lunes, 18 de noviembre de 2013

Semana 46

El continuo escándalo de la verdad robada 

La verdadera década ganada es la de los cultores de la simplificación barata, la chicana de bar y la consigna vacía. Da lo mismo a esta altura ver 6,7,(ro)8 o el programa del Gordito Golpista Larrata (que en vez de PPT, debería llamarse (ro)8,7,6). Da lo mismo escuchar a cualquier partidario del Ladricorporativismo acusar a una oposición de inexistente, vacía de ideas y neoliberal al mismo tiempo (lo que constituye un sin sentido: ¿por qué lo que no existe debería tener ideas?, y ¿si no tiene ideas cómo es neoliberal?), como a cualquier opositor acérrimo con “argumentos” tan ultra-simplificados como que la Corte Suprema de Justicia decida el fallo más controvertido de la última década para que su presidente cobre los derechos de autor de un libro comentando el nuevo Código Civil. Nobleza obliga que todos los que abrimos la boca y/o tecleamos solemos caer en las trivializaciones, una forma sencilla e ideal para mantener la atención de la audiencia, pero que en el fondo no contribuye en nada a enriquecer el diálogo político.

Hace casi un año y medio escribíamos en estas columnas que La idea de que todo aquel que opina distinto es un enemigo es un camino peligroso y un juego de suma cero. La gente ya no se anima a debatir o hablar sobre política, porque se termina discutiendo acaloradamente sobre consignas vacías que no paran de la chicana barata. Y los muy convencidos de uno de los relatos, enseguida encasillan al que piensa distinto en el otro bando. No importa escucharlo, lo importante es ponerle el rótulo; y describirlo según un estereotipo. El “amigo” es visto como un comprometido con la realidad, un militante y luchador de la causa. Y el “enemigo” es visto como un mercenario o, en el mejor de los casos, como un estúpido manipulado. Entre los dos bandos, sólo se emcuentra la “tierra de nadie”, como en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial. No hay términos medios ni lugar para los débiles. Todo o nada.

Es entendible y hasta racional que el oficialista rabioso esté muy firme en lo que opina: está el recuerdo de 2001-2002 y la recuperación económica brutal de los últimos 10 años, están las consignas que el Gobierno rescató y se las apropió (derechos humanos, peronismo, militancia juvenil, etc), está cierto revanchismo social hábilmente manipulado desde el aparato comunicacional oficial que ha armado enemigos circunstanciales (la vieja oligarquía terrateniente, el imperialismo norteamericano, las corporaciones, etc). El opositor rabioso también tiene sus razones para horrorizarse más y más: el populismo sin objetivos claros ni planes a largo plazo (improvisaciones, contradicciones, cambios de reglas constantes); el discurso de que por poseer la mayoría se puede imponer sin restricciones (lo que produce avances sobre las instituciones o la libertad de prensa al borde de lo legal); y, en muchos, una resistencia ante el avance de la "negrada" embrutecida que para ellos es manipulada por el Gobierno.

No queremos decir con esto que está mal debatir, defender ideas distintas, proponer deferentes proyectos de país. Ojalá pudiéramos en esta humilde columna semanal hablar sobre ese tipo de discusiones, por más que parezcan utópicas o bizantinas. Sino que vemos todo lo contrario en el discurso de los políticos y en lo que aparece publicado en los medios. Cuando cuando nos creemos dueños de la verdad abosluta, sin ninguna duda y con total desprecio y agresividad hacia quienes discrepan hay de todo, menos debate, ideas y/o proyectos.  

Hoy adherir u oponerse son verdaderos actos de fe. Y como me dijo mi hermano una vez “la fe es un asunto complicado, y más cuando está fundada en una real victoria para el creyente”. Para ilustrar esto: no hace mucho tiempo abundaban los riojanistas (los fundamentalistas del uno a uno, de la recuperación, la privatización y el primer mundo), y claramente, a riesgo de meter controversia, hoy estamos ante una nueva camada de fundamentalistas, y con sus buenos y personales motivos, que van a defender esta nueva situación con todo lo que tengan. Inclusive, con la cordura y la razón. Y si te ponés a pensar un segundo, esto sí que es embromado, porque un fanático es ciego. "Sacachispas es el mejor", ponele. Cuando Sacachispas anda de racha, todos nos hacemos de Sacachispas. Pero cuando el club empieza a hacer agua, bueno, hay que aguantar: para levantar la cosa con esperanza y, en segundo término, para convencerse que esa cosa buena todavía existe. Y ahí deja de gustar el fútbol, uno pasa a ser un hincha fanático. Y eso es lo que está pasando. Hoy más que nunca está vigente lo de "en reuniones, no hablar de religión, de fútbol y de política", porque se arma. Y la mejor ocasión para aprender, para superarse y descubrir que uno no es el ombligo del mundo se desperdiciada por defender una camiseta. Y como está visto en el fútbol, las hinchadas no resuelven sus problemas con un té y galletitas de por medio.

El hecho es que al discutir en el marco de consignas vacías y slogans que no pasan de la chicana de bar, no se está haciendo más que vociferar sin diálogo ni escuchar al otro. No tiene sentido que cuando la Corte falla a favor del Gobierno Nac&Pop es porque tranza a escondidas con La Jefa y su Gabinete en oscuras reuniones casi secretas, y que cuando falla en su contra sea un Supremo Tribunal cooptado por las corporaciones y afín a los grupos hegemónicos. Es un absoluto absurdo que toda la información que ofrece el Gobierno sea falsa, tendenciosa y tergiversada; como que todo lo que publican los medios privados cuando no son mentiras lisas y llanas, son manipulaciones corporativistas. 

Como cerrábamos hace un año y medio, el problema es cuando esa degradación de la discusión motoriza y justifica la violencia. Es necesario pisar el freno y escuchar al de en frente. Muy probablemente esté equivocado en algunas cosas. Pero más que seguro, tiene razón en mucho más otras de las que pensamos a priori. Hay que dejar de comprar discursos cerrados que hablan de verdad y realidad, y animarse a discutir incluso aquello que suena bello a nuestros oídos. No sólo discutamos con el que opina como uno, discutamos lo que nos dice el que opina igual. Busquemos la escala de grises o, incluso, rescatemos la crítica valida del otro bando. Sino, entraremos en una escalada donde van a pasar cosas aún peores.




© carlitosber.blogspot.com.ar, Noviembre 18 MMXIII
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