domingo, 14 de septiembre de 2014

Crisis de entre Guerras (15° Parte)


EL AUGE DE LOS FASCISMOS
Primera Parte: Fascio di combatimento


La decepción italiana

Según Woodrow Wilson, la Gran Guerra se había luchado "con el propósito de consolidar la democracia en todo el mundo". En realidad, en 1918 ese objetivo parecía logrado. Los antiguos regímenes absolutistas (alemán, austro-húngaro, ruso y turco) habían sido reemplazados por repúblicas dotadas de nuevas constituciones, teóricamente ejemplares. Con todo, tal democratización era con excesiva frecuencia sólo aparente; no tardaría en sonar la hora de los gobiernos autoritarios.

Fue en el Mediterráneo, precisamente en Italia, donde adquirió forma el primer gobierno de ese corte. Aunque vencedora, Italia salió del conflicto con gran desasosiego, hasta el punto que podía afirmarse que los italianos habían ganado la guerra y perdido la paz; entre otros motivos de rencor, Italia se sentía defraudada en la cuestión de los repartos coloniales. El advenimiento de la paz provocó en el país una honda crisis económica, seguida de alarmante dificultades y alteraciones sociales; la influencia comunista en el movimiento obrero italiano agravó aún más la situación, y la revolución parecía inminente.

Desde 1919, las organizaciones obreras, en caso de conflicto, procedían a la ocupación de las fábricas en vez de declarar la huelga y la burguesía se sentía peligrosamente amenazada. En efecto, la huelga era un procedimiento de escasa eficacia en unos momentos en que la baja de los precios dificultaba la salida de la producción; en consecuencia, los trabajadores trataron de ocupar sus fábricas y vender por sí mismos las mercancías elaboradas. Pero los obreros carecían de cuadros técnicos para conducir las plantas, créditos para poder poder mejorar las inversiones, y de las cadenas de ventas indispensables. El fracaso representó un rudo golpe para el movimiento obrero, que perdió cohesión y energía.


Benito Musolini

Benito Mussolini en sus años de juventud
Nacido en 1883 en un pueblo de la Romaña, era hijo de un herrero y posadero de la localidad, y de una maestra; aunque el joven Benito parecía destinado también a la enseñanza, preferió una vida más aventurera. Partió para Suiza, donde se dedicó a trabajos manuales para subsistir, a la vez que progresaba en sus estudios sobre política. Procedente de un ambiente radical y revolucionario (su nombre venía de Benito Juárez), adhirió muy pronto al movimiento obrero y demostró ser buen periodista: un orador y polemista notable, que atacaba con dureza a la burguesía y la la Iglesia, sobre todo. En 1911 fue encarcelado por difundir propaganda contra la guerra Tripolitana; al año siguiente participó en la dirección del Partido Socialista italiano, desde su periódico "Avanti!", inició una campaña revolucionaria. Las reformas sociales pacíficas no le interesaban; Mussolino profería sarcasmos contra el parlamentarismo y los compromisos inherentes al "sistema".

Poco después de iniciada la guerra, atacó la política neutralista de su partido y reclamó la entrada de Italia en la contienda, por intuir que la participación italiana en la conflagración radicalizaría el conflicto social interno, primer paso hacia una revolución.

Periódico fundado por Benito Mussolini en 1914
El Partido Obrero lo expulsó del diario "Avanti!", entonces Mussolini fundó su propio periódico "Il Popolo d'Italia". En años sucesivos promovió una especia de guerrilla política personal, nacionalista y revolucionaria no sólo dentro de las fronteras de Italia, sino también en Alemania, donde un movimiento de similar naturaleza tomó el nombre de nacional-socialismo. El 23 de marzo de 1919, Mussolini fundo en Milán su organización política propia: las 119 personas presenten en la reunión procedían en las más diversas clases sociales y representaban diversidad de opiniones, hermanados por un mismo fervor nacionalista. 

Todos ellos habían luchado para que Italia participase en la guerra. Mussolini los agrupó entonces en un llamado Fascio di combatimento (literal: "haz de combate"). El término Fascio ("haz" o grupo) dio su nombre al fascismo; aunque designaba el símbolo de mando de los cónsules romanos. Otras formaciones políticas utilizaban ya antes dicho símbolo para reanudar la tradición de Roma; los fascistas actualizaron, asimismo, el antiguo saludo a la romana, con el brazo alzado. 

