jueves, 28 de marzo de 2013

Actualidad


El laberinto de espejos del Vaticano

Hace dos semanas se producía un hecho histórico que sólo el tiempo nos permitirá explicar. Por primera vez es elegido un Papa de la Iglesia Católica que no sólo viene del "Nuevo Mundo", sino que viene de un país del Hemisferio Sur. Formado en la orden de los Jesuitas, el nuevo Sumo Pontífice tiene un desafío monumental: restaurar el poder político y simbólico de una institución milenaria hundida en su podredumbre y anacronismo. Una institución universal del medioevo que supo sobrevivir a la fractura que le causó la Modernidad y la Ilustración; y luego se alió al Capitalismo como uno de sus organismos de transmisión y reproducción ideológica. En ese tembladeral ingresa Francisco, el papa argentino; en un juego de espejos siniestros donde las figuras que vemos no son las reales; son múltiples y hasta contradictorias.


Bergoglio, Francisco, represión, fractura, dobleces y una Iglesia que se derrumba

Según parece, el papa Francisco se propone canonizar, el primero, al cura Carlos Murias, secuestrado, torturado y asesinado por los militares el 18 de julio de 1978. Murias había sido colaborador del obispo Enrique Angelelli, también asesinado por la dictadura cuando regresaba, precisamente, del entierro de su discípulo.

Cuando aún era Bergoglio (no es un dato menor que se lo presente como si se tratara de dos personas distintas), el actual obispo de Roma ya había tenido actitudes parecidas. En el año 2000 pidió perdón porque la Iglesia “no hizo lo suficiente” durante el terrorismo de Estado. En 2008, en el aniversario del asesinato de Angelelli, dio una misa en su homenaje, en La Rioja, y dijo de él que había “removido piedras que cayeron sobre él por proclamar el Evangelio”, y añadió: “La sangre de los mártires es la semilla de la Iglesia”.

Es una operación si se quiere similar a la que el general Martín Balza hizo en el Ejército, cuando era jefe del Estado Mayor en tiempos de Menem. También él pidió disculpas por el genocidio, como si se hubiera tratado de un pisotón en el bondi.

La maniobra de Bergoglio, como antes la de Balza, tiene el respaldo mediático decidido del Grupo Clarín, del diario La Nación y de toda la constelación mediática K (medios oficiales, Grupos Spolki; Garfunkel, Monetta, Vila-Manzano, Pierri, Olmos y López, y la productora de contenidos PPT). Clarín, por ejemplo, dijo el 24 de marzo que el martirio de Murias constituye “un ejemplo del sufrimiento padecido por un sector importante de la Iglesia católica argentina bajo la dictadura militar”. Los medios K, unánimemente, celebran la canonización de una víctima del terrorismo de Estado.

Todo es mentira. La “sangre de los mártires” y “el sufrimiento padecido” por obispos y curas víctimas de la represión no es “la semilla de la Iglesia”, sino el taparrabos que pretende ser utilizado para disimular el papel orgánico, institucional, que la jerarquía eclesiástica cumplió durante la represión, de la cual no fue cómplice sino parte integrante.

La represión con mitra

Pío Laghi, nuncio apostólico (embajador del Papa) en la Argentina durante la dictadura, representante directo de Juan Pablo II, dijo de Angelelli que era “un extremista de la Teología de la Liberación”, lo cual, en esos tiempos, alcanzaba y sobraba para explicar y justificar el homicidio, el secuestro, la tortura, la desaparición. El cardenal primado en aquellos tiempos, Juan Carlos Aramburu, y el presidente de la Conferencia Episcopal, Raúl Primatesta, no sólo adornaban con su presencia cada acto o ceremonia de Videla y los otros facinerosos del régimen militar; además, por lo menos en el caso de Primatesta, visitaban personalmente los campos de concentración.

