miércoles, 18 de noviembre de 2015

Opinión

El imperialismo y sus hijos: la dislocación política, los fundamentalismos y la barbarie


No caben dudas, lo que ocurrió en París el 13 de noviembre pasado fue una barbarie medieval y fascista. Son conceptos certeros y compartidos en todo el mundo Occidental. Pero su sola enunciación no excusa de preguntarnos qué ha hecho Occidente para sufrir este embate feroz. En rigor, la complejidad de lo que enfrenta Francia es tal que enlaza, en un solo haz, cuestiones en apariencia tan alejadas como –entre otras– la crisis de los refugiados, los efectos de su antiguo pasado colonial, la marginación de sus periferias y el desempleo en capas juveniles que encuentran en el llamado a la Guerra Santa su lugar en el mundo. A eso se suma el racismo que crece y su manipulación electoral, la irresuelta guerra en Siria y la crisis financiera de 2008 que aún ahora tiene a buena parte de Europa con las manos atadas y el corazón en un puño. Hoy un punto neurálgico es el conflicto sirio. Pero –otra vez– esa causa es por sí misma renga si no se la vincula a la emergencia del grupo terrorista ISIS en las costuras del Estado fallido de Irak tras la insensata invasión de Estados Unidos en 2003.



El Estado Islámico es una organización proto-estatal completamente reaccionaria, que mantiene estrechos vínculos políticos y financieros con sectores de las burguesías árabes como en Arabia Saudita o Qatar. Son claramente un enemigo mortal de la lucha por la liberación de los pueblos del yugo imperialista y sionista en Oriente Medio. Pero sus métodos bárbaros y reaccionarios, son utilizados por las potencias imperialistas para difundir la idea de que estamos ante un “choque de civilizaciones”, identificando a la comunidad árabe y al Islam con el terrorismo islamista. Es necesario repudiar y enfrentar con todas nuestras fuerzas los ataques brutales y reaccionarios del Estado Islámico, pero al mismo tiempo luchar contra todo tipo de islamofobia, racismo, xenofobia y cualquier ataque de la extrema derecha.


El origen del mal

No puede entenderse el surgimiento del Estado Islámico, ni lo que ocurre actualmente en Medio Oriente, sin volver sobre las consecuencias profundas y a largo plazo de las guerras de Irak y Afganistán. La invasión y guerra de Irak, entre 2003 y 2011, fue liderada por Estados Unidos en alianza con Reino Unido y otros países.

La invasión a Irak formaba parte de la estrategia de “guerra contra el terrorismo” que desplegó George Bush de la mano de los neocon norteamericanos con el objetivo de intentar revertir la decadencia hegemónica de Estados Unidos, construyendo un nuevo “enemigo”, el “eje del mal”. Se nutrían de la ideología del “choque de civilizaciones” desarrollada por el conservador Samuel Huntington.

Estados unidos buscaba “rediseñar el mapa del Medio Oriente” y “modernizar Irak” según el “modelo norteamericano”, lo que implicaba la promesa de privatizaciones y jugosos negocios para las multinacionales con el petróleo. Sin embargo, la guerra dejó un país completamente devastado, destruyendo por completo las infraestructuras básicas y los cimientos del poder de Saddam Hussein, sin lograr consolidar un nuevo poder estable.

Se calcula que murieron como consecuencia de la guerra al menos 150.000 personas (algunas fuentes triplican esos números), con millones de desplazados y refugiados. Al fin de la guerra hubo una intensificación de la lucha entre facciones rivales religiosas, incentivada por Estados unidos que apoyó a la mayoría chiíta, oprimida por el régimen de Saddam, contra la minoría sunita que había controlado hasta entonces el Estado. La caída del régimen de Hussein había dejado a 400.000 miembros de su derrotado ejército y funcionarios del partido Bath sin trabajo de un día para otro y muchos de ellos terminaron en cárceles como la de Abu Ghraib donde se llevaban a cabo todo tipo de vejámenes y torturas.