El 24 de octubre de 1917, tras el desastre militar italiano de Camporetto, surgió el Fascio, coincidiendo con la aparición de los fasci políticos formados por los intelectuales futuristas y otros. D'Anunzio, por su parte, cuando ocupó el Fiume, se incribió inmediatamente en el recién nacido Fascio de la ciudad. En 1919, el futurista Mario Carli fundo en Roma la primera asociación de los Arditi, que en Milán se agrupaban alrededor del poeta Filippo Tommaso Marinetti y el capitán Ferrucio Vecchi, que parece ser el prototipo del feroz ardito. En enero de 1919 se fundó, también en Milán, una asociación nacional de los Arditi. Su bandera negra, con un par de tibias y una calavera como emblema, agradaron a Mussolini, porque la violencia de los Arditi encontraría el eco de su antiguo anarquismo. 

El flamante partido elaboró en 1919 un programa radical: exigía una nueva ley política fundamental, el aumento de los impuestos que debían pagar las clases acomodadas y ondas reformas sociales. Apoyándose en su pasado revolucionario, Mussolini disputó a los socialistas y comunistas el favor de las masas e incluso aprobó las ocupaciones de las fábricas, al tiempo que reclamaba una política exterior más nacionalista. En sus comienzos, el movimiento fascista, en su exaltada demagogia, tan hostil a la monarquía como a la Iglesia. 


La carrera hacia el poder

Cartel de propaganda fascista.
Con todo, Mussolini perdió las elecciones del otoño de 1919. El Partido Socialista era el más numeroso en el Parlamento, seguido por los populistas, una formación católico-popular recientemente creada por el sacerdote Luigi Sturzo; pero la situación cambiaría tras los problemas y trastornos sociales de 1920, en los que Mussolini supo actuar con destreza. Podría decirse que, en aquellos momentos, un ejército sin jefe había encontrado un jefe sin ejército.

El movimiento obrero italiano se había dividido en un Partido Comunista y en otro Social Democrático, tres veces más numeroso. En aquel momento, Italia reclamaba cada vez con mayor ímpetu al "hombre fuerte" capaz de poner remedio a la situación creada, lo que equivalía a llamar a Mussolini al poder. Ahora bien, éste para poder ponerse al frente de estas reclamaciones de la clase media, debía cambiar por completo su posición política.

Desde 1920 hasta 1922, el fascismo cambió por entero su carácter, borrando de su programa todos los puntos radicales y revolucionarios y llegando incluso a prohibir la publicación de su programa político original. 

Marcha sobre Roma del 28 de octubre de 1922
Al principio, el gobierno, dirigido a la sazón por el liberal Giovanni Gioliti, fue incapaz de detener la ola de violencia entre fascistas y comunistas. El Fascismo movilizó tropas de combate paramilitares (alrededor de unos 50 mil hombres) en las cercanías de Roma. La manifestación se hallaba dirigida por los colaboradores de Mussolini más inmediatos, pues el líder se hallaba en su despacho en Milán. Los "camisas negras" entraron en Roma el 28 de octubre de 1922 sin encontrar resistencia alguna.

Tan sólo un día después de que los fascistas realizaran la denominada Marcha sobre Roma, el rey de Italia Víctor Manuel III encarga a Mussolini la formación de un nuevo gobierno y lo nombra presidente del Consejo de Ministros, equivalente a primer ministro. En 1925, el "Duce" (título adoptado en 1924 que significa "jefe") habrá transformado el orden legal de su país en un régimen fascista.

Muchos italianos ansiosos de un cambio drástico aunque temerosos de una revolución obrera, se interesaron por el fascismo: un movimiento nacionalista de extrema derecha que conjugaba cierta simbología mística basada en la unión del Estado por un hombre superior y en la recuperación del pasado imperial romano, con una brutal campaña de enfrentamiento armado callejero con los militantes de los partidos de izquierda a través de tropas paramilitares llamadas "Camisas Negras", produciendo un estado de violencia política y social para el que se ofrecía como la única solución.