María Chorobik de Mariani, una abuela de Plaza de Mayo, declaró en el juicio “por la verdad”, en 1999, ante la Cámara Federal de La Plata, que el obispo Claudio Celli, actual presidente de Comunicación Social del Vaticano y secretario de Pío Laghi en tiempos de la dictadura, le dijo, cuando ella fue a pedirle por sus nietos desaparecidos, que las criaturas habían sido apropiadas por gente que había pagado mucho dinero por ellas, por gente de recursos, y añadió: “Los chiquitos jamás padecerán las privaciones que impone la pobreza. Están en buenas manos”. En otras palabras: el obispo conocía desde adentro el mecanismo de las apropiaciones, de los secuestros, del robo de bebés. Ahora, Sergio Rubin, de Clarín, amigo de Bergoglio y autor de su biografía, le hace a ese canalla notas edulcoradas.

Una denuncia parecida, que en este caso involucra personalmente a Bergoglio, la formuló la primera presidenta de Abuelas, Licha de la Cuadra. Cuando Licha fue a pedirle por su nieta desaparecida, el actual Francisco le dijo: “A la criatura la tiene una persona de bien y no hay marcha atrás”. Si Bergoglio, como dicen ahora varios perseguidos de aquella época, protegió gente y salvó algunas vidas, fue precisamente porque formaba parte, desde adentro, de aquel aparato criminal. Bergoglio, militante de Guardia de Hierro -una agrupación de la derecha peronista, de excelentes vínculos con Eduardo Emilio Massera-, jamás se aproximó a los pocos obispos que efectivamente lucharon contra la represión, a pesar y en contra de la Iglesia, como el citado Angelelli, Alberto Devoto, Jaime de Nevares, Jorge Novak o Miguel Hesayne. Sólo ahora, cuando intenta lavarle la cara a la Iglesia argentina y al Vaticano, hace una reivindicación mísera y a cuentagotas de algunos de ellos, y dispone canonizaciones que alegran a los K. Si así no fuera, haría como le pide el ex juez español Baltasar Garzón y abriría los archivos vaticanos en lo referido a la dictadura argentina.

La fractura

La persistencia en denunciar la complicidad de Bergoglio en la desaparición de los sacerdotes jesuitas Osvaldo Yorio y Francisco Jalics en 1978, le ha valido a Horacio Verbitsky una andanada de fuego tanto amigo como enemigo. Lo desmintieron Alicia Oliveira, Pérez Ezquivel y el pianista Miguel Ángel Estrella, y lo atacaron con munición pesada representantes de la corporación clerical y de los medios. Desde las páginas de Clarín, Jorge Lanata se despachó con acusaciones sobre el papel de Verbitsky en las dictaduras de Onganía y de Videla. En el primer caso, como destacado redactor de la revista golpista Confirmado. En el segundo, por la colaboración en un libro del comodoro Juan José Güiraldes, integrante del lobby militar de la época y redactor de los discursos políticos del jefe de la fuerza aérea, que fue editado por el Círculo Aeronáutico. Lanata y Verbitsky convivieron, durante una década, en el staff jerárquico de Página/12. Verbitsky reconoce haber colaborado con Güiraldes, “en un libro técnico sobre aviación comercial”, y relata, en otro contexto, cómo se paseaba por Buenos Aires, sin ser incomodado, durante el Mundial del 78 (no necesitaba seudónimo). Lanata dice que Verbitsky abandonó Montoneros en 1977, cuando era su segundo jefe de inteligencia, y que permaneció en el país con su nombre y documento real.

Verbitsky se ha quedado solo, especialmente en el campo K, después de que Cristina Fernández partió en peregrinación a Roma. El “Chino” Navarro, Pérsico, Moreno, Feinmann -la ‘flor y nata’ del cristinismo- se sumaron a la euforia ‘destituyente’ por la elevación de Bergoglio al papado. Hasta Página/12 ha publicado una desmentida oficiosa contra Verbitsky por medio de una columna de opinión del periodista Santiago O’Donnell. 

