domingo, 31 de agosto de 2014

Crisis de entre Guerras (13° Parte)


LA GRAN DEPRESIÓN 
Primera Parte: El crack de 1929


El boom de la Bolsa y los "locos" años 20


Hacia 1925, la producción y el consumismo progresaban en los algunos países (muy especialmente en los Estados Unidos y en Japón), pero otras naciones vivían abrumadas por las crisis económicas y las protestas obreras (como Gran Bretaña). La deuda europea (incrementada por los gastos bélicos de la Gran Guerra y la posterior reconstrucción) sólo podía pagarse con oro o mercancías, pero los norteamericanos (que eran sus acreedores) frenaban las importaciones con elevando derechos de aduana al tiempo que le imponían sus exportaciones a los europeos. 

En 1914, los Estados Unidos debían a Europa 3.000 millones de dólares, en 1918, los europeos le debían entre 12.000 y 14.000 millones de dólares a los estadounidenses. Además, la producción en cadena y la extensión del crédito minorista para el consumo inauguraban la era del consumo de masas.

Además los avances tecnológicos estaban cambiando la forma de vida da casi toda la sociedad. La electricidad y el automóvil (Ford había revolucionado la forma de producción de vehículos), no sólo cambiaban la energía y la forma de movilizarse, sino que también los hábitos de consumo: a través de la difusión de los electrodomésticos, los equipos de radio y tocadiscos, la nueva "necesidad" de tener un auto propio. Otra área técnica que evolucionaba a toda velocidad era la aeronáutica: los hermanos Wrihgth volaron por primera vez con un aparato "más pesado" que el aire impulsado por un motor en 1903; nueve años después los aviones combatían en los campos de batalla europeos. 

Mientras tanto, los estadounidenses se lanzaron a la expansión económica aprovechando su nuevo estatus de acreedores mundiales. La reserva de oro, que era de 1.800 millones de dólares en 1919, alcanzó en 1928 los 4.500 millones. Los capitanes de la industria norteamericanos tenían además a su favor un Estado ensimismado con sus intereses en el extranjero, hasta el punto de que se convirtieron en los intereses del gobierno de los Estados Unidos.

La región que más fuertemente sentiría la presión del imperialismo estadounidense sería América Latina. Desde la frontera con México al Cabo de Hornos, no sólo debía ser su área económica exclusiva, sino también su patio trasero. La presidencia de Wilson  estuvo marcada por el intervencionismo dando lugar así al hoy conocido como "idealismo wilsoniano": asegurar que los gobiernos "interesantes" (importantes para los intereses de los Estados Unidos) en el extranjero, estén en manos de los "buenos" (es decir, favorables a aquellos intereses) aunque éstos no fuesen más que la representación de una minoría de la población local.

En consecuencia, en 1914, Estados Unidos invadió México para hacer dimitir el general golpista Victoriano Huerta y poner en su lugar al revolucionario Venustiano Carranza; en 1915, una vez asesinado el presidente Sam, aprovechó la confusión general para desembarcar tropas y empresas estadounidenses en Haití; en 1916, la República Dominicana fue invadida hasta 1924, dejando un gobierno afín que abriría las puertas a las inversiones estadounidenses.

La compañías estadounidenses tenían perspectivas infinitas que se reflejaban en una ola especulativa sin precedentes en la Bolsa de Nueva York, ciudad que había remplazado a la City de Londres como mayor cetro financiero del planeta. El consumismo empezaba a volverse masivo de la mano de los nuevos medios de comunicación (el cine y la radio, y también la prensa escrita amarilla): la gente quería acceder a la nueva tecnología, estar a la moda y parecerse a las nuevas figuras del star media system inaugurado alrededor de una floreciente industria cultural, que cada vez se empezaba a volverse un rubro de importación cada vez más importante.

Pero el liberalismo desenfrenado de esa fiesta de jazz y luces de neón ocultaban varias inconsistencias: una clase media cada vez menos interesada en producir y más en vivir de la renta financiera que se endeudaba para aparentar; masas excluidas no sólo en lo económico sino también privadas de sus derechos civiles por el color de su piel; y una sociedad hipócrita que mantenía la prohibición de las bebidas alcohólicas, que quedaron reservadas para los privilegiados que se volvieron cómplices de bandas del crimen organizado que encontraron un negocio rentable en el mercado negro.


El desastre de Wall Street

El 24 de octubre de 1929 al mediodía el crecimiento financiero de los “locos años 20” yacía hecho pedazos de papeles en el suelo de la Bolsa de Nueva York. Miles de estadounidenses, desde viudas pobres hasta magnates habían perdido sus ahorros. Al final de ese día, once financistas se habían suicidado.

Mirando hacia atrás, los signos que desembocarían en el “jueves negro” estaban ahí, a la vista de quien quisiera verlos. Pero nadie lo hizo o, mejor dicho, nadie quiso hacerlo. 

Los precios de las acciones habían subido más del doble desde 1925 y en septiembre de 1929 el índice Down Jones (una estimación del valor de las acciones principales de la bolsa neoyorkina) había alcanzado la marca récord de 381 en un marcado frenesí. Los indicios de una recesión económica mundial y las advertencia de los expertos de que las acciones estaban sobrevaluadas habían provocado que algunos inversores importantes comenzaran a retirarse del mercado, pero el 19 de octubre impulso de vender alcanzó proporciones alarmantes y los precios empezaron a caer. El ímpetu fue en aumento hasta que cinco días después la bolsa fuera presa del peor pánico de su historia.