Sunitas radicalizados y ofendidos

El Estado Islámico, es la conjunción de los sunitas radicalizados y ofendidos de los dos ex Estados, acaso Estados fallidos, de Siria y de Irak. Con las fronteras artificiales. Dos estados -Siria e Irak- que participaron de la alucinación nacionalista del Partido Baas. A través de dos líderes enemigos entre sí. Sadam, en Irak, un sunita minoritario, de Tikrit (hoy en poder del EI), en el país de mayoría chiíta. Y Haffez Al Assad, en Siria, de los ultra minoritarios alawitas, los que se identifican con el chiísmo de Irán. Con los exiliados de cada dictador que residían en el país del otro, y conspiraban, desde Bagdad o Damasco. Puede completarse la brevedad del cuadro con los cristianos que, por seguridad básica, y por rescatable espíritu de supervivencia, se amparaban siempre cerca de los tiranos que los protegían. Preferibles los dictadores, para los cristianos, a los fundamentalistas.

Una vez retiradas las tropas norteamericanas, el gobierno chiítas reprimió brutalmente a los sunitas y otros sectores de la oposición. En este caldo de cultivo, de odios y resentimiento, creció una fuerza completamente reaccionaria que terminó constituyendo Al Qaeda de Irak y posteriormente el Estado Islámico, reclutando a ex miembros del ejército de Saddam junto a islamistas sunitas radicalizados. Las cárceles iraquíes durante la invasión norteamericana, con sus torturas y vejaciones inimaginables, fueron “escuela” para muchos milicianos del Estado Islámico, que reclutaron milicianos movidos por el odio contra occidente.


Sunitas y chiítas: ¿Qué es lo que los separa?

Una de las grandes contradicciones en el mundo islámico consiste en el conflicto entre sunitas y chiítas. La brecha que surgió ya hace más de 1.000 años no sólo determina las complejas relaciones en Oriente Medio, sino que representa hoy en día una de las mayores amenazas para la seguridad del planeta.

La historia de la división del islam entre sunitas y chiítas se inició tras la muerte del profeta Mahoma, en el año 632 después de Cristo, cuando sus seguidores empezaron a cuestionarse quién sería su sucesor en el Gobierno del califato islámico. Algunos argumentaban que el poder debía designarse por gracia divina y que un parentesco familiar con Mahoma era más que una señal para elegir al futuro líder. En ese sentido, ese pequeño grupo ('Shi'atu Ali', en árabe, o 'partidarios de Alí') creía que el mejor postor para el califato era Alí, primo y yerno de Mahoma.

Otros expresaron su desacuerdo con el privilegio exclusivo de los sucesores de sangre del Profeta. Según ellos, la cabeza del Califato debía ser elegido por la mayoría de los miembros de la comunidad musulmana. Esta posición fue explicada con extractos de la Sunna, un libro que contiene las palabras del Profeta y sus seguidores. Por esta apelación a la Sunna, el bando fue nombrado "sunitas".

Los sunitas representan el  87% de los musulmanes y los chiítas: 13%. En los países de la región, los primeros son mayoría en Arabia Saudita, Afganistán, Pakistán, Jordania, Kuwait, Yemen, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Túnez, Catar, Libia, Turquía y Siria; los segundos predominan en Irán, Azerbaiyán, Bahréin, Irak y Líbano.


Sin "primavera" en Siria

La "primavera árabe", que tanta simpatía despertó en Occidente, para el mundo árabe resultó letal. Derivó en extraordinarios fracasos. Después de la desdichada invasión americano-británica a Irak, que terminó con la ejecución de Sadam (y con Irak en poder de los chiítas, o sea a favor de Irán) y de las "primaveras" fogoneadas desde Occidente que terminaron con la familia de Bin Alí en Túnez, con Moubarak en Egipto y con el asesinato de Kaddaffi en Libia, sumida desde entonces en una interminable guerra intertribal de la que nadie dice nada ni tampoco quiere hacerse cargo.