La polémica, por estos días, ha reflotado varias otras cosas. Por ejemplo, que Verbitsky está ligado a la Fundación Ford y que el CELS, que lo tiene por dirigente, está patrocinado por una entidad de la CIA (Endowment for Democracy), que presidió durante mucho tiempo el ex presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso. La entidad norteamericana encabeza una campaña contra el ‘cepo mediático’ que atribuye al chavismo.

La nominación de Bergoglio se ha convertido en el accidente histórico que ha dejado al desnudo la inconsistencia del kirchnerismo, otro accidente de la historia. Pero no zanja la veracidad de la denuncia de Verbitsky. Luis Zamora, con un pasado opuesto por completo al de Verbitsky, ha expuesto en forma minuciosa la responsabilidad que habría tenido Bergoglio en aquellos secuestros -más allá del respaldo de la Iglesia en su conjunto a la dictadura. Ninguno de los impugnadores de la trayectoria de Verbitsky exige una investigación de lo ocurrido con los dos curas jesuitas, lo que demuestra que sus ataques al escriba del oficialismo son funcionales a un encubrimiento de los hechos.

Los dobleces

La periodista Marie-Monique Robin (autora de Escuadrones de la muerte y El mundo según Monsanto) dice en su blog que Osvaldo Yorio -uno de los jesuitas secuestrados, torturados y luego liberados en 1977- contó, poco antes de morir, que Bergoglio lo presionó a él y al otro cura villero secuestrado, Francisco Jalics, para que abandonaran la Compañía de Jesús, porque no quería darles él, personalmente, la orden de hacerlo.

Esto es: los haya entregado o no (posiblemente no), haya hecho gestiones o no para que los liberaran (posiblemente sí), lo cierto es que les quitó todo respaldo institucional. Los dejó, en ese sentido, a merced de sus captores. Rodolfo Yorio, hermano de Osvaldo, declaró tiempo atrás: “Conozco gente a la que Bergoglio la ayudó. Eso es lo que revela sus dos caras y su proximidad con el poder militar. Era un maestro de la ambigüedad”.

Ahora, las dos caras de Bergoglio han dado paso a una tercera: el papa Francisco. Horacio Verbitsky no se explica, por ejemplo, por qué Adolfo Pérez Esquivel ha cambiado de posición respecto de sus dichos de 2005, cuando acusaba directamente a Bergoglio y rogaba “al Espíritu Santo” para que el cónclave cardenalicio de aquel año no lo eligiera Papa.

Es muy simple: no se trata del mismo personaje. El obispo Bergoglio es ahora Papa, “el santo padre”, el jefe de una Iglesia que se cae a pedazos, que se hunde en su propia podredumbre de pedofilia, escándalos financieros, asesinatos y pérdida masiva de adherentes. Y Pérez Esquivel es, ante todo y sobre todo, un hombre de esa Iglesia. Y el que antes era Bergoglio y ahora es Francisco carga sobre sí una misión pesada: la que, según la leyenda cristiana, Jesús le encomendó al santo de Asís cuando le dijo “corre, Francisco, ve a salvar mi Iglesia que se derrumba”.

Vaticano SA

Según algunos analistas, las denuncias del libro con este título que el periodista italiano Gianluigi Nuzzi publicó no hace mucho, marcaron el principio del fin del papado de Benedicto. Revela con un detalle minucioso la saga de crímenes y negociados del Instituto para las Obras Religiosas (IOR), el piadoso nombre del Banco del Vaticano. La fuente es el archivo del monseñor Renato Dardozzi, de larga trayectoria en el manejo de las finanzas vaticanas. Dardozzi, poco antes de morir, le entregó ese archivo al periodista, en una suerte de exculpación testamentaria.

