lunes, 27 de junio de 2016

Historia de América Latina (7)

El surgimiento de una economía global
Segunda Parte: La producción agraria en la economía colonial

En las colonias españolas y portuguesas el cultivador típico era el “indio” americano, que trabajaba como un labrador forzado -utilizando formas de servidumbre importadas, como las encomiendas de haciendas, o propias de la tradición de los pueblos originarios, como la mita- y el “negro”, que trabajaba como esclavo -traído desde África por mercaderes, por lo general ingleses y portugueses, que se los compraban a traficantes africanos que se encargaban de hacer las razias-; menos frecuente era el arrendatario o el pequeño chacarero, que trabajaban parcelas en las que explotaba la mano de obra familiar. Mientras el cultivador típico no  era libre y estaba, por lo general, sometido a una coacción política, el típico terrateniente era propietario de un basto territorio en el que establecía relaciones sociales casi “feudales” (en las haciendas) o “esclavistas” (en las plantaciones), pero era un productor precapitalista vinculado al mercado global que estaba estableciendo la economía global que estaba dando a luz el Modo de Producción Capitalista.



La hacienda

La hacienda se desarrolló en la segunda mitad del siglo XVII sobre las ruinas de las antiguas estructuras agrarias indígenas, para abastecer la economía minera y permitir al español rehacer el símbolo de prestigio de la España del sur, donde todavía primaban las relaciones sociales y de producción de “tipo feudal”: el desprecio por el trabajo manual, la búsqueda de los títulos honoríficos, el especial cuidado en la herencia y el abolengo. Muchos “segundones” y simples aventureros sin noble genealogía emprendían la aventura americana para volverse “señores” en el “Nuevo Mundo”.

La hacienda se nutrió con una fuerza de trabajo inamovible en su mayoría: los pueblos originarios. Fue esencial para la forja de la economía colonial minera y agrícola y, por sobre todo, para el desarrollo de la hacienda, el tributo del “ameriindio”, más o menos forzoso, a la sociedad bajo la forma de pagos en especie o en trabajo. Los principales “empresarios” de la conquista exigían retribución personal de sus equipos y por los riesgos que aseguraban estar corriendo, en forma de tributo o de trabajo indígena, y concesiones reales de tierras, con sus servidores naturales a modo de los feudos medievales. Cortés, con mucha visión, se consiguió para él y sus descendientes, por ejemplo, inmensas concesiones de tierras con sus pueblos originarios incluidos, transformados desde entonces en sus tributaros perpetuos.


Los españoles que iban al “Nuevo Mundo” reclamaron la mano de obra y los suministros de alimentos a sus tributarios: explotaron a los indios como siervos personales, cuando eran concesionarios del rey y, en todo caso, los nativos si eran siervos, lo eran de la Corona española. Pero los indios araban, cultivaban y cosechaban para sus amos españoles. Puesto que, al principio, no había bestias de carga y tiro, miles de portadores indios trasladaban sobre sus espaldas los bienes de un lugar a otro.

El desastre demográfico del siglo XVI fue, sin duda, el factor primordial del retroceso minero que tuvo lugar en México y Perú después de 1596, y que duró alrededor de un siglo. La producción minera decayó regularmente y las repercusiones se extendieron por los latifundios que se habían creado alrededor de los centros mineros para abastecerlos de maíz, trigo, leguminosas, forraje, mulas, burros, caballos, cerdos, ganado vacuno, cueros, lana, material para bolsas, etc.

Los mineros  comerciantes trasladaron su dinero a la tierra y aceleraron así la formación de los latifundios. La recesión económica que provocó la crisis de la producción proveniente de las minas, las grandes haciendas tendieron a hacerse auto suficientes. La preocupación principal de la élite social y económica -los dueños de las minas y los latifundios- fue contar con la mano de obra adecuada en calidad y cantidad, por lo que se presionó a las comunidades indígenas para que prestaran su fuerza de trabajo, ya sea apropiándose de sus tierras, ya sea tranzando con los líderes de las comunidades indígenas sistemas de tributo comunitario, ya sea alentando en los latifundios la residencia de trabajadores indígenas y/o mestizos. 