Si algo tuvo en claro Basher Al Assad (hijo de Haffez), es que la “primavera” en Siria no podía existir, y como no quería sufrir el mismo final, decidió resistir. Occidente se horrorizó por los 200 o 300 mil muertos, las destrucciones en las ciudades milenarias de Aleppo, Homs y Palmira, el uso de armas químicas, y decidió intervenir. No para parar la matanza, sino para apoyar al bando más "democrático" bombardeando las posiciones del ejército sirio y liberando la frontera turca a los traficantes de armas.

Siria se convirtió en el teatro de operaciones donde las grandes potencias jugaban sus cartas: Estados Unidos, Inglaterra y Francia que jugaban su prestigio de "defensores de la democracia" (y el sueño incumplido de un oleoducto que trajera el petróleo de Irak y Siria directamente al Meditarráneo). Mientras tanto Rusia (que enlaza a la menos activa China) comenzaba a imponer su influencia, porque debía apoyar a Al Assad no sólo por disponer en Tartuz (Siria) su gran base militar en el Mediterráneo sino, también, para evitar darles el gusto a los occidentales.

Aparte, debe incorporarse a las potencias regionales que mantenían su propio conflicto, nada menor, de dominación. La fundamental Arabia Saudita (la aliada nro. 2 de EEUU en la región, algo desairada ahora) contra el chiíta Irán (el aliado flamante, ex actor principal del eje del mal). Y en el medio, siempre, las contradicciones de Turquía, prioritariamente interesada en que no emerja, entre el desbarajuste, un Estado Kurdo. A los turcos, sirios, iraquíes e iraníes no les simpatiza, para nada, la idea de ceder territorios para darles un estado a esta nación ignorada cuando Francia y Reino Unido armaron en una mesa de negociaciones el mapa del ex Imperio Otomano según sus intereses, sin tener en cuenta a las poblaciones locales y traicionando a los sauditas de Loarence de Arabia que los apoyaron durante la Primera Guerra Mundial.

El cóctel conteniene, para completarla, las diversas franquicias armadas que tienen el sigiloso financiamiento de Arabia Saudita, y a veces, incluso, del ascendente Qatar, la más famosa Al Qaeda, opacada desde el ajusticiamiento de Osama Bin Laden, entregado por Pakistán para su sucesor sin carisma, el egipcio Ayman Al Zawahiri.


El surgimiento de un Estado "forajido"

El Estado Islámico de Irak y el Levante (el territorio que ocupan Siria y Líbano), después conocido como Estado Islámico, se consolidó desde el 2013, conquistando gran parte del territorio de Irak y Siria. En 2014, anunciaron la constitución de un “Califato islámico”.

La ideología del Estado islámico es teocrática y completamente reaccionaria, y no acepta ninguna desviación respecto a lo que consideran el cumplimiento estricto del Islam. El método de las decapitaciones y lapidaciones lo comparten con los castigos aplicados en Arabia Saudita, donde se castiga con la cárcel o decapitaciones a quienes cuestionen los valores tradicionales, beban alcohol o se atrevan a conducir un automóvil, en el caso e las mujeres. El Estado Islámico también ha realizado lapidaciones a mujeres acusadas de adulterio.

ISIS proclama una “guerra contra occidente” y una “guerra contra los infieles”, que son aquellos musulmanes que según ellos se “desvían” de las leyes del Islam. El reciente atentado en un suburbio popular en Beirut, reivindicado por el Estado Islámico, muestra que sus atentados y métodos reaccionarios son utilizados (en la mayoría de los casos) contra la población árabe y musulmana, como también contra los kurdos y otros sectores de la población en Siria e Irak.

