo pueblo hambriento en 2001; hace 11 años también se robaron electrodomésticos durante los saqueos. Ni tampoco, como sostiene el Gobierno Nac&Pop, que hayan sido sólo vándalos los que asolaron supermercados de todo el país. Ambos puntos de vista son budas simplificaciones. El dilema del Ladricorporativismo es que puede encarcelar a “vándalos” pero no puede reprimir al “pueblo” sin que su discurso caiga en una contradicción mortal. Nuevamente, otro esfuerzo semántico del Gobierno. 





© carlitosber.blogspot.com.ar, Diciembre 13 MMXIII
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