Tras la quiebra inicial, la caía fue larga y provocó reacciones en cadena a nivel mundial. Cuando el capital de las inversiones se agotó, las compañías recortaron la producción o quebraron, despidiendo a miles de trabajadores. Los salarios y precios cayeron en picada al igual que el consumo, profundizando la recesión. Los bancos retiraron los préstamos y suspendieron la prórroga de las hipotecas, muchos quebraron y arruinaron a sus inversionistas y clientes. Las naciones europeas, cuya economía dependía de los créditos norteamericanos sufrieron el Crack de forma casi tan aguda como Estados Unidos. El mercado mundial fue afectado y la imposición de medidas proteccionistas por parte de las naciones más poderosas empeoró aún más la situación.

Se creía por entonces –y aún hoy, increíblemente, muchos lo siguen haciendo– que el capitalismo se enmendaba a sí mismo y que la intervención podía ser perjudicial. Por lo que muchos gobernantes se cruzaron de brazos esperando que la anomalía se corrigiera sola, profundizando aún más la crisis y el sufrimiento de los más pobres. En 1933 el desempleo afectaba a más de 30 millones de familias sólo en las naciones más industrializadas. Lejos de autoenmendarse, el capitalismo parecía moribundo. Empezaron a resurgir y cobrar fuerza los movimientos revolucionarios de derecha e izquierda. La Gran Depresión permanecería casi inalterable hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).


Las causas del Crack financiero y la Gran Depresión

Luego de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), varios países vieron agravarse su situación social y económica. Tanto los victoriosos como los vencidos debían reconstruir sus economías, y los segundos debían además afrontarlo con pérdidas territoriales y la obligación de pagar reparaciones de guerra. 

Estados Unidos, que había ingresado en la contienda en 1917, emergió como la principal potencia económica y militar del mundo. Además de volverse el principal proveedor de industria bélica durante la guerra, después de ella se convirtió en el principal vendedor de materias primas y manufacturas del planeta y en el primer acreedor mundial.

Los bancos estadounidenses acumularon una reserva superior al conjunto de las demás naciones del globo. El aumento del índice de productividad, la falta de control de los efectos del crecimiento desordenado terminó por generar una crisis de superproducción. Al lado de la superproducción también encontramos una crisis de subconsumo, la demanda de productos desciende motivado por la desigual distribución de la renta.

A su vez esta se profundiza cuando por la recuperación económica europea de los años 20, hacia el final de esa década comienzan a disminuir las exportaciones norteamericanas hacia el viejo mundo. A pesar de los problemas, los valores en bolsa no dejan de subir. La bolsa sube pero no los beneficios reales de las empresas sino por la expectativa de beneficio. Las inversiones en bolsa se hacen a partir de préstamos concedidos por los bancos por lo que el dinero no va a los inversores productivos, sino a la especulación. El desastre “bursátil” provocó una grave crisis económica y financiera en EEUU, que pronto se extendió al mundo entero.

La estrecha relación económica y financiera entre EEUU y el resto del mundo sumada a la ausencia de mecanismos de cooperación internacional y la persistencia en seguir tomando medidas de corte netamente liberal (reducción del gasto público, restricción de los créditos, disminución de los gastos sociales y salarios, disminución de las importaciones) a la espera de que el capitalismo se autoenmendara y la anomalía se solucionara sola sólo profundizaron aún más la crisis.

La crisis mundial afectó en especial a las naciones o regiones más dependientes de EE.UU: como Japón (este país destinaba 1/3 de sus exportaciones a EEUU, y su expansiva industria estaba endeudada con los bancos estadounidenses); América Latina (la región era un mercado abierto, eminentemente exportador de materias primas y dependiente de las importaciones de productos elaborados. Fue una de las regiones más afectadas en el planeta, debido a la brusca caída del precio de los productos latinoamericanos, que tenían su principal mercado en Estados Unidos: el café brasileño, el azúcar cubano, el algodón peruano, el petróleo venezolano, y el salitre chileno –ya presionado por la introducción de abonos sintéticos–la, que venían teniendo problemas desde hacía un par de años, fueron especialmente castigados en el nuevo escenario económico); Alemania y Austria (en marzo de 1931, el principal banco austriaco, Credit Amsteld, suspende los pagos y en su quiebra arrastrara los grandes bancos austriacos y alemanes. La crisis bancaria alemana repercutió en toda Europa, y está estrechamente relacionada con el ascenso del nazismo); Gran Bretaña ( si bien la crisis no supuso una brusca caída porque su economía todavía no se había recuperado de la crisis provocada por la Primera Guerra Mundial y por la crisis de 1921 al 1924; en septiembre de 1931 la libra esterlina abandonó el patrón oro, al tiempo que los británicos aumentaron la presión sobre su imperio de ultramar, dentro del cual estaba la Argentina, que se vio obligada por ejemplo a firmar el ruinoso –para los argentinos– Pacto Roca-Runciman).       



© carlitosber.blogspot.com.ar, Agosto 31 MMXIV
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