La falsa dicotomía
En el microclima de las redes sociales volvió a estallar la polémica entre los gorilas del Partido Cacerolero y los talibanes del Chorronauta , en una competencia por el mayor ingenio a la hora de la chicana y la descalificación, y de cómo eludir el debate con argumentos. Desde la utilización de algún argumento económico justificaba la denigración o el apoyo de lo que sucedía: del “no tienen memoria de cómo estábamos en 2001” al “el Gobierno al mismo tiempo que aumenta la presión fiscal, no detiene la inflación y no permite ahorrar en divisas”. De algún argumento institucional-republicano: del “ellos quieren un golpe civil” al “ellos quieren reformar la constitución sólo para eternizarse”. Al argumento sociológico-clasista: del “ellos representan a la oligarquía explotadora y a la clase media tilinga” al “los negros están por el pancho y la coca, y los más acomodados que están con ellos, están por la prebenda y el acomodo”. Hasta el argumento geopolítico, para los más avezados: del “ellos quieren que el país lo dominen Estados Unidos y el FMI” al “ellos nos quieren convertir en Venezuela o Cuba”. El que le interesa la cuestión de los medios agregará del “a vos te lava la cabeza Clarín, La Nación y toda la prensa gorila” al “vos te comés la píldora de 678 y todos los medios oficialista”. Y los que tienen más años irán del “ellos quieren volver a los 90 con el Turco y, peor aún, la Dictadura de Videla” al “ellos quieren volver a los 70 con los Montoneros”. El hecho es que casi todos los tweet o estados en el Facebook o cualquier encabezado en un blog cumplen con este formato (el orden de los factores no altera el resultado). Los habrá los más pedestres y viscerales, y los más elaborados y profundos, pero todos no pasarán de la consigna agresiva y descalificadora.
Tanto uno como otro además, en su ceguera facciosa, no sólo desconoce la imposibilidad de ponerse afuera de la falsa dicotomía, sino que acusará al que lo hace de estar del bando contrario al que pertenece. No repudiar a los caceroludos equivale a ser simpatizante del Niño Rico Cincuentón –que sueña con ser presidente, y que lidera la “Oposición” Amarilla, que se opone un poquito nada más–; ser asiduo lector del Gran Diario –y de todos los medios de la Cadena Nacional Ilegal del Desánimo–; y, si su edad lo permite, un nostálgico del Turco –el Riojano más Famoso–, y hasta un fetichista de las botas –militares–. No odiar visceralmente a los Ladriprogresistas es estar cooptado por el –en verdad, cada vez más burdo– aparato propagandístico del Gobierno Nac&Pop a través de las transmisiones de fútbol y de algunos programas de radio y televisión, y un puñado de diarios que se han convertido en meros órganos de difusión de la Secretaría de Comunicaciones; tener el cerebro intoxicado por el lavaje de las distintas organizaciones que forman una guardia pretoriana ideológica –desde Carta (y Billetera) Abierta(s) hasta La (agencia de colocaciones) Cámpora–; y, si su grado de pobreza lo justifica, estar comprado con un plan social, una asignación o con un simple choripán.
El recalcitrante Anti-K que antenoche salió a cacerolear y el ferviente K que salió a defenderse en las redes sociales son consecuencias directas de la crisis política de 2000-2003 que hizo estallar los partidos políticos tradicionales en mil pedazos, profundizando los rasgos más negativos de la tradición política argentina: el faccionalismo, el personalismo y la falta de debate ideológico. La debilidad de los dos bandos es lo más peligroso: de un lado está el líder y –no sólo– nadie más –sino también, nada más–, y del otro la falta de un líder político –capaz de capitalizar el movimiento de opositores al Gobierno–. Porque hoy la oposición aparece desmovilizada, fragmentada e incapaz de movilizar a los que están disconformes con el gobierno, no porque no los haya, sino porque buscan lo mismo que tienen los K: un líder. La misma debilidad es caldo de cultivo del faccionalismo y la violencia –sea por la adoración a un líder incapaz de crear en el seno de su movimiento una sucesión institucionalizada, sea por la incapacidad de los que no se sienten representados de encontrar un intérprete válido y un conductor de esa disconformidad–. El que está en el ejercicio del poder se impone –y, si es necesario, abusa de él–; y el opositor desestabiliza –y si se dan las condiciones, complota–.