El IOR, que como su nombre lo indica debía proveer fondos a “obras” de la Iglesia, se transformó en un banco a partir del Tratado de Letrán, firmado con Mussolini en 1929, quien “capitalizó” a la institución con un aporte original de casi cien millones de dólares de la época, en concepto de indemnización por la expropiación de bienes pontificios en ocasión de la proclamación de la unidad de Italia en 1871.

A finales de los años sesenta, Pablo VI convocó al banquero Michel Sindona para que modernizara el Instituto. El hombre no se anduvo con chiquitas: abrió su caja para el lavado de dinero del tráfico de heroína y otros chanchuyos de la familia mafiosa de los Gambino y lo asoció al Banco Ambrosiano de Roberto Calvi. Calvi y Sindona eran miembros de la llamada “Logia P-Due” (Francis Ford Coppola ficcionaliza, en El Padrino, la relación entre los Corleone y la curia romana). Esos mismos fondos financiaron, en 1972, el operativo retorno de Perón. El genocida Massera era también miembro de la P-2.

Según David Yallops, autor del libro En nombre de Dios, el Papa Juan Pablo apareció muerto un mes después de haber sido elegido, en cuanto metió la nariz en los desaguisados del Banco de Dios. A comienzos de los años ochenta, cuando la institución estallaba en una escandalosa bancarrota, el vicepresidente del Banco Ambrosiano, Roberto Rossone, sufrió un intento de asesinato. En el manejo mafioso del banco quedó expuesto su jefe, el obispo norteamericano Paul Marcinkus. El Vaticano le otorgó “inmunidad” para que zafara de los tribunales italianos. En la época apareció “suicidado”, colgado de un puente sobre el Támesis, el jefe del Ambrosiano, Roberto Calvi.

En el IOR sólo pueden abrir cuentas institutos y funcionarios del clero. Las peores porquerías se desarrollaban en cuentas de fundaciones caritativas de la Iglesia. El titular de cada cuenta podía autorizar a cualquier particular a operar en su nombre, sin dejar registro de ellas. Según el investigador John Pollard, autor de El dinero y el ascenso del papado moderno, las finanzas del Vaticano son un incalculable agujero negro. “Cualquiera puede lavar dinero a través del IOR”, concluyó en un artículo reciente el diario italiano La Repubblica.

Benedicto XVI le acaba de entregar a Bergoglio el informe “secreto” sobre el Banco, que habría motivado su renuncia. Esta fue la razón de la reunión de estos infalibles. Se produjo bajo una intensa presión: Ettore Gotti Tedeschi insistió en que daría a conocer su propio archivo si el renunciante no le daba el informe al sucesor. Ettore fue presidente del IOR hasta mayo del año pasado, cuando los desplazó la runfla de Taricisio Bertone, el secretario de Estado del Vaticano. Ettore, quien dijo que también teme ser asesinado, puso su “carpeta” disuasoria en manos de algunos fiscales de la Justicia italiana.

Esta “papa caliente” le quema las manos a Bergoglio. Su biógrafo y amigo, Sergio Rubín, ha admitido que Francesco no decidió aún si dará a conocer lo que ocurre o mandará el asunto a los archivos para que se conozca… dentro de 75 años, cuando deberán ser abiertos según las disposiciones canónicas. Si Francesco no “hunde el bisturí” en el asunto, dice Rubin, “su futuro está hipotecado”. Un vaticanista habría advertido que el obispo argentino Leonardo Sandri, asociado a los capos de la curia de Roma, previno a Francesco contra el intento de abrir algunos de los entresijos del banco, como lo reclaman fiscales de la Justicia italiana. Según la corresponsal de La Nación, las conspiraciones en el Vaticano “ya están en marcha”.



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FUENTES: http://po.org.ar/blog/2013/03/28/la-iglesia-la-dictadura-bergoglio-y-francisco/; http://po.org.ar/blog/2013/03/28/que-se-investigue-realmente-el-secuestro-de-yorio-y-jalic/; http://po.org.ar/blog/2013/03/28/vaticano-sociedad-anonima/

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