Los “residentes” recibían adelantos adicionales de alimentos y bebidas, para los bautizos, bodas y entierros, quedando obligados económicamente a trabajar para el hacendado. La “tienda de raya” se convirtió en un importante mecanismo para el reclutamiento y la conservación de la mano de obra “conchavada”. Pero algo más que el nexo monetario vinculaba al latifundista con sus dependientes cuasi serviles: la hacienda pasó a ser un lugar de “refugio” para aquellos que ameriindios que hallaban insoportable la presión de sus comunidades de origen, cuyas élites estaban íntimamente ligadas a la explotación mitaya en la minería, auténtica devoradora de carne humana que parecía nunca saciarse y casi la única oportunidad de ocupación para los despreciados mestizos que no tenían espacio en una sociedad con un alto componente racista.


La plantación 

La plantación, en un principio, no fue más que una variante del latifundio. Pero, a finales del siglo XVII, la plantación se había convertido en la forma especializada de latifundio en zonas tropicales o subtropicales: especializado en un solo cultivo, utilizaba la fuerza de trabajo dependiente e inmovilizada de los “negros” africanos traídos contra su voluntad. A diferencia de la hacienda, la plantación no era auto suficiente, pero sí era independiente de la economía americana, estaba cerrada apara producir artículos para el consumo externo, es decir europeo.


Al igual que la minería, la plantación era una empresa del Nuevo Mundo cuyo estímulo era totalmente europeo. De Brasil a Virginia, la plantación en América muy rápidamente puso de manifiesto las características que aún la distinguen. La economía característica de plantaciones de esclavos, cuyo centro en las islas del Caribe, a lo largo de las costas septentrionales de América del Sur -especialmente en el norte del Brasil- y las del sur de los Estados Unidos, era la obtención de importantes cosechas de productos de exportación, sobre todo de azúcar, en menos extensión tabaco y café y, desde el principio de la revolución industrial, el algodón más que nada.

El prototipo de la agricultura de plantación en América, el ingenio brasileño. Era el instrumento portugués de efectiva ocupación y colonización. En Brasil, los empresarios portugueses y sus refaccionistas holandeses hallaron condiciones favorables: una franja costera de excelente suelo negro fácilmente trabajable una vez limpio, una precipitación pluvial adecuada que eliminaba la necesidad de hacer trabajos de irrigación  y bajos costos desde la plantación a los puntos de embarque en Recife y Bahía. Sin embargo faltaba un factor de producción: una fuerza de trabajo abundante, dócil y sedentaria. Los pueblos originarios semi nómades del Brasil resultaron ineficientes como fuerza de trabajo para las plantaciones, por lo que se empezó a importar mano de obra esclava del oeste de África.

En el siglo XVI embarcaron alrededor de 50.000 esclavos al Brasil; en el siglo XVII más de 500.000. Hasta se compuso una proposición: “Sin esclavos no hay azúcar, sin azúcar no hay Brasil”. En 1570 había alrededor de 60 ingenios, en 1629 unos 356 y hacia 1710 eran 528.


La plantación era una empresa de bastante complejidad. Requiere inversiones de importancia, en esclavos y en maquinarias, al punto que a menudo se necesitaba la asociación de varios inversores. La clave de la producción estaba en la administración y la coordinación de las tareas, para aprovechar al máximo el trabajo de los esclavos. Debido a la alta mortalidad y a la baja reproducción natural de éstos –en parte porque se compraban pocas mujeres- los propietarios estaban obligados a reponerlos continuamente. El trato que los señores de ingenio o sus capataces daban a los esclavos era muy duro, y, en consecuencia, era muy común que éstos se escaparan. A veces, los fugitivos formaban pequeñas comunidades o quilombos. Esta situación dio origen a una nueva actividad: la captura de esclavos fugados. 

El síndrome de la plantación brasileña de monocultivo, esclavitud y producción para la exportación no debe separarse del centro europeo. El ingenio no era más que un subsector de la economía mercantilista europea, en particular la economía holandesa, ya que los portugueses, y un poco después los españoles de Cuba y Santo Domingo, eran meros intermediarios, ya que el azúcar americano se re-exportaba a Holanda al llegar a Europa, que procesada en las refinerías holandesas eran distribuida en Europa como producto de consumo masivo y en el oeste de África como medio de pago de los tratantes portugueses a los traficantes africanos. Ya desde la época colonial, América estaba perfilándose como un sector periférico de la economía europea en expansión. 




© carlitosber.blogspot.com.ar, Junio 27 MMXVI
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FUENTES:
https://sites.google.com/site/260americacolonial/la-economia-colonial/actividades-economicas/la-agricultura-de-plantacion
http://www.nacio.unlp.edu.ar/archivos/economiacolonial.pdf

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