Aquel 28 de octubre de 1922 sus "Camisas Negras" marcharon sobre Roma, ocupando oficinas de correo y estaciones de tren. Encontraron muy poca resistencia por parte de un ejército muy benévolo, y que hasta simpatizaba con los manifestantes. Los "Camisas Negras" acamparon a las afueras de la ciudad en bajo una lluvia torrencial. estaban mal equipados, mal alimentados y desorganizados, de modo que la guarnición de Roma podría haberlos atrapado fácilmente. 

Pero el Rey Víctor Manuel III tuvo miedo y se negó a imponer la ley marcial. Lamó a Mussolini a Milán y le ofreció el control parcial del nuevo consejo de ministros. Al día siguiente le pidió que formara parte del nuevo gobierno. Mussolini partió en tren rápidamente y a pesar de un corte en las vías que le impidió llegar directamente a la capital. El Rey envió un coche a buscarlo, permitiéndole realizar una auténtica marcha triunfal con sus seguidores.

Discurso de Mussolini en Roma (1922)
El primer comunicado del nuevo régimen decía: "Desde este momento Mussolini es el gobierno de Italia". Aunque el gobierno estaba realizando cambios, colocando bajo el control fascista la policía, la administración pública, los sindicatos, la banca y la educación pública.

El Duce instauró un régimen totalitario de partido único basado en el poder del Gran Consejo Fascista, respaldado por las "Milicias Voluntarias para la Seguridad Nacional", bandas armadas irregulares de Camisas Negras que se legalizaron, oficializando una dictadura del terror.


Pragmatismo e ideología fascista

Sin embargo, la dictadura de Mussolini no se implantó en el acto. una nueva ley electoral, junto con presiones, amenazas y corrupciones de todas clases, aseguraron en abril de 1924 los dos tercios de los escaños a las "lista nacional" presentada por los fascistas. En un discurso histórico, el diputado socialista Matteoti logró confundir al Duce, pero a los pocos días apareció muerto. el asesinato levantó una tempestad de indignación, colocando al régimen ante algunas dificultades. El 30 de diciembre de 1926 se instauró por fin una completa dictadura: la prensa de la oposición fue prohibida, se abolió el derecho de libre asociación y todas las garantías jurídicas.  

Discurso político de Mussolini en la tribuna
de la plaza de Milán en mayo de 1930.
Fue sólo entonces cuando el Partido Fascista se consagró al estudio sistemático de una ideología; hasta aquel momento, la "doctrina de la acción" había prestado escasa atención a las ideas y los principios, considerados de índole paralizante. "Nos preguntan cuál es nuestro programa -decía Mussolini-, pues bien, nuestro programa es muy sencillo: queremos gobernar Italia"; lo que describe el carácter irracional del movimiento y su oposición a cualquier "intelectualismo".

La ideología adoptada después de la toma del poder no constituyó un sistema lógico de ideas o principios, sino una fusión de varios mitos destinados a estimular voluntades, y concentrar y canalizar energías. Predominaba un nacionalismo agresivo, belicoso e imperialista; acompañado de un culto al Estado. La democracia parlamentaria dio paso a un "Estado corporativo" basado en las organizaciones sectoriales: agricultores, industriales, comercio, sindicatos y colegios de profesionales (cuya personería era dada por el propio régimen). Donde el Estado, representado en la propia figura de Mussolini, actuaba como una gran árbitro nacional, externo a los conflictos.

En el régimen fascista todo era puesto en obra para obligar al individuo a la obediencia. El régimen busco meterse hasta en la vida intelectual y afectiva de las personas. El Duce inculcaba a sus compatriotas una abigarrada doctrina política, compuesta de rudimentos de Maquiavelo, bastantes ideas de Nietzche, la evocación de la gloria del antiguo Imperio romano, la crítica del bolchevismo y el liberalismo; todo ello envuelto en una copiosa cantidad del más teatral nacionalismo. Los esencial para sus promotores era un mito que llenara el vacío en el que estaban sumidos, según ellos, muchos italianos, en particular, jóvenes, ante el influjo de las filosofías basadas en la religión, el marxismo y el liberalismo.       



© carlitosber.blogspot.com.ar, Septiembre 14 MMXIV
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