Caer en la simplificación de que todo sujeto que se manifestó el jueves pasado es un videlista tardío que golpea su cacerola ante la falta de cuarteles donde pedir una Dictadura masacradora o que son los menemistas residuales que sueñan aún con el 1 a 1 y los viajes a Miami, es una desfatachez grosera cuando vemos junto al Gobierno –y dentro de él– a la gran mayoría del elenco empresarial y político que apoyó la última dictadura y los 10 años de hegemonía del riojano más famoso –ahora todos reciclados con la estética Nac&Pop–. Algún Nac&Pop podrá decir que Él y Ella elogiaban al Riojano más Famoso “como lo hizo toda la sociedad a principios de los 90... pero fueron los primeros en darse cuenta dentro del PJ de que sus políticas eran equivocadas.... bla, bla, bla...”. Primero, lo de "como lo hizo toda la sociedad", lo dirá por él y sus "compas" de la Fuerza Nacional de Incondicionales. Más allá de que la coherencia ideológica y la honestidad intelectual de la mayoría de los políticos argentinos son tan irreales como el tren bala a Rosario o el entubamiento del arroyo El Gato de La Plata, lo que pasó entre la pareja real santacruceña y el riojano más famoso fue el método básico de disputa interna en el peronismo post-Perón. Él no sé dio cuenta de nada, lo dejaron afuera los "compas" y reaccionó en contra, como lo haría cualquiera, al que le prometen un pedazo de torta... y después lo dejan fuera del reparto. Él no lo elogiaba al riojano más famoso "porque estaba de acuerdo con sus ideales y principios"... simplemente se trataba de acompañar a su socio ganador, que le había prometido "doble crema". Cuando Él se da vuelta, no es que "se dio cuenta de que las políticas de Menem eran equivocadas", sino que el riojano más famoso lo había dejado afuera de la repartija y cambia de "asociados". Como cuando la Cadena Nacional del Desánimo hablaba bien de Él, lo hacía porque "El Monopolio" existe gracias a Él; hasta que se pelearon hace cinco años atrás.
Claro que también se vio mezclado entre los caceroleros residuos del sector fachistoide, que aprovechan cualquier ocasión para hacerse ver. Muchos caceroleros, a veces más que nada por su ingenuidad política –la misma que demuestran muchos simpatizantes K el defender un gobierno donde casi todos fueron seguidores del Turco y del Cabezón de Banfield, y hasta estuvieron en el Gobierno de la Alianza anti-Riojanista y, los más viejitos, del lado de los milicos genocidas en la Dictadura–, terminaron coreando lamentables consignas golpistas, de las que los comunicadores oficialistas se agarran para deslegitimar toda la manifestación. Por otro lado, la falta de coherencia ideológica –que es un rasgo típico de la política vernácula– permite que los políticos puedan reciclarse constantemente y hasta pararse en la vereda de en frente sin ponerse colorados. Lo cual constituye un riesgo para los progresistas de corazón que se creen en la cresta de la hora acompañados por quienes hace una década los llamaban despectivamente “zurditos”. Sus “nuevos socios” no van a tener ningún problema en mandarlos al frente y negarlos si se da vuelta la “tortilla” y la opinión pública se derechiza como en los 90.
Es más, el “progresismo” Nac&Pop está atravesando un durísimo periodo en las fechas recientes. Primero tuvieron que tragarse el sapo Francisco: ver la grotesca y desfachatada pirueta en el aire que dio La Jefa –de querer marcarle la agenda al Sumo Pontífice de manera sumamente altanera en Tecnópolis, terminó peregrinando hasta Roma para pedirle la escupidera al odiado Jesuita– y admitir el alineamiento del Ladriprogresismo con la Iglesia Católica argentina. Después las inundaciones, que de una oportunidad de mofarse de la No-gestión del Niño Cincuentón –y su grupo de expertos en imagen publicitaria buenos para nada– terminaron ante una calamidad natural en la que los Gobiernos municipal, provincial y nacional desaparecieron e inocultablemente las organizaciones sociales –de todos los partidos políticos, religiones y apartidarias– y miles de voluntarios anónimos con las donaciones de cientos de miles de ciudadanos comunes fueron las que se hicieron cargo improvisada y, por momentos, desorganizadamente del desastre. Y ahora con el impresentable paquete de leyes que lleva el rótulo de “Democratización” de la Justicia que busca mediante una draconiana reglamentación de las cautelares, dejar desprotegido ante el poder el Estado y las corporaciones al ciudadano de a pie.
Cuesta, entonces, encontrar las respuestas adecuadas, escapar a las falsas disyuntivas frente a las que los coloca el Gobierno porque “las presentan por izquierda para pegar por la derecha”. Metida en una encerrona, imposibilitada de escapar a la trampa del formalismo, incapaz de remover los envoltorios ideológicos con que el kirchnerismo disimula el intento de acumular una cuota de poder político, social y económico que ya quisieran para sí las monarquías absolutas, la izquierda suele ser arrastrada a nutrir las filas oficiales en su combate contra la “reacción de la derecha” encarnada en el gobernador bonaerense o el jefe de Gobierno porteño, y ahora en los caceroleros de “clase media”. Así, ayer y antes de ayer, muchos simpatizantes de izquierda reaccionaron virulentamente en las redes sociales contra las consignas más fascistoides y destituyentes de los caceroleros, mientras el artículo 17 de la “Democratización” de la Justicia establece que el Estado nacional o sus entidades descentralizadas estarán legitimadas para cualquier tipo de medidas judiciales para garantizar la prestación de servicios públicos interrumpidos o en riesgo de ser interrumpidos. Esto significa que el gobierno podrá afectar el ejercicio del derecho de huelga de los servidores públicos -como docentes, personal de salud pública o trabajadores del transporte. En última instancia, habilita a una militarización de los trabajadores del Estado o de servicios a cargo de empresas privadas que se encuentren en huelga.