El EI es una fuerza contrarrevolucionaria y proto-estatal, con una ideología integrista y métodos aberrantes contra las poblaciones que controla. No es una organización, como Hamas en Palestina y otras, que a pesar de tener una ideología teocrática, expresan a su manera movimientos de liberación nacional.

Su fuente de financiación se encuentra entre algunos potentados de las burguesías petroleras de Arabia Saudita y Qatar, algo que esos gobiernos dejan hacer. También se basa en el control del territorio, secuestros, robos y especialmente en el usufructo de las refinerías de petróleo, que capitalizan en el mercado negro.

Según algunos analistas, cuentan con más de 20.000 combatientes extranjeros en el EI, de los cuales unos 3.500 provienen de países occidentales, 1.200 franceses, 600 británicos, belgas y de otros lugares. La situación de precariedad, islamofobia y represión que viven gran parte de los musulmanes en los países Europeos, siembra odios de los que se nutre esta organización, a lo que se suman las intervenciones y bombardeos de países como Francia y Estados Unidos.

Al territorializarse la Jihad, se reinstala la idea del califato, alucinación que estaba pendiente desde el siglo trece. Y los radicalizados de avanzada toman Mosul, la antigua capital de Ninive. Se embolsan 300 millones de dólares en efectivo que reposaban en el banco. Y la inagotable vertiente petrolera comienza a ser explotada por los competentes gerentes que fueron de Sadam. Y su petróleo -tercerizado- es consumido en los países que supuestamente están en guerra con el origen.

Aparte explotan, por si no bastara, la trágica popularidad que atrae a los islamistas radicalizados. Los educados en ciudades de occidente, donde fracasaron todos los intentos de integración social. Sobre todo en Francia. Con la multiplicación de ghettos que construyen, en el interior de Francia, otros países. En suburbios desde donde se distingue, a lo lejos, la Torre Eiffel.

Son entonces los islamistas que llegan de Francia, de Inglaterra y de Bélgica, a través de los pasos fronterizos de Turquía. Los que aplican sus magistrales conocimientos de marketing y de publicidad. Saben que cualquier desdichado cautivo, con un batón naranja, y con una daga en el cuello, suele ser irresistible como portada de todos los diarios y noticieros del mundo.


Las claves del nuevo escenario


  • Los intereses locales, regionales y de las potencias imperialistas que se cruzan en el conflicto, abonan el terreno para el avance del Estado Islámico. Arabia Saudita, Qatar y Turquía apoyaron directamente, o dejaron actuar, a las milicias yihadistas que combaten contra Al Assad, como Al Nusra en Siria y el Estado Islámico. El enfrentamiento de Arabia Saudita con Irán es una coordenada clave del conflicto, que favoreció a la expansión del Estado Islámico, una fuerza que enfrenta a los chiítas iraníes. En el caso de Turquía, la ofensiva del Estado Islámico hacia los kurdos, también cumple un papel crucial. Un documento de inteligencia militar norteamericano que se filtró mostraba que Estados Unidos estaba en conocimiento de que se iba a proclamar un “califato” sunita en Siria, pero consideraba que podía servir para evitar un fortalecimiento de Assad (sostenido por Rusia e Irán).

  • Por otro lado, los bombardeos de la coalición encabezada por Estados Unidos y los países árabes no sirven para derrotar al Estado Islámico, pero nadie está dispuesto por el momento a embarcarse en una operación masiva terrestre. Algo que después del desastre de Irak es muy costoso repetir. La intensificación de los bombardeos de Francia en Siria se materializó el domingo con un bombardeo masivo sobre la ciudad de Raqqa, ciudad de más de 200.000 habitantes. La respuesta de Francia es una copia de la de estrategia de Bush después del 11S. Pero como ya vimos en Irak y Afganistán, esas guerras imperialistas solo conducen a la muerte de cientos de miles de personas y mayores padecimientos de los pueblos, al mismo tiempo que alimentan las condiciones para la emergencia de fenómenos completamente reaccionarios como Al Qaeda o el Estado Islámico. 