En la Comisión donde se debatió el tema, el joven camporista secretario de Justicia, no sólo ratificó este artículo, sino que agregó que el Estado recurrirá a las cautelares contra los sindicatos que no avisen con una debida anticipación sus medidas de lucha y/o no acaten la conciliación obligatoria dictada por el Ministerio de Trabajo. Exactamente lo mismo que el Niño Cincuentón quiso introducir en la ley del subte en la Ciudad. Se prueba, así, que la juventud militante del Ladriprogresismo es profundamente antiobrera, algo que ya se había revelado cuando pidieron el quite de personería a los gremios ‘díscolos’ en Aerolíneas Argentinas. No es casual que estos camporistas realizaran cursos de formación política con Pedraza. El proyecto limita el alcance de las acciones de amparo contra medidas del Estado, incluso establece que alcanza con la mera apelación del Estado para que el amparo pierda su carácter suspensivo. La Justicia debería rechazar, en tal caso, un amparo de docentes universitarios contra las jubilaciones compulsivas (cesantías de hecho) de la UBA (las limitaciones drásticas del amparo son extensibles a los organismos descentralizados del Estado). Con semejantes prerrogativas en beneficio del Poder Ejecutivo, las leyes dejarán de ser necesarias para la función de gobierno. Quedaría establecida la burocracia -el dominio político de los funcionarios. Además, a favor de la patronal y del Ansés que apela todos los fallos a favor de los jubilados, la reforma K impone la Cámara de Casación de la Seguridad Social y lo Laboral; para eternizar los juicios lo más posible. Eso sí, ni hablar de oralizar estos fueros, lo que sería más democrático en serio.
Para la ‘opo’ patronal, la pelea contra los proyectos K se reduce a lo siguiente: la defensa de los intereses establecidos. Su programa es la defensa del derecho al amparo para la Cadena Nacional Ilegal del Desánimo y el predio de La Rural en Palermo; el derecho de que la “familia judicial” mantenga sus privilegios y prerrogativas; y que el Gobierno siga obligado a “al menos” negociar la elección y remoción de los magistrados. En el fondo, la “opo” hace la parodia del artista y se rasga sus “republicanas” vestiduras, pero no hace absolutamente nada para detener una reforma judicial inconstitucional, que si prospera, algún día, quizás, hereden y puedan utilizarla a su favor. Algo que el pensamiento de partido único del Ladriprogresismo les impide visualizar.
Pero, mientras todo esto ocurre, afuera, se profundiza la falta de un debate ideológico real, que en nuestro país es remplazado por la disputa de consignas vacías y de carácter claramente electoralista. Eso permite que muchos de los que votan al Niño Cincuentón a los dos meses voten a La Jefa sin ponerse colorados. Es más, muchos de los que el jueves salieron a tañer sus cacerolas, no tenían una de teflón o de marca y habían votado al oficialismo en octubre. Y muchos de esos nunca apoyaron al Riojano más Famoso ni se fueron a Miami, mientras que muchos de los que hoy defienden “el modelo” sí lo hicieron. Eso permite que se enarbolen adefesios ideológicos de uno y de otro lado: del “corruptos, son todos chorrros, narcos, etc.” al “si siempre los gobiernos ocultaron los índices que no los favorecían y es inevitable que haya algún que otro chorro”; del “defiendo la constitución al mismo tiempo que canto que se vayan todos…” al “la oposición es destituyente, pero BAsta Macri, andate ya!”.
El hecho es que a más de una década de la peor crisis económica y política desde 1930, se ha superado el primer aspecto –sin hacer realmente mucho, sino más bien aprovechando un cambio de 180° en los términos de intercambio del pacto neocolonial que convirtió nuevamente en una alternativa el desarrollo exogenerado, pero con sus límites–, pero no se ha logrado salir de la segunda. Con los riesgos que conlleva a una escalada de violencia y faccionalismo, sobre todo cuando el contexto económico no acompaña: sólo tenemos dos certezas: que hoy en día no se debate, sino que se busca agredir, ofender, lastimar y denigrar al otro, y que de esa lucha no va a salir nada positivo. Para los que no queremos entrar en el ruido, debemos salir de los microclimas, esquivar las agresiones, no entrar en generalizaciones u operaciones, y denunciar lo que une a los extremos: capitalismo, neocolonialismo, falta de debate ideológico e injusticia social.
© carlitosber.blogspot.com.ar, Abril 20 MMXIII
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