  • En Europa, todos los países han implementado un reforzamiento de los controles en las fronteras, cuestionando el sistema Shengen, mientras ganan peso partidos como el Frente Nacional en Francia, que proponen volver a las fronteras nacionales. Un fortalecimiento reaccionario de las fronteras, que en primer lugar se volverá contra los cientos de miles de inmigrantes y refugiados que desesperadamente intentan llegar a Europa escapando de las guerras y las bombas que los países europeos, Estados Unidos y sus aliados siguen “exportando”. Las tendencias xenófobas, racistas e islamófobas vienen creciendo en Europa, y aumentarán después de los atentados. Desde Polonia, con el triunfo de Justicia y Libertad o Ukip en Reino Unido, hasta el Frente Nacional en Francia. Pero el discurso de la ultra derecha es apropiado también por los partidos gobernantes “del centro” como ya vemos en Francia. En Alemania, Pegida y Alternativa por Alemania organizan manifestaciones racistas y aumentan los ataques directos contra centros de acogida para los refugiados. Lo que contribuye a la exclusión social de muchos jóvenes pobres inmigrantes y descendientes de inmigrantes aumentando el extrañamiento con el mundo occidental y su propensión a ser captados por los jihadistas.



Solidaridad con el pueblo francés no con el Estado francés

Los atentados de París han dejado al menos 129 muertos y cientos de heridos. El Estado Islámico se ha atribuido estos ataques, así como el brutal atentado de Beirut (Líbano), que dejó más de 40 muertos un día antes. Repudiamos estos brutales atentados, al mismo tiempo que nos solidarizamos con los familiares y sus allegados. Los atentados golpearon directamente a la población en lugares públicos, para que muerieran centenares de personas sin identidad previa. La condena no debe tener ningún atenuante.

La solidaridad incondicional con las víctimas y con el pueblo francés no implica, sin embargo, la menor solidaridad política con el Estado y el gobierno de ese país. No se trata solamente de su rol histórico de opresor colonial de numerosos pueblos del mundo, sino también de su actual presencia militar en las masacres que se perpetran en Medio Oriente. Al igual que otras potencias imperialistas, Francia se ha servido del pretexto de Estado Islámico para reforzar decisivamente una escalada militar en la región. A través de la "operación Chammal", las Fuerzas Armadas de Francia actúan en Medio Oriente en función de asegurar su participación en el reparto imperialista de la región. El objetivo verdadero de esta escalada es imponer Estados títeres del imperialismo, para reforzar una salida contrarrevolucionaria a la "primavera árabe" que derribó, en sus inicios, a gobiernos reaccionarios que durante décadas oprimieron y reprimieron a los pueblos. Una de las consecuencias de esta política contrarrevolucionaria -a la que se ha asociado recientemente el régimen teocrático iraní- ha sido la de sellar un mayor aislamiento del pueblo palestino, que sufre una nueva ola de agresiones del sionismo.


Estado Islámico ha cumplido un papel central en esta política contrarrevolucionaria. Existen numerosas evidencias que señalan que EI fue financiado y pertrechado por Arabia Saudita, Qatar, Turquía y hasta por el sionismo, en función de sus objetivos de dominación política en la región. En la actualidad, el gobierno de Turquía -integrante de la Otan- bombardea las poblaciones kurdas que, con las armas en la mano, han enfrentado a las bandas criminales del Estado Islámico en Kobane y Sinjar.

La bancarrota capitalista, con sus mayores consecuencias en términos de barbarie, crisis humanitaria, dislocaciones políticas decestados artificiales poscoloniales, fundamentalismos, exterminios étnicos y religiosos, una ola de millones refugiados sin destino, y la eclosión de las derechas genocidas en Europa y Norteamérica.




© carlitosber.blogspot.com.ar 18 Noviembre MMXV
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